La ministra de agricultura, Jhenifer Mojica, dijo el 4 de julio que "Vamos a reestructurar la agencia de desarrollo rural para que se vuelva un Idema 2.0" y ello es, hoy día, retrógrado e inaplicable.
La ministra de agricultura, Jhenifer Mojica, dijo el 4 de julio que “Vamos a reestructurar la agencia de desarrollo rural para que se vuelva un Idema 2.0” y ello es, hoy día, retrógrado e inaplicable.
Y voy a dar resumidamente unas razones de los estudiosos del tema pero antes, un paréntesis.
El Idema que existió en el siglo pasado fue un organismo estatal. A este gobierno le encantan -no sé si por nostalgia o por ideología o por ambas- las políticas estatizantes, las del estado omnipresente, pero con una gigantesca excepción: En la paz total las fuerzas armadas desocupan un territorio, lo exponen a que lo ocupen economías ilegales, desamparan a sus pobladores y dejan una precaria y temerosa presencia estatal. Hay que recordar a Churchill cuando después de la evacuación de Dunkerque dijo que, “las guerras no se ganan con evacuaciones”. Ni la paz tampoco. (cierro paréntesis).
El Idema era responsable del abastecimiento y del mercadeo de algunos productos agropecuarios, también expedía precios de sustentación y la seguridad alimentaria era una de sus prioridades pero todavía no se vislumbraba la globalización, ni la apertura de mercados, ni los tratados de libre comercio, ni la agrotecnología, ni los nuevos canales de comercialización, distribución y suministro, ni la interdependencia y reciprocidad, ni….
Eran otros tiempos. Los del siglo XX. Los de la economía cerrada. Los de las políticas de protección de la producción nacional, mediante medidas arancelarias por ejemplo. O los del monopolio del Estado para importar los principales bienes agrícolas como fue el caso de las importaciones de maíz, sorgo, trigo, leche que hacia el Idema. El Idema importaba libre de aranceles pero, al vender, establecía precios que, por lo menos, equivalieran al costo de importación más el arancel que hubiesen pagado si los importaba un privado. La intervención en el mercado se restringía a bienes no perecederos.
El Idema era un monstruo pero no el Leviatán de la película rusa ni el bíblico; tenía mucha capacidad financiera, administrativa y logística para intervenir los mercados y una gran infraestructura para el recibo, adecuación, almacenamiento, control de calidad y venta de los bienes intervenidos. Hoy, esa infraestructura ya no existe y en su momento, al Instituto, se lo carcomió la corrupción.
La Ley 7 de 1991 que comenzó a adecuar el país a las nuevas dinámicas del comercio exterior hizo imposible la supervivencia del Idema. Liberó las importaciones, redujo la protección arancelaria y eliminó el monopolio del Idema entre otros temas y ello imposibilitó que el instituto continuará sustentando precios de mercado.
Hoy el mercado responde a otras dinámicas, otras normativas y tiene otro contexto. El del siglo XXI. Es más, las señales de intervenir el mercado vía precios son contraproducentes e ineficaces.
Y ¡Ojo! al gobierno se le está haciendo tarde para poner los pies en este siglo, no levanta las anclas del siglo XX e insiste, infructuosamente en retrotraer al país a tiempos idos.
Por Enrique Herrera.
La ministra de agricultura, Jhenifer Mojica, dijo el 4 de julio que "Vamos a reestructurar la agencia de desarrollo rural para que se vuelva un Idema 2.0" y ello es, hoy día, retrógrado e inaplicable.
La ministra de agricultura, Jhenifer Mojica, dijo el 4 de julio que “Vamos a reestructurar la agencia de desarrollo rural para que se vuelva un Idema 2.0” y ello es, hoy día, retrógrado e inaplicable.
Y voy a dar resumidamente unas razones de los estudiosos del tema pero antes, un paréntesis.
El Idema que existió en el siglo pasado fue un organismo estatal. A este gobierno le encantan -no sé si por nostalgia o por ideología o por ambas- las políticas estatizantes, las del estado omnipresente, pero con una gigantesca excepción: En la paz total las fuerzas armadas desocupan un territorio, lo exponen a que lo ocupen economías ilegales, desamparan a sus pobladores y dejan una precaria y temerosa presencia estatal. Hay que recordar a Churchill cuando después de la evacuación de Dunkerque dijo que, “las guerras no se ganan con evacuaciones”. Ni la paz tampoco. (cierro paréntesis).
El Idema era responsable del abastecimiento y del mercadeo de algunos productos agropecuarios, también expedía precios de sustentación y la seguridad alimentaria era una de sus prioridades pero todavía no se vislumbraba la globalización, ni la apertura de mercados, ni los tratados de libre comercio, ni la agrotecnología, ni los nuevos canales de comercialización, distribución y suministro, ni la interdependencia y reciprocidad, ni….
Eran otros tiempos. Los del siglo XX. Los de la economía cerrada. Los de las políticas de protección de la producción nacional, mediante medidas arancelarias por ejemplo. O los del monopolio del Estado para importar los principales bienes agrícolas como fue el caso de las importaciones de maíz, sorgo, trigo, leche que hacia el Idema. El Idema importaba libre de aranceles pero, al vender, establecía precios que, por lo menos, equivalieran al costo de importación más el arancel que hubiesen pagado si los importaba un privado. La intervención en el mercado se restringía a bienes no perecederos.
El Idema era un monstruo pero no el Leviatán de la película rusa ni el bíblico; tenía mucha capacidad financiera, administrativa y logística para intervenir los mercados y una gran infraestructura para el recibo, adecuación, almacenamiento, control de calidad y venta de los bienes intervenidos. Hoy, esa infraestructura ya no existe y en su momento, al Instituto, se lo carcomió la corrupción.
La Ley 7 de 1991 que comenzó a adecuar el país a las nuevas dinámicas del comercio exterior hizo imposible la supervivencia del Idema. Liberó las importaciones, redujo la protección arancelaria y eliminó el monopolio del Idema entre otros temas y ello imposibilitó que el instituto continuará sustentando precios de mercado.
Hoy el mercado responde a otras dinámicas, otras normativas y tiene otro contexto. El del siglo XXI. Es más, las señales de intervenir el mercado vía precios son contraproducentes e ineficaces.
Y ¡Ojo! al gobierno se le está haciendo tarde para poner los pies en este siglo, no levanta las anclas del siglo XX e insiste, infructuosamente en retrotraer al país a tiempos idos.
Por Enrique Herrera.