Vivir la actualidad en cualquier parte del mundo es una lotería que sólo ganan los capaces de asumir grandes riesgos. Las preguntas más importantes de nuestras vidas son imposibles de responder por cualquier camino diferente al de la vivencia.
Nueve meses de labores de parto tuvieron que pasar para que me pagaran el premio del segundo Salón Departamental de Artes Visuales de La Guajira, que recibí por ventanilla y ya me gasté. Y pensar que estuve confiado en embolsármelo puntualmente al finalizar el salón, en el dos mil doce.
Alguien criado y educado para lo mejor que la vida pueda brindar, para que las personas le obedezcan y lo provean; un artista, en pocas palabras, cuya preocupación principal ha sido siempre el placer ofrece siempre, hasta sin proponérselo, una mirada única, incomparable.
Hace dos años asistí por primera vez al encuentro de escritores guajiros en El Molino y desde esa vez no había querido ir más. Tenía tan buenos recuerdos de esa primera visita que no había querido estropearlos.
Con la intención de ir recobrando el equilibrio perdido con la muerte de mi mamá, me levanté temprano, aún sin saber si iría o no a una cita pactada meses atrás; era algo que quería hacer, pero me ganaba el peso del malestar. Haciendo un esfuerzo, me levanté, metí un par de mudas de ropa en un maletín y salí a la carretera hacia Riohacha.
Iba en su silla de ruedas detrás del féretro. Su fortaleza se desplegó y fue más grande que el temor de los hijos de decirle que su esposa había muerto; la reacción era impredecible dado que hace solo unos meses sufrió una isquemia. Marceliano, “Kiko” Ferreira Paz, dio muestra de aceptación de lo inevitable, de caballerosidad, de lucidez increíble y de enjundia, ejemplo no sólo para Jarol y Grethel, sino para los que lo acompañábamos en el adolorido momento de despedir a quien amó por encima de todo.
Según Noam Chomsky todo escrito de prensa está modulado por la censura que ejerce el medio de comunicación en el que se publica, aunque se trate de una prensa supuestamente libre; y hace poco, leyendo una entrevista al escritor cubano Pedro Juan Gutiérrez, me encontré con otra apreciación similar. Según él, en el periodismo existe siempre censura o autocensura, para proteger al medio o para protegerse del público, por las apreciaciones que el contenido de la obra pudiese producir.
Debido a que la finca de mi papá estaba siendo saqueada ante su imposibilidad para asistirla, me vi obligado a removerel poco ganado que quedaba, antes de que se esfumara todo. 5 AM: encendí el carro y me fui a la finca. 6 AM: llegué. 8 AM: llegó el ordeñador, su nieto había sido designado por él como un suplente que se proporcionaba su sueldo a partir de fraccionar el producido.
Últimamente me he sentido como una cucaracha de alcantarilla, a pesar de tener estertores interiores que me impulsan a seguir sin detenerme en detalles desesperanzados me gana la tristeza, el cansancio de la espera, la desazón de lo cotidiano que no logro cabalgar sino que me atropella, y por supuesto la frustración por todo lo que siento debo hacer y no puedo. Sé que posiblemente tambien tú pasas por momentos no muy gratos y no es mi intención mal influenciarte con estas palabras desesperadas, pero en este momento no tengo otras así que espero por lo pronto te conformes.
Intentando adolorido incorporarse, me señaló un libro que estaba sobre la mesa del comedor; visible desde la puerta de la habitación, amplia y sin cuadros ni figuritas sobre las paredes.
Con mis padres enfermos debía buscar la manera de aportar a la economía familiar, tan deprimida con sus hospitalizaciones y convalecencias, que era imposible dejar pasar por alto la situación; no solo porque mi propia economía derivaba directamente de la de ellos sino porque su propia manutención se convirtió en responsabilidad mía.
1. Al fin tengo internet y ahora no sé ni qué hacer con él. Es como, alguien con quien estabas acostumbrada a estar a cada momento que de repente se va y al regresar ni lo reconoces.
Iba en una bicicleta que le había prestado un primo, todo de negro excepto por una línea fosforescente en sus tenis. En una mano llevaba una bolsa y adentro una culebra muerta que había encontrado hace un rato en la carretera y quería llevar a su casa para fotografiar. Quedamos en vernos luego en mi casa.
El olor a mortecina que baja del techo tiene a todo el mundo con dolor de cabeza y mal genio.
Nuevamente en la sala de urgencias de la clínica, somatizas todo el sufrimiento de tu papá. Con una mano escribes, con la otra lo sostienes.
La tarde que lo dan de alta, para cuidados en la casa, la coordinadora del home carede la EPS pregunta si eres tú el cuidador responsable de tu papá (familiar que hace las veces de ángel de la guarda), y a ti, que nunca te han gustado los títulos ni las responsabilidades, te toca decir que sí, porque definitivamente has sido tú quién desde el comienzo de su enfermedad has velado por su salud.
Ya está firmada la orden de salida, dice el médico. Es cuestión de coordinar lo del copago con el encargado de facturación del piso. Lo que no sabías, es que al pasar de la clínica a la casa algunos pacientes con secuelas de accidentes cerebro vasculares experimentan un efecto...
La vida en UCI está llena de monitores que marcan presiones, de sonidos taladrantes de conciencias y de una permanente luz blanca de neón que te hace pensar en la luz al final del túnel