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Columnista - 24 agosto, 2013

Encuentro de escritores guajiros

Hace dos años asistí por primera vez al encuentro de escritores guajiros en El Molino y desde esa vez no había querido ir más. Tenía tan buenos recuerdos de esa primera visita que no había querido estropearlos.

Por Jarol Ferreira Acosta

Hace dos años asistí por primera vez al encuentro de escritores guajiros en El Molino y desde esa vez no había querido ir más. Tenía tan buenos recuerdos de esa primera visita que no había querido estropearlos.

Esa vez  me recibió un encargado de la recepción, que me preguntó mi oficio para marcar una escarapela. Le dije que había publicado un libro gracias a un premio de poesía y escribió:poeta, en la escarapela;y me preguntó cómo se llamaba el libro. Le respondí, seguro de que no lo conocíapero me dijo que se lo había leído.

Estaba en la biblioteca- me dijo- el profesor de lengua castellana nos obligó a leer antes de este evento y como vi que el lomo era flaquito lo escogí.

Me entregómi escarapela y seguí, camino hacia el auditorio en donde una aburridorsísima ponencia sobre nosequé de la literatura se desarrollaba a cargo de uno de esos expertos anónimos;escritores frustrados que encuentran en la investigación y la crítica una tabla salvavidas para su naufragio.

Menos mal los estudiantes no le prestaban atención a las ponencias ni a nada salvo a sus funciones, que se limitaban a las de servidumbre doméstica y recolección de evidencias para sustentarel pago del porcentaje final del proyecto a la fundación organizadora.

Esa vez me asignaron un salón para desarrollar una actividad que resolví rayando las paredes. Algunos alumnos que al principio estuvieron tímidos se desbocaron luego de verme grafitear el aula y en adelante todo fue un maravilloso caos de expresión escrita.

No quedó en el aula espacio sin la huella perenne de laescritura; eso si, con pésima ortografía. Ese año hubo un intento de boicot por parte del grupo literario  que este año presentó sus últimas publicaciones y celebró su década.

Esa noche leí en la plaza unos artículos que despertaron a los espectadores que yacían rendidos sobre las Rimax dispuestas para el acto. Tuvieron que arrebatarme el micrófono para que parara las ráfagas de palabras que disparé contra el auditorio boquiabierto. 

Este año el aire acondicionado del auditorio no servía. En la parte posterior de la edificación, un lote de árboles frondosos ofrecía su sombra como escenario naturalpara este encuentro que solo una vez se hizo ahí y fuecomo producto del bajo presupuesto.No sé cómo terminó el programa de este año porque no estuve.

Fui solamente una media mañana y luego de almorzarme una bandeja de icopor que sobre la tapa tenía escrito: pansa, (con ese) que escogí por lo divertido de ese error gramatical colado, tomé un carrito de regreso a mi casa, donde me esperaban proyectos por disfrutar.

 

Columnista
24 agosto, 2013

Encuentro de escritores guajiros

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Jarol Ferreira

Hace dos años asistí por primera vez al encuentro de escritores guajiros en El Molino y desde esa vez no había querido ir más. Tenía tan buenos recuerdos de esa primera visita que no había querido estropearlos.


Por Jarol Ferreira Acosta

Hace dos años asistí por primera vez al encuentro de escritores guajiros en El Molino y desde esa vez no había querido ir más. Tenía tan buenos recuerdos de esa primera visita que no había querido estropearlos.

Esa vez  me recibió un encargado de la recepción, que me preguntó mi oficio para marcar una escarapela. Le dije que había publicado un libro gracias a un premio de poesía y escribió:poeta, en la escarapela;y me preguntó cómo se llamaba el libro. Le respondí, seguro de que no lo conocíapero me dijo que se lo había leído.

Estaba en la biblioteca- me dijo- el profesor de lengua castellana nos obligó a leer antes de este evento y como vi que el lomo era flaquito lo escogí.

Me entregómi escarapela y seguí, camino hacia el auditorio en donde una aburridorsísima ponencia sobre nosequé de la literatura se desarrollaba a cargo de uno de esos expertos anónimos;escritores frustrados que encuentran en la investigación y la crítica una tabla salvavidas para su naufragio.

Menos mal los estudiantes no le prestaban atención a las ponencias ni a nada salvo a sus funciones, que se limitaban a las de servidumbre doméstica y recolección de evidencias para sustentarel pago del porcentaje final del proyecto a la fundación organizadora.

Esa vez me asignaron un salón para desarrollar una actividad que resolví rayando las paredes. Algunos alumnos que al principio estuvieron tímidos se desbocaron luego de verme grafitear el aula y en adelante todo fue un maravilloso caos de expresión escrita.

No quedó en el aula espacio sin la huella perenne de laescritura; eso si, con pésima ortografía. Ese año hubo un intento de boicot por parte del grupo literario  que este año presentó sus últimas publicaciones y celebró su década.

Esa noche leí en la plaza unos artículos que despertaron a los espectadores que yacían rendidos sobre las Rimax dispuestas para el acto. Tuvieron que arrebatarme el micrófono para que parara las ráfagas de palabras que disparé contra el auditorio boquiabierto. 

Este año el aire acondicionado del auditorio no servía. En la parte posterior de la edificación, un lote de árboles frondosos ofrecía su sombra como escenario naturalpara este encuentro que solo una vez se hizo ahí y fuecomo producto del bajo presupuesto.No sé cómo terminó el programa de este año porque no estuve.

Fui solamente una media mañana y luego de almorzarme una bandeja de icopor que sobre la tapa tenía escrito: pansa, (con ese) que escogí por lo divertido de ese error gramatical colado, tomé un carrito de regreso a mi casa, donde me esperaban proyectos por disfrutar.