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Atraco

Cortísimo Metraje Por Jarol Ferreira ¿Quién estimaría el valor de una cerilla porque destruyese por casualidad una población entera?” Nietzsche Nuevamente estaba en el aprieto de tener que enviar al periódico un artículo y no tener nada que decir, cuando recordé que una amiga me había comentado que a ella la Coca Cola la inspiraba […]

Por: Jarol

@el_pilon

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Cortísimo Metraje

Por Jarol Ferreira
¿Quién estimaría el valor de una cerilla porque destruyese por casualidad una población entera?” Nietzsche
Nuevamente estaba en el aprieto de tener que enviar al periódico un artículo y no tener nada que decir, cuando recordé que una amiga me había comentado que a ella la Coca Cola la inspiraba al momento de escribir. Así que, después de perder toda la mañana y almorzar, al despertar de mi siesta me levanté de la hamaca, empuñé unas monedas y salí a la tienda de la esquina, por una Zero. Y, efectivamente, antes de darle el primer sorbo, antes de entrar en  mi casa, la motivación cayó en forma de pareja motorizada de ñámpiras.
Nunca imaginé que esa tarde me convertiría en carne para engordar estadísticas colombianas de violencia urbana. No todos los días a uno le apuntan con el cañón de un calibre 38 directo al plexo solar, mientras le dicen: ¡Pilas, dame la cadena, la billetera, el celular! Increíble que algo tan corto dure tanto. No puedes evitar pensar en posibles desenlaces ante la situación. Si eres creyente te encomiendas a tu santo; si no te despides del mundo tal y como lo conocías.
Sabía que tenía pocas probabilidades de salir ileso al darme cuenta de que no andaba con el reloj puesto, ni traía el celular, ni la billetera- A veces lo peor es frustrarles el atentado- pero esta vez se conformaron con mi ofrenda social y, por agilizar el proceso, se marcharon hacia su madriguera. Yo que no doy limosnas, para evitar la mendicidad, y vea.
Hasta la situación de los atracadores es tétrica. Del tumbe me dolieron más  las monedas, que usaría para mis minutos callejeros de charlas con las amistades y el amor, que la hermosa cadena maldita que siempre fue una ostentación innecesaria en mi cuello; un regalo de mi madre, fácilmente empeñable en cualquier compra-venta, que llevaba por cortesía, pero por el que no sentía ningún apego.
Cuando pasó el peligro, como buen ciudadano, fui a poner el denuncio a la estación de policía municipal. Al llegar, los agentes hablaban desde sus Black Berrys con sus novias. Hasta que uno me atendió. Yo inicié el relato y él completó la descripción: Son los mismos- le dijo a uno de sus compañeros-  dándoselas de detective: Conductor blanquito con parrillero negrito en moto negra foco redondo. Ya nos han hecho varios hurtos aquí en la zona.
Las ratas siguen libres. Afortunadamente, a cambio de lo que se llevaron, me dejaron este Cortísimo Metraje, que para mi vale más que todas las monedas y todas las cadenas de oro de 24 quilates, habidas y por haber. Así que al final ambos ganamos; ellos seguirán robando y yo escribiendo.
Ya la vida se encargará de darle a cada quién su merecido. Cuando crees que andas de buenas surge la generosa calamidad para recordarte que no tienes nada ganado- menos la vida- y que la riqueza es lo que haces con la existencia, que pasa rápido ante tus ojos.
Jarolferreira@gmail.com

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