EDITORIAL

Megabiblioteca de Santa Marta, buen espejo para evitar errores

En la capital samaria quedó demostrado que la infraestructura, por sí sola, no crea cultura. Un excelente teatro, como el que también se hizo en Santa Marta, sin programación constante es solo un edificio, y quejas hay. Una biblioteca sin libros actualizados y sin bibliotecarios suficientes es un total fracaso.

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Lo descrito en un monólogo reciente de la escritora y ensayista Carolina Sanín, en la revista Cambio, junto con un informe del portal digital Contexto, sobre el estado actual del proyecto de la Megabiblioteca de Santa Marta, sirve de alarma para evitar que acá en Valledupar suceda lo mismo con obras similares como el Centro Cultural de la Música Vallenata (CCMV) y la biblioteca municipal.

El informe en mención revela una serie de cuestionamientos como sobrecostos, decisiones técnicas discutibles, celos políticos, débil capacidad en la gestión, falta de planeación a largo plazo y la poca utilidad del proyecto frente a otras necesidades de la ciudadanía samaria. Se invirtieron cerca de 40 mil millones de pesos en la biblioteca.

“En Santa Marta, la programación cultural rara vez se difunde más allá del corto alcance de las cuentas de redes sociales, y esta visita no fue la excepción. Pero el núcleo del asunto es que se ha abandonado hace rato la aspiración de que la Megabiblioteca sea un referente de la cultura samaria. Ya no convoca al público que supo reunir en sus primeros dos años”, dice un aparte del informe del portal Contexto.

Por su parte, Sanín habla de “un edificio enfermo, del desprecio por los libros, de las frases de los políticos, de la incapacidad para cuidar y de las plantas de plástico”.

En resumen, lo planteado en estos dos medios de comunicación es que no es suficiente levantar una gran obra para que la cultura florezca, en razón a que la Megabiblioteca de Santa Marta aparece como un proyecto pensado más para la foto y el titular que para el uso cotidiano, más para el impacto político inmediato que para la sostenibilidad en el tiempo. Se cuestiona, además, que se priorice el cemento sobre los contenidos, la infraestructura sobre los bibliotecarios, la monumentalidad sobre los lectores.

Precisamente eso es lo que no debe permitirse en Valledupar con el CCMV y la Biblioteca Municipal recientemente inaugurada. Nuestra ciudad no puede darse el lujo de repetir esa mala experiencia de Santa Marta. El CCMV, con una inversión que supera los 200 mil millones de pesos, es una obra llamada a ser un referente nacional. Eso exige un nivel máximo de responsabilidad pública, que haya claridad en su modelo de gestión y transparencia en el manejo de los recursos, y programación de eventos de alta calidad nacional e internacional.

En el caso de la biblioteca municipal de Valledupar, que está en un extremo de la ciudad —más allá de Don Alberto—, que costó mucho menos, es cierto, debe fortalecerse de manera constante con colecciones, personal, fomento de lectura y vínculos con colegios y universidades.

En términos generales, de nada serviría tener más y mejores edificios si no se crean públicos nuevos, si no se fortalecen los existentes y si no se atraen públicos de afuera, incluido el gran turismo cultural del que tanto se habla, pero poco se hace.

Es claro que la generación de públicos no es automática ni espontánea: requiere de muchos esfuerzos, de alianzas con muchos sectores y de una oferta cultural de muy alto nivel, capaz de despertar interés y garantizar asistencia masiva.

En la capital samaria quedó demostrado que la infraestructura, por sí sola, no crea cultura. Un excelente teatro, como el que también se hizo en Santa Marta, sin programación constante es solo un edificio, y quejas hay. Una biblioteca sin libros actualizados y sin bibliotecarios suficientes es un total fracaso.

Entonces, en Valledupar tenemos ante nuestros ojos una lección que nos indica que antes de inaugurar hay que pensar en el día después y que antes del aplauso político se debe asegurar la sostenibilidad cultural. Es necesario entender que la verdadera inversión no está solo en el concreto, tal como lo corrobora la Megabiblioteca de Santa Marta (y su gran teatro), con bajo uso y escasa misión cultural.

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  • Biblioteca Municipal de Valledupar
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  • Megabiblioteca de Santa Marta

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