El último hecho violento contra la mujer registrado por EL PILÓN fue justo este fin de semana, en la urbanización Lorenzo Morales, en el que una dama recibió dos impactos de bala por parte de “dos sujetos que se movilizaban en motocicleta, se acercaron y le dispararon”.
En un pasado reciente ese tipo de escenas solo eran protagonizadas por hombres, en las que unos disparaban y otros recibían los impactos de las balas, pero las cosas han cambiado. La liberación femenina no solo le ha permitido a la mujer incursionar en actividades que antes estaban reservadas para el sexo masculino, sino que ahora algunas de ellas también participan en el mercado delincuencial con las mismas consecuencias en las que terminan los varones.
Este 25 de noviembre es la fecha en la que el mundo vuelve la mirada hacia esa cruel verdad, tal es la violencia contra las mujeres que además de persistir ahora se transforma de manera preocupante con los contantes crímenes contra muchas de ellas, pero que en muchos casos ya no son por causas pasionales o violencia intrafamiliar como solía suceder.
Todo indica que las mujeres además de conquistar espacios que durante siglos les fueron negados, un significativo porcentaje también ha caído en dinámicas ilegales, situación que hace más compleja la lucha por la igualdad y la protección de la vida femenina.
Es así como esa discusión sobre la violencia contra la mujer ahora debe ampliarse a estudiar las razones que llevan a muchas de ellas a vincularse al crimen organizado, economías ilícitas y dinámicas violentas, sin duda un escenario más crudo, más amplio y más peligroso que debe analizarse de manera rigurosa.
Compartimos la tesis de que “la llamada liberación femenina ha roto techos de cristal, pero en algunas circunstancias también ha roto barreras que antes mantenían a la mujer lejos de escenarios de confrontación violenta”.
El Día Internacional de la eliminación de la Violencia contra la Mujer debe detenerse a revisar todo aquello que hizo posible la inclusión de ellas en esos mundos masculinizados, donde la vida es frágil, la violencia es un lenguaje cotidiano y que ahora está exponiendo a muchas mujeres a riesgos antes impensados. Allí, las mujeres no solo son víctimas por su condición de género, sino también por la lógica propia de los conflictos ilícitos: venganzas, ajustes de cuentas, disputas de territorio y control, como lo indican muchos casos conocidos en nuestra región.
Mientras en el año 2024 se registraron tres feminicidios en el Cesar, durante este 2025 van más de seis mujeres asesinadas por causas que aún están por esclarecerse.
No se trata de cuestionar el avance de los derechos y libertades de las mujeres. Por el contrario, la idea es que los entes comprometidos con el tema tengan en cuenta que la desigualdad no se resuelve únicamente con presencia femenina en nuevos espacios, sino transformando las condiciones que normalizan la violencia en todas sus formas, en este caso contra las mujeres que pierden sus vidas en medio de las balas de la delincuencia.
Todos los esfuerzos deben apuntar a evitar que las mujeres no caigan en ese escenario de violencia. El mensaje debe ser a superar ese mundo en el que la mujer no sea víctima no solo de la violencia íntima, sino de un sistema social y criminal que ha aprendido a usar su cuerpo, su presencia y su vida como instrumentos para fines no legales. La tarea no es fácil porque ha de trabajarse en erradicar la violencia tradicional que aún se reproduce en los hogares y al mismo tiempo enfrentar las nuevas dinámicas que tienen a muchas mujeres en el centro de escenarios criminales donde antes no estaban y ahora las quieren poner de protagonistas.





