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La eficacia del amor

“En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor…” (1 Juan 4,18).

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El texto del epígrafe nos da una clara indicación de la razón por la cual el estado deseable en toda comunidad, es la obediencia motivada por el amor. La obediencia por temor, puede, eventualmente, librar del castigo, pero carece del poder necesario para producir en nuestro interior una transformación profunda.

En la mayoría de los casos, cada vez que nos disciplinaron fue bajo los efectos de la ira, produciendo un resultado de castigo desmedido en lugar de corrección y restauración. Aprendimos a obedecer motivados mayormente por el miedo. Pero, ya de adultos se debería ir produciendo un proceso de maduración en nuestro interior que lleve a la obediencia por decisión propia y no por estímulos externos impuestos.

La disyuntiva es: la intimidación o el amor. Son muchas las comunidades, incluso naciones como la nuestra, en las que se intimida a las personas por medio amenazas, de marchas o de impuestos y limitaciones de la libertad para que obedezcamos los deseos y programas de la gobernanza de turno. Esto producirá, en un amplio sector, suficiente temor para garantizar actitudes de sumisión al liderazgo; pero, también, en otro sector, la resistencia a ser presionada de esa manera, cuestionando las intenciones de los líderes, y con el tiempo, ese sector minoritario terminará sumido en la decepción y la desesperanza.

Queridos amigos lectores: creo que no hemos sido llamados a asegurar la lealtad de las personas, independientemente del área de influencia que ejerzamos, a través del miedo y la amenaza. Hemos sido llamados a participar del ministerio de la transformación y el cambio genuino a través de la eficacia del amor. Sería imposible llevar a cabo este cometido si los únicos instrumentos son la intimidación y el castigo.

En época de Cristo, podemos comparar estas dos maneras de alcanzar resultados: El grupo de los religiosos recalcitrantes, fracasaron con su interminable lista de requisitos para ser aceptables delante de Dios. Toda la sociedad daba testimonio de la poca eficacia que tenían a la hora de producir cambios en la vida de las personas.

Mientras que, en el ministerio personal de Jesús, se notó cuán eficaz era el amor: Jesús logró la dramática transformación de un endurecido materialista como Zaqueo. Produjo el quebranto de una despreciada y condenada mujer con tres en conducta, que se echó a besar sus pies en una cena pública. Trajo vida a un puñado de resentidos sociales cuyo idioma era el odio y la venganza. Ablandó el corazón de una mujer sorprendida en adulterio y le ofreció perdón restaurador.

En conclusión: el amor es el instrumento más poderoso sobre la faz de la tierra, y debe, por esta razón, ser el medio predilecto de todos aquellos que ejercen un liderazgo transformacional. La zanahoria siempre dará mejores resultados que el garrote. Y siempre será más fácil cazar moscas con miel que con vinagre.

Mis oraciones para que Dios nos use en la revolución del amor y podamos ser instrumentos de justicia y paz en las manos del Maestro.

Abrazos y bendiciones.

Por: Valerio Mejía

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