Jugando dominó en la hospitalaria casa del doctor Marcelo Calderón y su señora doña Laura, desde hace más de un cuarto de siglo y todos los días a partir de las 4 de la tarde, un amigo y compañero de mesa, ante una de las estrambóticas decisiones del señor presidente Petro, exclamó con rabia que la única solución con nuestro mandatario era eliminarlo, ante lo cual, en forma enfática, dije que no, que esa no era la solución, que él había sido elegido con más de once millones de votos y que la única manera de vencerlo era con una copiosa votación superior a la de él. Le agregué que Colombia ha tenido la fama y la tradición de ser una democracia y que un crimen de esa naturaleza no lo podíamos permitir.
Le aclaré que aquí hay una sólida división tripartita de poderes y que, a pesar de que el señor presidente ha tratado de atropellar al Legislativo y al Judicial, no ha podido doblegar a los jueces y magistrados. Pero lo ha logrado parcialmente en el Legislativo, comprando y arrodillando a algunos parlamentarios venales y avispados; sin embargo, la mayoría se ha erguido en forma valiente y ha logrado rechazar las iniciativas absurdas que el Ejecutivo ha presentado, en concurso con jueces y magistrados que no han permitido el atropello y se han parado en la raya defendiendo los intereses de nuestra patria.
Por ahí no es la cosa; sería el peor error que se podría cometer, con consecuencias funestas e impredecibles, casi que con seguridad. Si no explota una guerra civil, los desórdenes y desmanes serían inmensos, media Colombia ardería, pues las huestes petristas enardecidas no habría quien las atajara, y eso había que evitarlo.
—¿Y cómo? —me preguntó—.
Le contesté: en las elecciones, con el voto, que es el arma que la democracia y la Constitución nos han dado para defendernos. Votar en forma masiva en cuanto evento electoral haya, de manera especial para elegir su reemplazo en la Presidencia; ahí es donde debemos exhibir nuestra fortaleza y que no pase lo que pasó en el debate pasado, cuando miles de colombianos, especialmente antioqueños y bogotanos, dejaron de votar confiados de que el triunfo estaba asegurado, confirmando la sentencia de que, en materia electoral, nada es seguro hasta que no se cuente el último voto.
Entonces, la consigna y el propósito desde ya es entrar de lleno en la campaña, marginar la indiferencia para que podamos ver a Colombia dirigida por el candidato que obtenga las mayorías de votos, derrotando ampliamente, en primera vuelta, al candidato del petrismo disfrazado de oveja, cuando de verdad es un lobo feroz que tratará de continuar acabando con los fuertes cimientos democráticos que tenemos e insistiendo en llevarnos por los caminos que ha transitado Cuba por más de 60 años y ahora Venezuela, por mucho tiempo.
Colombia es Colombia, y aquí esos gobiernos no pegan, aunque por descuido e indiferencia ya nos metieron un golazo. Eso no puede pasar otra vez.
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¿Qué resolvió la Secretaría de Tránsito con pintar la calle 10 y la carrera 13? Nada. La situación es más caótica ahora, además de gastar un pocón de plata innecesariamente, que se necesita para otros menesteres. La solución, lo repito y recontrarrepito al mejor estilo de La Carpa, es una sola vía. Insisto, porque yo lo hice cuando desempeñé ese cargo por dos veces, y vi que esa era la única solución para ordenar el tránsito vehicular.
La pintura se necesita en El Boliche, en donde sí existe una sola vía en sus calles y carreras, pero no están señalizadas, y de ahí el caos y el desorden vehicular que allí impera. Además, señor alcalde, ya es hora de pavimentar lo que falta en El Boliche, donde trabajan hombres honrados en condiciones infrahumanas, por la invasión de basuras y mortecinas.
Por: José Manuel Aponte Martínez.





