COLUMNA

El rico guapo

A raíz de la muerte de Manuela vinieron muchas escenas de dolor e incertidumbre, conllevando al desequilibrio de la economía familiar

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Manuela gozaba de fama y prestigio por cuanto había aprendido en una peluquería de Valledupar un oficio poco común en un pueblo como El Molino, donde no es de usanza que las mujeres se realicen cortes capilares a la altura de sus genitales, o se diseñen el famoso bikini.

Manuela no solo ganó fama como estilista profesional, sino que extendió su prestigio en depilar con cera o láser las partes íntimas a hombres y mujeres, dejando en ellos una sensación de pureza, limpieza y frescura.

A Manuela la vida le sonreía, por cuanto las mujeres del sur de La Guajira se acercaban a su acreditado negocio ubicado en el barrio ‘Rico Guapo’ a realizarse a menudo limpieza de tipo capilar.

Era tanta la fama que mujeres de Barranquilla y hasta de Estados Unidos y Canadá viajaban expresamente hasta El Molino a ser atendidas por la eficiente dama.

Su fama se extendió por el mundo que, hasta expertos del Brasil, programaron cursos y seminarios internacionales en El Molino para conocer las habilidades y destrezas de Manuela.

A Manuela la vida la sorprendió para mal, cuando privadamente se duchaba sintió una inflamación en uno de los senos, de inmediato consultó con el doctor Emiliano Cruz Zabaleta, quien, al detallar clínicamente el asunto, le sugirió diagnosticar con urgencia en Valledupar.  La noticia fue fatal: al cabo de seis meses murió.

A raíz de la muerte de Manuela vinieron muchas escenas de dolor e incertidumbre, conllevando al desequilibrio de la economía familiar, los lujos y excentricidades de la familia se fueron reduciendo, sus hijas no pudieron continuar sus estudios universitarios y Moscote, su esposo, fue consumido en un profundo duelo de pesar y tristeza. La angustia era tanta que la pobreza familiar tocó fondo.

Estaba tan precaria la situación económica del hogar, que en alguna ocasión llegó al antiguo salón una despistada señora proveniente de una población cercana y quien desconocía que Manuela había muerto.

Al ser atendida por el adolorido esposo, este, ante la dura situación que reinaba en el hogar, decidió proponerle los servicios especializados de peluquería de sus partes íntimas.

Rufina, con el ánimo de no perder el viaje y de ser atendida por un especialista, decidió acceder a la propuesta de Moscote, quien puntualmente le solicitó a la paciente desvestirse y a cambio se colocara una bata con la intención de proceder a realizarle el bikini.

Rufina, deseosa de ser atendida, se acostó en la camilla y como si fuese a dar a luz, inclinó sus piernas encima de unas horquetas metálicas. Cuando Moscote vio el escenario, le preguntó a su clienta que si ella era de Urumita. A lo que Rufina le responde a afirmativamente con un sí.

A la vez le replica con otra pregunta, que por qué acertó en adivinar su procedencia. Moscote, un poco ocurrente y con la chispa que caracteriza a los molineros, le respondió: “Es que con esa frondosa calaguala dudosamente fallaba”.

Pedro Norberto Castro Araújo

El Cuento de Pedro

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