El 22 de octubre es la fiesta de Santa Cecilia, patrona de la música, distinción que fue oficializada por el papa Gregorio XIII en 1594. Desde 1991, la Sociedad de Autores y Compositores de Colombia (SAYCO) celebra el Día del Compositor, para resaltar el talento musical y poético de hombres y mujeres que llenan de fiesta el corazón y la identidad cultural del país.
En homenaje a algunos compositores vallenatos, estas breves descripciones: Tobías Enrique Pumarejo, temeroso del olvido, cuando pasa por el puente nunca bebe agua del río. Emiliano Zuleta Baquero, la “gota fría” que se solaza en los espejos celestes de los acordeones. Rafael Escalona, con visión de arquitecto construye una “casa en el aire” y en el bosque de su alma escucha el canto de un pájaro invisible. Leandro Díaz, en los espejos de agua del Tocaimo la imagen de la mujer que al caminar hace reír las sabanas y en la soledad de sus ojos siente que Dios no lo deja. Alejo Durán, en su correduría busca la filiación de su amada y llora por el adiós de aquel “039”. Calixto Ochoa, en la pastoral custodia los altares y la soledad marchita el lirio rojo del jardín de su corazón.
Luis Enrique Martínez, con el acordeón escribe en la memoria del tiempo, la juglaría de su nombre ‘El pollo vallenato’. Abel Antonio Villa, al retornar, espera el final de su velorio. Juancho Polo, en su ausencia, la elegía por su adorada compañera y dibuja en el teclado un lucero espiritual. Gustavo Gutiérrez, despliega el camino largo en las confidencias del paisaje de sol. Fredy Molina, en las brisas de la Malena aleteos de cometas y la romántica sinfonía de los años juveniles. Octavio Daza contempla la mariposa que jugueteaba en el río de sus amoríos. Adolfo Pacheco, meciendo en su hamaca grande ve el mochuelo cantar la añoranza del viejo Miguel.
Rafal Manjarrez interroga a la princesa engreída que se mete en el mar cantando versos benditos. Carlos Huertas, en el festín de tunas y cardones viaja con el Ranchería en su tierra de cantores. Isaac “Tijito” Carrillo, el monarca, a quien una cañaguatera le tiñe de música el corazón. Sergio Moya, por las rutas pedregosas de su tierra viaja con un amor de contrabando, y se detiene en la fiesta de los pájaros. Rosendo Romero, descubre la Fantasía en un gajo de lucero y quiere robarle los minutos a las horas. Roberto Calderón, con la sonrisa de luna sanjuanera hace eterno el canto de la vida.
Emilianito Zuleta, con el aroma de la lluvia corteja a la mujer en la antesala del romance. Santander Durán, en la ausencia matinal poetiza el silencio del rocío. Emiro Zuleta, con su caligrafía de la conquista deseada, pide que la noche se repita. Marciano Martínez, en su ancestral apego por su pueblo nos enseña a decir: yo soy de usted, como ustedes de mí. Julio Oñate, con profecía pondera las barreras de los bosques que frenen el trote del desierto. De esa estirpe de historia y poesía se ha tejido el canto vallenato, que perdura y sigue, como el ave sonora del tiempo.
Por José Atuesta Mindiola





