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Columnista - 22 diciembre, 2017

Navidad 2017

“No teman, les anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo: Ha nacido hoy en la ciudad de David, un Salvador que es Cristo el Señor”: San Lucas 2,10-11. La Navidad es el más maravilloso tiempo de regocijo y alegría. Es tiempo de añoranzas y recuerdos, tiempo de gozo por el nacimiento […]

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“No teman, les anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo: Ha nacido hoy en la ciudad de David, un Salvador que es Cristo el Señor”: San Lucas 2,10-11.

La Navidad es el más maravilloso tiempo de regocijo y alegría. Es tiempo de añoranzas y recuerdos, tiempo de gozo por el nacimiento de Jesús, quien se ha mantenido sobre el tapete de la actualidad por más de veinte siglos, está vivo y habita en medio de nosotros. El dulce Espíritu Santo lo hace real manifestando el grato olor de su presencia y derramando de su amor y su gracia en medio de nosotros.

Un día Dios tuvo que hacerse hombre y venir desde la eternidad al tiempo, para convivir con nosotros. Haciéndose como uno de nosotros, podría cumplir los requisitos propios del familiar cercano que pagara la deuda de pecado e indiferencia y se convirtiera en nuestro Redentor, trayendo para todos aquellos que se acogen por la fe a ese ofrecimiento, una nueva vida de realización y victoria, de paz y libertad.

Cuenta el relato bíblico que, en época del nacimiento de Jesús, vinieron del oriente unos magos, llegaron a Jerusalén preguntando: “¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Pues vimos su estrella en el oriente y venimos a adorarle”. Estos extranjeros son llamados y seducidos a venir desde las lejanas tierras del oriente, siguiendo la sobrenatural manifestación de una estrella, confirmada por una señal de la revelación de Dios en sueños. La misión: Conocer y adorar a Jesús.

También había pastores en la región, que velaban y guardaban las vigilias de la noche sobre sus rebaños. Y se les presentó un ángel del Señor y les dijo: “Ha nacido hoy en la ciudad de David, un Salvador, que es Cristo el Señor”. Estos eran unos nacionales, nativos de la región, quienes también recibieron el llamado a través de un ángel, confirmado por un gran coro de una multitud de huestes celestiales que alababan a Dios, diciendo: “Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz a los hombres en quienes él se complace”.

Amado amigo lector, sea que hayas venido de lejanas tierras, o seas un nativo de la región del gran Valle del Cacique Upar. Sea que eres llamado a través de una estrella o por la visita de un ángel mensajero. Sea que conozcas la dirección de Dios en sueños ungidos, o que te deleites con ese precioso coro celestial cantando alabanzas a Dios. En estas navidades, nos es necesario reconocer lo que esos dos grupos diferentes de personas reconocieron: Que, a partir de ese momento, la vida sobre la tierra sería distinta, diferente, porque había nacido un Salvador que es Cristo el Señor.

Caro amigo: ¡Renueva tus fuerzas y tu confianza en Dios! ¡Gózate en tu Salvador y Señor hoy! Él vino para traer la respuesta que nuestro atribulado corazón necesita hoy. En una navidad como esta, Cristo vino al mundo; nació en un pesebre oscuro y mal oliente para traer luz y plena redención. Él vino para darle sentido y propósito a nuestra existencia. Vino para triunfar sobre nuestros fracasos. Vino para prevalecer sobre nuestras debilidades. Vino para vencer nuestras angustias y problemas.

En estas navidades, saludamos con especial afecto a nuestros amados familiares y amigos. Para los que partieron, el recuerdo dulce de su amor. Para los que permanecen, nuestro clamor para que continúen amando lo nuestro, sirviendo a nuestra generación y reconociendo la presencia hermosa de aquel, quien un día como hoy, nació en Belén de Judea. Para ustedes mis lectores, nuestro profundo respeto e inconmensurable amor.

¿Te gustaría orar? Dile conmigo: “Querido Jesús, te invito a nacer con todo el esplendor de tu gloria en el pesebre de mi corazón. Te reconozco como mi Salvador y mí Señor. Guíame con tu luz y tu verdad. Gracias por perdonarme y por morar en mí corazón. Amén”. Te mando un abrazo cargado de cariño. ¡Feliz Navidad!

Columnista
22 diciembre, 2017

Navidad 2017

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Valerio Mejía Araújo

“No teman, les anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo: Ha nacido hoy en la ciudad de David, un Salvador que es Cristo el Señor”: San Lucas 2,10-11. La Navidad es el más maravilloso tiempo de regocijo y alegría. Es tiempo de añoranzas y recuerdos, tiempo de gozo por el nacimiento […]


“No teman, les anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo: Ha nacido hoy en la ciudad de David, un Salvador que es Cristo el Señor”: San Lucas 2,10-11.

La Navidad es el más maravilloso tiempo de regocijo y alegría. Es tiempo de añoranzas y recuerdos, tiempo de gozo por el nacimiento de Jesús, quien se ha mantenido sobre el tapete de la actualidad por más de veinte siglos, está vivo y habita en medio de nosotros. El dulce Espíritu Santo lo hace real manifestando el grato olor de su presencia y derramando de su amor y su gracia en medio de nosotros.

Un día Dios tuvo que hacerse hombre y venir desde la eternidad al tiempo, para convivir con nosotros. Haciéndose como uno de nosotros, podría cumplir los requisitos propios del familiar cercano que pagara la deuda de pecado e indiferencia y se convirtiera en nuestro Redentor, trayendo para todos aquellos que se acogen por la fe a ese ofrecimiento, una nueva vida de realización y victoria, de paz y libertad.

Cuenta el relato bíblico que, en época del nacimiento de Jesús, vinieron del oriente unos magos, llegaron a Jerusalén preguntando: “¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Pues vimos su estrella en el oriente y venimos a adorarle”. Estos extranjeros son llamados y seducidos a venir desde las lejanas tierras del oriente, siguiendo la sobrenatural manifestación de una estrella, confirmada por una señal de la revelación de Dios en sueños. La misión: Conocer y adorar a Jesús.

También había pastores en la región, que velaban y guardaban las vigilias de la noche sobre sus rebaños. Y se les presentó un ángel del Señor y les dijo: “Ha nacido hoy en la ciudad de David, un Salvador, que es Cristo el Señor”. Estos eran unos nacionales, nativos de la región, quienes también recibieron el llamado a través de un ángel, confirmado por un gran coro de una multitud de huestes celestiales que alababan a Dios, diciendo: “Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz a los hombres en quienes él se complace”.

Amado amigo lector, sea que hayas venido de lejanas tierras, o seas un nativo de la región del gran Valle del Cacique Upar. Sea que eres llamado a través de una estrella o por la visita de un ángel mensajero. Sea que conozcas la dirección de Dios en sueños ungidos, o que te deleites con ese precioso coro celestial cantando alabanzas a Dios. En estas navidades, nos es necesario reconocer lo que esos dos grupos diferentes de personas reconocieron: Que, a partir de ese momento, la vida sobre la tierra sería distinta, diferente, porque había nacido un Salvador que es Cristo el Señor.

Caro amigo: ¡Renueva tus fuerzas y tu confianza en Dios! ¡Gózate en tu Salvador y Señor hoy! Él vino para traer la respuesta que nuestro atribulado corazón necesita hoy. En una navidad como esta, Cristo vino al mundo; nació en un pesebre oscuro y mal oliente para traer luz y plena redención. Él vino para darle sentido y propósito a nuestra existencia. Vino para triunfar sobre nuestros fracasos. Vino para prevalecer sobre nuestras debilidades. Vino para vencer nuestras angustias y problemas.

En estas navidades, saludamos con especial afecto a nuestros amados familiares y amigos. Para los que partieron, el recuerdo dulce de su amor. Para los que permanecen, nuestro clamor para que continúen amando lo nuestro, sirviendo a nuestra generación y reconociendo la presencia hermosa de aquel, quien un día como hoy, nació en Belén de Judea. Para ustedes mis lectores, nuestro profundo respeto e inconmensurable amor.

¿Te gustaría orar? Dile conmigo: “Querido Jesús, te invito a nacer con todo el esplendor de tu gloria en el pesebre de mi corazón. Te reconozco como mi Salvador y mí Señor. Guíame con tu luz y tu verdad. Gracias por perdonarme y por morar en mí corazón. Amén”. Te mando un abrazo cargado de cariño. ¡Feliz Navidad!