El lodo, pronunciados desniveles de tierra, inseguridad e incipientes lluvias no han impedido que un joven, sobre su desgastada bicicleta, salga desde su finca todos los días en la búsqueda de conectividad para cumplir el sueño de ser ingeniero ambiental y sanitario.
“El cantar de los gallos y el cacarear de las gallinas me despiertan como es costumbre para comenzar mi rutina. Debo alimentar rápido a los pollos, darle de comer a los patos recién nacidos y limpiar el gallinero que con tanto esfuerzo hice. Tengo que hacerlo rápido antes de que comience la clase.
Mi madre me llama para desayunar y trago casi entero la comida porque ya no tengo tiempo. La clase está por comenzar. Dejo el comedor y apresuradamente, mientras salgo de la casa, guardo en mi mochila los dos cuadernos y la tablet. Agarro mi vieja bicicleta rogándole a Dios que no se me espiche una llanta, y que no me atraquen de nuevo en el camino pedregoso que debo sortear para poder estudiar”.
Este relato es el inicio de la travesía de Lewis Herrera, un joven que recorre trochas desde la vereda Sardinata hasta el casco urbano del municipio de La Paz. Este estudiante de la Universidad Popular del Cesar, UPC, llega casi todos los días esperanzado al parque San Francisco de Asís para conectarse al internet público y así poder ver sus clases virtuales del programa de Ingeniera Ambiental y Sanitaria.
Su rostro, de nariz pronunciada, cabello ondulado y enorme sonrisa, transmite una nobleza y humildad que se transforman en la gallardía que le ha permitido, desde el pasado mes de agosto, enfrentar las dificultades que significa vivir en una vereda que carece de conexión a internet, señal de telefonía e incluso redes eléctricas formalmente establecidas. Déficit que padece aún más desde que la pandemia de la covid-19 impuso la virtualidad.
En su desgastada compañera de dos ruedas, de lunes a viernes emprende un recorrido de 20 a 30 minutos desde su humilde vivienda hasta una banca del parque San Francisco de Asís, en donde se sienta con una tablet en las manos. Siempre lo acompaña la ansiedad de quien debe desafiar la norma para poder gozar de un derecho: educarse.
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Su tradicional jean azul marino, un suéter de color fuerte y sus sandalias marrones confirman que sus objetivos tienen la identidad del campo. Es un soñador que una vez se gradúe como ingeniero ambiental quiere trabajar para reducir las prácticas que perjudican el medio ambiente. “Quiero graduarme como ingeniero ambiental y sanitario para luchar por el ecosistema e impulsar acciones que vayan encaminadas a salvaguardarlo. Muchos de los desastres naturales son producto de las malas prácticas humanas y actividades económicas dañinas con el medio ambiente. Vivo en la naturaleza y quiero ser una ficha para salvarla”, manifestó Herrera.
Con una persistencia envidiable sube y baja en su fiel compañera pequeños arroyos, cruza piscinas de lodo que están casi permanentemente en el camino y sortea las piedras que adornan la ruta ante la falta de placa huella. El último tramo para llegar al casco urbano tiene unos cuantos metros de cemento que se convierten en un descanso para Herrera, después de haberse tambaleado en su bicicleta por media hora.
Irónicamente, personas del sector comenzaron a ver con “malos ojos que un hombre con su particular vestimenta se sentara en una banca del parque”. Por eso, Herrera fue denunciado ante la Policía Nacional, la cual procedió a abordarlo a finales de agosto para hacerle una requisa. Esa misma situación se repitió a principios del mes de septiembre.
“Siempre llegaba al parque para ver mis clases, tal vez mi presencia allí incomodó a algunas personas que viven alrededor. Yo no le presté mucha atención a eso porque es un lugar público. De repente un día cuando estaba en medio de una clase la Policía llegó a requisarme”, relató Herrera.
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Sin un atisbo de resentimiento en su voz comentó que las denuncias de la comunidad fueron porque desconocían que él era un estudiante. Relató, además, con una carcajada tímida, que una de las personas que lo denunció se le acercó para preguntarle la razón por la cual llegaba casi todos los días al parque. Al escuchar su testimonio pararon las quejas. Ahora, al contrario, por su nobleza y esfuerzo, se ganó los corazones de algunos ciudadanos desconfiados.
Lewis conoce el mundo. Su desigualdad y barreras. Por eso entiende, con tristeza, que la situación que vive la padecen miles de jóvenes que residen en la zona rural. Él es testigo de las historias de amigos y conocidos que desistieron de estudiar por la dificultad para conectarse a las clases.
De acuerdo con el Departamento Administrativo Nacional de Estadísticas, DANE, solo el 14,8 % de los hogares cesarenses de la zona rural tiene conexión a internet, a diferencia del casco urbano en donde el porcentaje de viviendas conectadas es del 56,8 %.
Dichas cifras evidencian una brecha de conectividad del 42 % entre la zona urbana y rural, porcentaje alarmante que ubicó al departamento en el quinto puesto del ranking nacional que mide las brechas de conectividad en el país. Sin embargo, Lewis aseveró que no se detendrá ante la falta de internet porque la línea de meta, justamente, está después de los senderos pedregosos y los terrenos resbaladizos.
Por: Namieh Baute Barrios / EL PILÓN
El lodo, pronunciados desniveles de tierra, inseguridad e incipientes lluvias no han impedido que un joven, sobre su desgastada bicicleta, salga desde su finca todos los días en la búsqueda de conectividad para cumplir el sueño de ser ingeniero ambiental y sanitario.
“El cantar de los gallos y el cacarear de las gallinas me despiertan como es costumbre para comenzar mi rutina. Debo alimentar rápido a los pollos, darle de comer a los patos recién nacidos y limpiar el gallinero que con tanto esfuerzo hice. Tengo que hacerlo rápido antes de que comience la clase.
Mi madre me llama para desayunar y trago casi entero la comida porque ya no tengo tiempo. La clase está por comenzar. Dejo el comedor y apresuradamente, mientras salgo de la casa, guardo en mi mochila los dos cuadernos y la tablet. Agarro mi vieja bicicleta rogándole a Dios que no se me espiche una llanta, y que no me atraquen de nuevo en el camino pedregoso que debo sortear para poder estudiar”.
Este relato es el inicio de la travesía de Lewis Herrera, un joven que recorre trochas desde la vereda Sardinata hasta el casco urbano del municipio de La Paz. Este estudiante de la Universidad Popular del Cesar, UPC, llega casi todos los días esperanzado al parque San Francisco de Asís para conectarse al internet público y así poder ver sus clases virtuales del programa de Ingeniera Ambiental y Sanitaria.
Su rostro, de nariz pronunciada, cabello ondulado y enorme sonrisa, transmite una nobleza y humildad que se transforman en la gallardía que le ha permitido, desde el pasado mes de agosto, enfrentar las dificultades que significa vivir en una vereda que carece de conexión a internet, señal de telefonía e incluso redes eléctricas formalmente establecidas. Déficit que padece aún más desde que la pandemia de la covid-19 impuso la virtualidad.
En su desgastada compañera de dos ruedas, de lunes a viernes emprende un recorrido de 20 a 30 minutos desde su humilde vivienda hasta una banca del parque San Francisco de Asís, en donde se sienta con una tablet en las manos. Siempre lo acompaña la ansiedad de quien debe desafiar la norma para poder gozar de un derecho: educarse.
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Su tradicional jean azul marino, un suéter de color fuerte y sus sandalias marrones confirman que sus objetivos tienen la identidad del campo. Es un soñador que una vez se gradúe como ingeniero ambiental quiere trabajar para reducir las prácticas que perjudican el medio ambiente. “Quiero graduarme como ingeniero ambiental y sanitario para luchar por el ecosistema e impulsar acciones que vayan encaminadas a salvaguardarlo. Muchos de los desastres naturales son producto de las malas prácticas humanas y actividades económicas dañinas con el medio ambiente. Vivo en la naturaleza y quiero ser una ficha para salvarla”, manifestó Herrera.
Con una persistencia envidiable sube y baja en su fiel compañera pequeños arroyos, cruza piscinas de lodo que están casi permanentemente en el camino y sortea las piedras que adornan la ruta ante la falta de placa huella. El último tramo para llegar al casco urbano tiene unos cuantos metros de cemento que se convierten en un descanso para Herrera, después de haberse tambaleado en su bicicleta por media hora.
Irónicamente, personas del sector comenzaron a ver con “malos ojos que un hombre con su particular vestimenta se sentara en una banca del parque”. Por eso, Herrera fue denunciado ante la Policía Nacional, la cual procedió a abordarlo a finales de agosto para hacerle una requisa. Esa misma situación se repitió a principios del mes de septiembre.
“Siempre llegaba al parque para ver mis clases, tal vez mi presencia allí incomodó a algunas personas que viven alrededor. Yo no le presté mucha atención a eso porque es un lugar público. De repente un día cuando estaba en medio de una clase la Policía llegó a requisarme”, relató Herrera.
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Sin un atisbo de resentimiento en su voz comentó que las denuncias de la comunidad fueron porque desconocían que él era un estudiante. Relató, además, con una carcajada tímida, que una de las personas que lo denunció se le acercó para preguntarle la razón por la cual llegaba casi todos los días al parque. Al escuchar su testimonio pararon las quejas. Ahora, al contrario, por su nobleza y esfuerzo, se ganó los corazones de algunos ciudadanos desconfiados.
Lewis conoce el mundo. Su desigualdad y barreras. Por eso entiende, con tristeza, que la situación que vive la padecen miles de jóvenes que residen en la zona rural. Él es testigo de las historias de amigos y conocidos que desistieron de estudiar por la dificultad para conectarse a las clases.
De acuerdo con el Departamento Administrativo Nacional de Estadísticas, DANE, solo el 14,8 % de los hogares cesarenses de la zona rural tiene conexión a internet, a diferencia del casco urbano en donde el porcentaje de viviendas conectadas es del 56,8 %.
Dichas cifras evidencian una brecha de conectividad del 42 % entre la zona urbana y rural, porcentaje alarmante que ubicó al departamento en el quinto puesto del ranking nacional que mide las brechas de conectividad en el país. Sin embargo, Lewis aseveró que no se detendrá ante la falta de internet porque la línea de meta, justamente, está después de los senderos pedregosos y los terrenos resbaladizos.
Por: Namieh Baute Barrios / EL PILÓN