1. Hay tipos de sangre que repelen a los zancudos, la mía los atrae; desde niño me salían ronchas cuando por descuido de mi niñera o mi mamá me picaban, era en esos años en los que a uno como que le afectaban las cosas más fuertemente por estar armándose el génesis del organigrama físico- […]
1. Hay tipos de sangre que repelen a los zancudos, la mía los atrae; desde niño me salían ronchas cuando por descuido de mi niñera o mi mamá me picaban, era en esos años en los que a uno como que le afectaban las cosas más fuertemente por estar armándose el génesis del organigrama físico- sico-emocional en el cerebro, cuerpo y alma. Después llegaron los retos de la adolescencia, la identidad; el qué serás que se planteaba como un eterno cuestionamiento ante cualquier cosa.
2. Lo que no falta nunca es algo que se encargue de intentar hacerle a uno la vida de cuadritos. Al principio era la sensación producida por vivir en medio de la crisis algodonera de los ochentas, el asunto de los politiqueros de siempre, la violencia algunas veces silenciosa del campo, la angustia en el ambiente, la opulencia económica de una región bendecida por la marihuana y sus adeptos gringos.
Historias que decían que el negocio se acabó en el momento en el que algunos cultivadores decidieron apoderarse del canal de distribución mayorista directamente hasta los dueños del negocio al detal, matando a los que venían con los dólares para comprar la cosecha, quedándose con la plata y colocando ellos directamente la mercancía en el punto de venta y volviendo a venderla allá. Tanta era la demanda que la producción estaba vendida antes de existir; después el mercado cambió y no tiene nada de raro que en un futuro cercano terminemos importándola de California, junto a otra serie de frutos agrícolas producidos en USA.
3. Siempre me entusiasmó a lo que me podría dedicar una vez terminara el colegio, que empecé con entusiasmo y poco a poco me aburrió, al sentirme cercano a la libertad de dejar de hacer lo que los adultos ordenaban para dedicarme a lo mío. Cosa que me trajo muchos problemas con mi mamá y generó problemas entre ella y mi papá. Al ver la permisividad absoluta de él, ella se emputaba y duraban días discutiendo porque él no me imponía con más énfasis lo que se suponía yo debía hacer para no acabar en la olla social.
Pero era inútil porque ya habían hecho su entrada triunfal a mi vida Camus con su importaculismo, Sartre y su súper yo, los grafiteros y sus consignas, las guerras del Medio Oriente y el tiempo siempre escurriéndose hacia la nada, empujándonos poco a poco al precipicio, ojalá al menos confortable, del más allá. Hasta llegar a un presente en donde el cinismo alcanza niveles altísimos, las expectativas de un mundo mejor se reducen a su mínima expresión, todo se compra y todo se vende; excepto la poesía, que no es algo muy rentable últimamente.
1. Hay tipos de sangre que repelen a los zancudos, la mía los atrae; desde niño me salían ronchas cuando por descuido de mi niñera o mi mamá me picaban, era en esos años en los que a uno como que le afectaban las cosas más fuertemente por estar armándose el génesis del organigrama físico- […]
1. Hay tipos de sangre que repelen a los zancudos, la mía los atrae; desde niño me salían ronchas cuando por descuido de mi niñera o mi mamá me picaban, era en esos años en los que a uno como que le afectaban las cosas más fuertemente por estar armándose el génesis del organigrama físico- sico-emocional en el cerebro, cuerpo y alma. Después llegaron los retos de la adolescencia, la identidad; el qué serás que se planteaba como un eterno cuestionamiento ante cualquier cosa.
2. Lo que no falta nunca es algo que se encargue de intentar hacerle a uno la vida de cuadritos. Al principio era la sensación producida por vivir en medio de la crisis algodonera de los ochentas, el asunto de los politiqueros de siempre, la violencia algunas veces silenciosa del campo, la angustia en el ambiente, la opulencia económica de una región bendecida por la marihuana y sus adeptos gringos.
Historias que decían que el negocio se acabó en el momento en el que algunos cultivadores decidieron apoderarse del canal de distribución mayorista directamente hasta los dueños del negocio al detal, matando a los que venían con los dólares para comprar la cosecha, quedándose con la plata y colocando ellos directamente la mercancía en el punto de venta y volviendo a venderla allá. Tanta era la demanda que la producción estaba vendida antes de existir; después el mercado cambió y no tiene nada de raro que en un futuro cercano terminemos importándola de California, junto a otra serie de frutos agrícolas producidos en USA.
3. Siempre me entusiasmó a lo que me podría dedicar una vez terminara el colegio, que empecé con entusiasmo y poco a poco me aburrió, al sentirme cercano a la libertad de dejar de hacer lo que los adultos ordenaban para dedicarme a lo mío. Cosa que me trajo muchos problemas con mi mamá y generó problemas entre ella y mi papá. Al ver la permisividad absoluta de él, ella se emputaba y duraban días discutiendo porque él no me imponía con más énfasis lo que se suponía yo debía hacer para no acabar en la olla social.
Pero era inútil porque ya habían hecho su entrada triunfal a mi vida Camus con su importaculismo, Sartre y su súper yo, los grafiteros y sus consignas, las guerras del Medio Oriente y el tiempo siempre escurriéndose hacia la nada, empujándonos poco a poco al precipicio, ojalá al menos confortable, del más allá. Hasta llegar a un presente en donde el cinismo alcanza niveles altísimos, las expectativas de un mundo mejor se reducen a su mínima expresión, todo se compra y todo se vende; excepto la poesía, que no es algo muy rentable últimamente.