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Columnista - 5 octubre, 2018

Buscando la excelencia

“Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios y no de nosotros”. 2°Corintios 4,7 Nos han hecho creer que la excelencia es extravagante e imposible de lograr, que la excelencia es enemiga de lo bueno. Me gustaría definirla como esa fuerza interior que nos impulsa a […]

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“Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios y no de nosotros”. 2°Corintios 4,7

Nos han hecho creer que la excelencia es extravagante e imposible de lograr, que la excelencia es enemiga de lo bueno. Me gustaría definirla como esa fuerza interior que nos impulsa a buscar lo mejor de nuestras vidas cada día.

No es ser perfeccionistas, psico-rígidos y cuadriculados, sino es esforzarse para superarse cada día. Es tener un corazón dispuesto a seguir la verdad, a no engañar a las personas y a no ser mezquinos y egoístas. Es saber que se falla delante de Dios, pero se comprende que aquellos que conocen de su bondad no se dejan acorralar de esa presión externa que produce temor y frustración, sino lo arriesgan todo por amor al Señor y a los semejantes.

Buscar la excelencia es ocuparnos de aquellas cosas que Dios valora, considerar las personas que nos han sido confiadas y atender con diligencia las responsabilidades y tareas que nos han sido encomendadas. Es saber servir, perdonar y respetar a otros. Requiere sensibilidad y generosidad ante las necesidades de otros, tiempo para edificar relaciones y voluntad para entregar la vida con el objetivo de que otros puedan continuar. Es caminar la milla extra. Es esforzarnos en el último trecho. Es hacer las cosas con cuidado y sin chambonadas.

Amados amigos, esto no es tarea fácil. Requiere esfuerzo y tiene un alto costo, pero produce gran rédito. Proverbios afirma: “Has visto un hombre solícito en su trabajo? ¡Delante de los reyes estará, no delante de los de baja condición!”. Si, la excelencia conlleva más tiempo, más corazón y más devoción de la que podemos ofrecer con nuestras propias fuerzas; pero, acaso… ¿no tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios y no de nosotros?

Recordemos, las mejores cosas de la vida requerirán: cuidado, atención, tiempo y esfuerzo. Necesitamos dominar nuestra tendencia a ser descuidados, especialmente cuando presentamos nuestras vidas delante de Dios como ofrenda de olor fragante. De ahí la importancia de permanecer conectados con Dios en dependencia de su Santo Espíritu.

Una de nuestras mayores metas en la vida debería ser tener un espíritu excelente. Daniel, era un joven con una inquebrantable confianza en Dios, y debido a ella, sobresalió con un tremendo éxito. El poderoso Darío, rey del imperio Medo-persa estableció su reino con ciento veinte sátrapas que gobernasen en todo el reino y sobre ellos a tres gobernadores -Daniel era uno de ellos- a quienes los sátrapas dieran cuenta; pero Daniel era superior a todos ellos, porque había en él un espíritu superior.

Más allá de, la inteligencia emocional o intelectual, nada podrá igualarse a poseer un espíritu excelente. Será la mejor manera de reflejar la gloria de Dios y alumbrar con ella a las futuras generaciones. ¡Busquemos la excelencia!
Saludos cariñosos en Cristo.

Por Valerio Mejía 

Columnista
5 octubre, 2018

Buscando la excelencia

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Valerio Mejía Araújo

“Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios y no de nosotros”. 2°Corintios 4,7 Nos han hecho creer que la excelencia es extravagante e imposible de lograr, que la excelencia es enemiga de lo bueno. Me gustaría definirla como esa fuerza interior que nos impulsa a […]


“Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios y no de nosotros”. 2°Corintios 4,7

Nos han hecho creer que la excelencia es extravagante e imposible de lograr, que la excelencia es enemiga de lo bueno. Me gustaría definirla como esa fuerza interior que nos impulsa a buscar lo mejor de nuestras vidas cada día.

No es ser perfeccionistas, psico-rígidos y cuadriculados, sino es esforzarse para superarse cada día. Es tener un corazón dispuesto a seguir la verdad, a no engañar a las personas y a no ser mezquinos y egoístas. Es saber que se falla delante de Dios, pero se comprende que aquellos que conocen de su bondad no se dejan acorralar de esa presión externa que produce temor y frustración, sino lo arriesgan todo por amor al Señor y a los semejantes.

Buscar la excelencia es ocuparnos de aquellas cosas que Dios valora, considerar las personas que nos han sido confiadas y atender con diligencia las responsabilidades y tareas que nos han sido encomendadas. Es saber servir, perdonar y respetar a otros. Requiere sensibilidad y generosidad ante las necesidades de otros, tiempo para edificar relaciones y voluntad para entregar la vida con el objetivo de que otros puedan continuar. Es caminar la milla extra. Es esforzarnos en el último trecho. Es hacer las cosas con cuidado y sin chambonadas.

Amados amigos, esto no es tarea fácil. Requiere esfuerzo y tiene un alto costo, pero produce gran rédito. Proverbios afirma: “Has visto un hombre solícito en su trabajo? ¡Delante de los reyes estará, no delante de los de baja condición!”. Si, la excelencia conlleva más tiempo, más corazón y más devoción de la que podemos ofrecer con nuestras propias fuerzas; pero, acaso… ¿no tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios y no de nosotros?

Recordemos, las mejores cosas de la vida requerirán: cuidado, atención, tiempo y esfuerzo. Necesitamos dominar nuestra tendencia a ser descuidados, especialmente cuando presentamos nuestras vidas delante de Dios como ofrenda de olor fragante. De ahí la importancia de permanecer conectados con Dios en dependencia de su Santo Espíritu.

Una de nuestras mayores metas en la vida debería ser tener un espíritu excelente. Daniel, era un joven con una inquebrantable confianza en Dios, y debido a ella, sobresalió con un tremendo éxito. El poderoso Darío, rey del imperio Medo-persa estableció su reino con ciento veinte sátrapas que gobernasen en todo el reino y sobre ellos a tres gobernadores -Daniel era uno de ellos- a quienes los sátrapas dieran cuenta; pero Daniel era superior a todos ellos, porque había en él un espíritu superior.

Más allá de, la inteligencia emocional o intelectual, nada podrá igualarse a poseer un espíritu excelente. Será la mejor manera de reflejar la gloria de Dios y alumbrar con ella a las futuras generaciones. ¡Busquemos la excelencia!
Saludos cariñosos en Cristo.

Por Valerio Mejía