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Columnista - 16 julio, 2017

Alias ‘Papucho’

Mientras en Venezuela a diario salen miles de personas sacrificando su vida para protestar contra un gobierno que no tiene nada que ofrecer, que se encuentra acorralado en sus propias mentiras y ambiciones, en el que domina el poder militar como garantía para sostener a Maduro como presidente; otros desde el cómodo estudio del programa […]

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Mientras en Venezuela a diario salen miles de personas sacrificando su vida para protestar contra un gobierno que no tiene nada que ofrecer, que se encuentra acorralado en sus propias mentiras y ambiciones, en el que domina el poder militar como garantía para sostener a Maduro como presidente; otros desde el cómodo estudio del programa de Jaime Bayly y desde la tranquilidad de un escritorio usan columnas de opinión para sugerir la muerte del impopular sucesor de Hugo Chávez.

Es cierto que el régimen chavista está agonizando, las marchas opositoras ya parecen imparables, la detención domiciliaria del preso político Leopoldo López no se ve como una generosidad del dictador; por el contrario se asume como una medida desesperada que busca calmar los ánimos de los que se han revelado contra las medidas arbitrarias y abusivas de Nicolás Maduro, quien cuenta con la complicidad del Tribunal Supremo de Justicia.

Lo que está ocurriendo en Venezuela claro que preocupa, una Nación en la que desde hace mucho tiempo se ignora la separación de poderes y abandonó las bases y principios de un Estado democrático. Pero eso no puede llevarnos a una actitud incendiaria y promover desde la tranquilidad de la distancia la idea de cometer un delito tomando una postura patriótica o de un profundo sentimiento latinoamericano, como lo hizo el reconocido abogado Abelardo de la Espriella en una columna publicada en un diario barranquillero.

En una oportunidad en una finca cerca de Valledupar, en la vía al corregimiento de Río Seco, unos señores en una insustancial conversación política se autoproclamaban de derecha con exagerado orgullo y despotricaban de aquellos a quienes consideraban de izquierda; preferí escucharlos y no decir nada, pero pensaba en lo fácil que es tomar posiciones beligerantes al calor de un whisky, escuchando un clásico del Vallenato. Eso es lo que hace el señor de la Espriella, su delirio quijotesco lo lleva a levantar la voz para señalar el camino a ese pueblo que en verdad está sufriendo y padeciendo cada día, dejando muertos en las calles, peleando para tumbar al tirano, pero no necesitan que quien para ellos no es más que un desconocido los conduzca por el camino del crimen, así al abogado le parezca justificable.

La sola sugerencia de tan despreciable acto significa desconocer lo que en los últimos años ocurrió en Irak con la muerte de Saddam Hussein, en Libia con la muerte de Muamar Gadafi y no reconocer que esas “ejecuciones” en nada contribuyeron a la paz de esos países y por el contrario aceleraron el surgimiento y consolidación de otros grupos terroristas que extendieron sus atentados por fuera de oriente medio.

En los últimos años mucho ha conseguido la oposición venezolana, triunfar en las elecciones legislativas y contar con una mayoría en el parlamento, tener líderes visibles como López, Capriles, Machado y Borges, convencer a un sector del chavismo encabezado por la Fiscal del desmoronamiento del orden constitucional, atraer la atención del mundo para que entienda la crisis de Venezuela; para que tiren todo por la borda y en lugar de mantener sus convicciones democráticas, prefieran también las practicas homicidas como las de aquellos que desde el Estado quieren conseguir el favor del pueblo con bala en lugar de votos; no es un favor lo que creen que hacen apóstoles de la guerra que sueñan con ser ascendidos a comandantes desde la farándula criolla como parece ser la intención de alias ‘Papucho’.

Por Carlos Andrés Añez

 

Columnista
16 julio, 2017

Alias ‘Papucho’

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Carlos Andrés Añez Maestre

Mientras en Venezuela a diario salen miles de personas sacrificando su vida para protestar contra un gobierno que no tiene nada que ofrecer, que se encuentra acorralado en sus propias mentiras y ambiciones, en el que domina el poder militar como garantía para sostener a Maduro como presidente; otros desde el cómodo estudio del programa […]


Mientras en Venezuela a diario salen miles de personas sacrificando su vida para protestar contra un gobierno que no tiene nada que ofrecer, que se encuentra acorralado en sus propias mentiras y ambiciones, en el que domina el poder militar como garantía para sostener a Maduro como presidente; otros desde el cómodo estudio del programa de Jaime Bayly y desde la tranquilidad de un escritorio usan columnas de opinión para sugerir la muerte del impopular sucesor de Hugo Chávez.

Es cierto que el régimen chavista está agonizando, las marchas opositoras ya parecen imparables, la detención domiciliaria del preso político Leopoldo López no se ve como una generosidad del dictador; por el contrario se asume como una medida desesperada que busca calmar los ánimos de los que se han revelado contra las medidas arbitrarias y abusivas de Nicolás Maduro, quien cuenta con la complicidad del Tribunal Supremo de Justicia.

Lo que está ocurriendo en Venezuela claro que preocupa, una Nación en la que desde hace mucho tiempo se ignora la separación de poderes y abandonó las bases y principios de un Estado democrático. Pero eso no puede llevarnos a una actitud incendiaria y promover desde la tranquilidad de la distancia la idea de cometer un delito tomando una postura patriótica o de un profundo sentimiento latinoamericano, como lo hizo el reconocido abogado Abelardo de la Espriella en una columna publicada en un diario barranquillero.

En una oportunidad en una finca cerca de Valledupar, en la vía al corregimiento de Río Seco, unos señores en una insustancial conversación política se autoproclamaban de derecha con exagerado orgullo y despotricaban de aquellos a quienes consideraban de izquierda; preferí escucharlos y no decir nada, pero pensaba en lo fácil que es tomar posiciones beligerantes al calor de un whisky, escuchando un clásico del Vallenato. Eso es lo que hace el señor de la Espriella, su delirio quijotesco lo lleva a levantar la voz para señalar el camino a ese pueblo que en verdad está sufriendo y padeciendo cada día, dejando muertos en las calles, peleando para tumbar al tirano, pero no necesitan que quien para ellos no es más que un desconocido los conduzca por el camino del crimen, así al abogado le parezca justificable.

La sola sugerencia de tan despreciable acto significa desconocer lo que en los últimos años ocurrió en Irak con la muerte de Saddam Hussein, en Libia con la muerte de Muamar Gadafi y no reconocer que esas “ejecuciones” en nada contribuyeron a la paz de esos países y por el contrario aceleraron el surgimiento y consolidación de otros grupos terroristas que extendieron sus atentados por fuera de oriente medio.

En los últimos años mucho ha conseguido la oposición venezolana, triunfar en las elecciones legislativas y contar con una mayoría en el parlamento, tener líderes visibles como López, Capriles, Machado y Borges, convencer a un sector del chavismo encabezado por la Fiscal del desmoronamiento del orden constitucional, atraer la atención del mundo para que entienda la crisis de Venezuela; para que tiren todo por la borda y en lugar de mantener sus convicciones democráticas, prefieran también las practicas homicidas como las de aquellos que desde el Estado quieren conseguir el favor del pueblo con bala en lugar de votos; no es un favor lo que creen que hacen apóstoles de la guerra que sueñan con ser ascendidos a comandantes desde la farándula criolla como parece ser la intención de alias ‘Papucho’.

Por Carlos Andrés Añez