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Columnista - 12 abril, 2022

¿Y la guerra para qué?

La guerra nos ha acompañado a lo largo de la historia, y penosamente debemos aceptar que, como seres humanos, somos violentos por naturaleza.

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En ese afán que tiene el hombre de imponerse, de ser absolutamente dominante, el rey de la tierra y dueño por demás de su riqueza, que a la postre termina siendo su ruina, se ha visto  abocado a exterminarse entre sí. 

El ser humano, se ha enfrentado en una lucha perenne desde su aparición a su misma especie. La única razón posible es el poder,  y no hemos visto una sociedad libre de guerras;  sea cual sea la época y los espacios que analicemos que no haya sufrido de este flagelo;  encuentros violentos entre pueblos, entre reinos, entre tribus.

La guerra nos ha acompañado a lo largo de la historia, y penosamente debemos aceptar que, como seres humanos, somos violentos por naturaleza.

Caín mató a Abel, judas con un beso entregó a Jesucristo; el pueblo eligió a Barrabas que era un reconocido ladrón y crucificaron a nuestro salvador.

¿El principio del fin ha llegado? Las señales del fin se reportan, eso creo, en la respuesta a este  cuestionamiento   desde Mateo 24: ‘Tengan cuidado de que nadie los engañe —les advirtió Jesús. Vendrán muchos que, usando mi nombre, dirán: “Yo soy el Cristo”, y engañarán a muchos.  

Ustedes oirán de guerras y de rumores de guerras, pero procuren no alarmarse. Es necesario que eso suceda, pero no será todavía el fin.  Se levantará nación contra nación, y reino contra reino. Habrá hambres y terremotos por todas partes.  Todo esto será apenas el comienzo de los dolores’.

Es necesario que eso suceda, predijo Jesús; y vemos a través de los canales de televisión el comienzo de los dolores; millares de muertos: niños, jóvenes, ancianos, mujeres, seres inocentes que solo buscaban vivir la vida sin sufrimientos, en paz y armonía espiritual.

Pero se inventan virus y azotan a la humanidad con pandemias letales creadas por el hombre para destruir al más débil y debilitar al que vaya camino a oponerse a estas circunstancias de poder. 

Sirve la guerra para aumentar la tecnología bélica, para potenciar naciones y hacerlas vivir en una paz de miedo, para imponer respeto; para hacer a los ricos mucho más ricos y a los pobres aceptar que esa es la condición de vida, impuesta por el poderoso.

Un estudioso de este fenómeno se llama Ian Morris y nos dice que “La guerra ha producido sociedades más grandes, lideradas por gobiernos más fuertes que han sido capaces de imponer la paz y crear los requisitos necesarios para la prosperidad”.

“La guerra, según este autor, obligó a los gobernantes a construir instituciones más fuertes y a suprimir la violencia en el seno de la sociedad, en aras de consolidar su poder. Por desgracia, la guerra, o el miedo que nos genera,  ha sido el único instrumento que ha tenido el hombre para preservar su seguridad, aumentar las riquezas e instalar la paz”. 

Sea cual sea la verdad de esta tesis, que no comparto, nunca será mejor el dolor de la muerte para tranquilidad de unos cuantos,  a vivir en un mundo con armonía para todos; sin tanto daño y  miseria, producto del poderío  de la guerra. Ya basta de tanta indiferencia del hombre ante tanta perversidad del hombre. Sólo Eso

Columnista
12 abril, 2022

¿Y la guerra para qué?

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Eduardo S. Ortega Vergara

La guerra nos ha acompañado a lo largo de la historia, y penosamente debemos aceptar que, como seres humanos, somos violentos por naturaleza.


En ese afán que tiene el hombre de imponerse, de ser absolutamente dominante, el rey de la tierra y dueño por demás de su riqueza, que a la postre termina siendo su ruina, se ha visto  abocado a exterminarse entre sí. 

El ser humano, se ha enfrentado en una lucha perenne desde su aparición a su misma especie. La única razón posible es el poder,  y no hemos visto una sociedad libre de guerras;  sea cual sea la época y los espacios que analicemos que no haya sufrido de este flagelo;  encuentros violentos entre pueblos, entre reinos, entre tribus.

La guerra nos ha acompañado a lo largo de la historia, y penosamente debemos aceptar que, como seres humanos, somos violentos por naturaleza.

Caín mató a Abel, judas con un beso entregó a Jesucristo; el pueblo eligió a Barrabas que era un reconocido ladrón y crucificaron a nuestro salvador.

¿El principio del fin ha llegado? Las señales del fin se reportan, eso creo, en la respuesta a este  cuestionamiento   desde Mateo 24: ‘Tengan cuidado de que nadie los engañe —les advirtió Jesús. Vendrán muchos que, usando mi nombre, dirán: “Yo soy el Cristo”, y engañarán a muchos.  

Ustedes oirán de guerras y de rumores de guerras, pero procuren no alarmarse. Es necesario que eso suceda, pero no será todavía el fin.  Se levantará nación contra nación, y reino contra reino. Habrá hambres y terremotos por todas partes.  Todo esto será apenas el comienzo de los dolores’.

Es necesario que eso suceda, predijo Jesús; y vemos a través de los canales de televisión el comienzo de los dolores; millares de muertos: niños, jóvenes, ancianos, mujeres, seres inocentes que solo buscaban vivir la vida sin sufrimientos, en paz y armonía espiritual.

Pero se inventan virus y azotan a la humanidad con pandemias letales creadas por el hombre para destruir al más débil y debilitar al que vaya camino a oponerse a estas circunstancias de poder. 

Sirve la guerra para aumentar la tecnología bélica, para potenciar naciones y hacerlas vivir en una paz de miedo, para imponer respeto; para hacer a los ricos mucho más ricos y a los pobres aceptar que esa es la condición de vida, impuesta por el poderoso.

Un estudioso de este fenómeno se llama Ian Morris y nos dice que “La guerra ha producido sociedades más grandes, lideradas por gobiernos más fuertes que han sido capaces de imponer la paz y crear los requisitos necesarios para la prosperidad”.

“La guerra, según este autor, obligó a los gobernantes a construir instituciones más fuertes y a suprimir la violencia en el seno de la sociedad, en aras de consolidar su poder. Por desgracia, la guerra, o el miedo que nos genera,  ha sido el único instrumento que ha tenido el hombre para preservar su seguridad, aumentar las riquezas e instalar la paz”. 

Sea cual sea la verdad de esta tesis, que no comparto, nunca será mejor el dolor de la muerte para tranquilidad de unos cuantos,  a vivir en un mundo con armonía para todos; sin tanto daño y  miseria, producto del poderío  de la guerra. Ya basta de tanta indiferencia del hombre ante tanta perversidad del hombre. Sólo Eso