Amada ciudad, Valledupar de mis desvelos y mis certezas, hoy te escribo con la voz quebrada y el corazón en la tinta. No como un lamento, sino como un llamado. Porque hay instantes en los que una ciudad entera necesita mirarse al espejo de su historia y preguntarse, sin adornos, si aún recuerda quién es. Si aún sabe de dónde viene, si aún conserva en sus venas ese río de memoria que un día la hizo fértil de sueños y de cantos.
Hoy te contemplo, Valledupar, y siento que caminamos bajo la sombra de una ciudad que ya no se reconoce. Las esquinas donde antes brotaban tertulias familiares son hoy rincones del silencio. Las mecedoras que tejían conversaciones de vecinos ahora crujen solas, ajadas por la ausencia. Las calles, donde los niños solían correr tras un balón o soplar burbujas que ascendían al cielo como incienso de inocencia, hoy se muestran vacías, como si el tiempo hubiese exiliado la alegría.
¿Dónde se nos extravió el sentido de pertenencia? ¿En qué momento cambiamos el bullicio de la esperanza por el conticinio del miedo? El mismo silencio que antes cobijaba el descanso ahora se ha vuelto cómplice, indulgente con los poderosos, tolerante con el olvido. Nos acostumbramos a callar, a resignarnos, a mirar hacia otro lado mientras nos venden la memoria como si fuera mercancía barata. ¿Desde cuándo palabras como conformismo y mediocridad son parte del diccionario Vallenato? ¿Desde cuándo dejamos de soñar con grandeza y comenzamos a sobrevivir entre excusas?
Valledupar, ¿quién te ha comprado la voz? ¿Quién se atrevió a negociar tu dignidad? Los logros de antaño aún brillan en las páginas de la historia, escritos por manos que supieron amar la tierra con carácter. Pero hoy, nos preguntamos con desvelo: ¿acaso no hay nuevas manos dispuestas a escribir en letras doradas el porvenir? ¿No hay corazones dispuestos a rebelarse contra la desidia?
Nuestros jóvenes, que deberían ser la semilla del mañana, se ven forzados a marcharse, como si su talento no encontrara cobijo en la tierra que los vio nacer. El éxodo de sus sueños es una herida que no cicatriza. Nos desangramos en silencio, como si el futuro fuera un lujo y no un derecho. ¿Qué ciudad puede sobrevivir sin el ímpetu de su juventud? ¿Qué porvenir nos queda si las voces nuevas son expulsadas por la sordera de los viejos vicios?
Y lo más grave, Valledupar, es que defenderte, decir lo que se piensa con amor a esta tierra, se ha convertido en delito. Una crítica se vuelve ofensa, una propuesta se vuelve amenaza. ¿En qué momento el debate fue reemplazado por el miedo? ¿Desde cuándo el amor crítico se convirtió en herejía? Nos han querido borrar los sueños con pintura de aceite, barnizando la desesperanza con promesas huecas, maquillando el abandono con discursos de ocasión.
Pero yo me niego a creer que todo está perdido. Yo me niego a aceptar que este letargo es nuestro destino. Aún hay luz, aún hay brasa encendida bajo las cenizas del olvido. Aún queda espíritu, aún hay quienes, como yo, se niegan a rendirse. Por eso te digo, Valledupar, con la fuerza de quien ama sin condiciones: vuelve a ti.
Vuelve a tus raíces, a ese espíritu caribe que te hizo revolución de las pequeñas cosas. Vuelve a ser la ciudad maternal que acoge y no expulsa, que canta y no calla. Vuelve a ser centenaria, sí, pero con alma joven. No te conviertas en elegía, no permitas que te lloren como se llora lo irremediable. Despierta, Valledupar. Sal del letargo. Sacúdete el polvo del abandono. Recuerda que aún hay quienes queremos darlo todo por ti, que aún hay manos dispuestas a construir, voces listas para cantar tus verdades, corazones que laten al compás de tus calles, tus ríos, tus plazas.
No eres una utopía ni una quimera. Eres posible, eres real, eres nuestra. No dejes que te digan lo contrario. Eres cuna de poetas y guerreros, tierra de acordeones y dignidad. Una ciudad pequeña, sí, pero con un corazón tan inmenso como el cielo que nos cobija. Vuelve a ti, Valledupar. Porque aún estás a tiempo. Porque la esperanza no es un lujo, es una responsabilidad.
Y si algún día la historia vuelve sus ojos hacia nosotros, que no diga que fuimos indiferentes. Que diga que peleamos por ti, que lloramos por ti, que te soñamos despiertos. Que no diga que fuimos mudos, que fuimos cómplices. Que diga que fuimos fuego, que fuimos raíz, que fuimos amor.
Valledupar, vuelve a ti. Porque aún late el porvenir entre nuestras manos, y hay corazones dispuestos a escribir contigo una nueva aurora.
Jesús Daza Castro
Instagram: JesusdazaCastro












