En la pasada rendición de cuentas, Mello vuelve y le llena las manos a la ciudadanía de cifras que no cuadran por ningún lado.
Hace cuatro años, para esta época, resonaban las campanas de las campañas a la Alcaldía de Valledupar, todo era una esperanza, pero al mismo tiempo una alegría, porque era el principio del fin de un gobierno que solo dejó parques embellecidos y muchas dudas en los órganos de control, a punto de que hoy están en la cárcel o investigados.
Gobierno que, pensamos, iba a sacar adelante a Valledupar, además porque se sabía que el gobernante tenía temor a Dios… temor que desapareció a medida que avanzaba su administración, pero eso sí, todo se pintaba de azul alusivo a su partido político.
Para esa misma época se escuchaba un candidato de apodo Mello Castro, que por simple estrategia política cambió su nombre ante la Registraduría: de José Santos Castro González a Mello Castro, como era conocido en el mundo político.
Para entonces, Mello empezó a conseguir adeptos con el eslogan: ‘El Mello va… a poner orden’. Empezó a llenar de ilusiones a sus electores, porque hablaba de seguridad, de aumentar el índice de empleo, de poner orden en el tránsito, en el alumbrado público, en el servicio de aseo, poner orden en Emdupar, en la Secretaría de Tránsito y mejorar la malla vial, entre otros, es decir llegaría hacer lo que su antecesor no había logrado.
Por eso los vallenatos votamos por un candidato que se veía con el carácter para “poner orden”, pero como el famoso aforismo: del dicho al hecho hay mucho trecho, y en muy poco tiempo de su administración empezó a dejar un gran desencanto.
Pues bien, ya han trascurrido tres años y medio, y como las cifras no mienten, Mello Castro deja a Valledupar tomada por la delincuencia y el hampa, 98 asesinatos en el 2021, 121 asesinatos en el 2022 y 66 en lo que ha trascurrido en el 2023, para un total 285 homicidios.
Nunca en la historia del Valle del cacique Upar, ni siquiera en épocas de violencia paramilitar, se habían registrado tantos crímenes como en el periodo de su gobierno, sin poder contar el número exagerado de atracos a mano armada, robos, extorsiones.
Digo sin poder contar, porque cada 50 minutos hay entre uno y cinco actos delincuenciales en nuestra ciudad. Valledupar pasó de un confinamiento por la pandemia covid-19 a un confinamiento decretado por la delincuencia.
Valledupar es la quinta ciudad con la tasa de desempleo más alta entre 23 ciudades colombianas, con un 14.4% y una inflación acumulada del 12,2%, es decir, Mello Castro tampoco cumplió con la promesa de aumentar el empleo.
“El Mello Va… a poner orden” se convirtió en un mito, dejando la ciudad sumergida en un desorden total en la movilidad, en el aseo, en el alumbrado público, en una malla vial intransitable, en el sistema semafórico dañado y peor aún, en una ciudad donde todo el mundo hace lo que quiere, porque no hay autoridad y menos orden.
Lo curioso de todo es que en la pasada rendición de cuentas, Mello vuelve y le llena las manos a la ciudadanía de cifras que no cuadran por ningún lado, solo en su imaginación y en la de sus asesores.
Vuelve y suenan campanas de campaña, con candidatos de toda índole, unos tratando de ser independientes, otros haciendo creer que son los redentores y otro con el guiño de Mello Castro, sin dejar atrás el candidato de las banderas azules, aquel partido que avaló el antecesor de Mello Castro y que tiene dificultades jurídicas por sus malas acciones. Todos con propuestas desmesuradas y que al fin y al cabo dejarán a Valledupar con las manos vacías.
En la pasada rendición de cuentas, Mello vuelve y le llena las manos a la ciudadanía de cifras que no cuadran por ningún lado.
Hace cuatro años, para esta época, resonaban las campanas de las campañas a la Alcaldía de Valledupar, todo era una esperanza, pero al mismo tiempo una alegría, porque era el principio del fin de un gobierno que solo dejó parques embellecidos y muchas dudas en los órganos de control, a punto de que hoy están en la cárcel o investigados.
Gobierno que, pensamos, iba a sacar adelante a Valledupar, además porque se sabía que el gobernante tenía temor a Dios… temor que desapareció a medida que avanzaba su administración, pero eso sí, todo se pintaba de azul alusivo a su partido político.
Para esa misma época se escuchaba un candidato de apodo Mello Castro, que por simple estrategia política cambió su nombre ante la Registraduría: de José Santos Castro González a Mello Castro, como era conocido en el mundo político.
Para entonces, Mello empezó a conseguir adeptos con el eslogan: ‘El Mello va… a poner orden’. Empezó a llenar de ilusiones a sus electores, porque hablaba de seguridad, de aumentar el índice de empleo, de poner orden en el tránsito, en el alumbrado público, en el servicio de aseo, poner orden en Emdupar, en la Secretaría de Tránsito y mejorar la malla vial, entre otros, es decir llegaría hacer lo que su antecesor no había logrado.
Por eso los vallenatos votamos por un candidato que se veía con el carácter para “poner orden”, pero como el famoso aforismo: del dicho al hecho hay mucho trecho, y en muy poco tiempo de su administración empezó a dejar un gran desencanto.
Pues bien, ya han trascurrido tres años y medio, y como las cifras no mienten, Mello Castro deja a Valledupar tomada por la delincuencia y el hampa, 98 asesinatos en el 2021, 121 asesinatos en el 2022 y 66 en lo que ha trascurrido en el 2023, para un total 285 homicidios.
Nunca en la historia del Valle del cacique Upar, ni siquiera en épocas de violencia paramilitar, se habían registrado tantos crímenes como en el periodo de su gobierno, sin poder contar el número exagerado de atracos a mano armada, robos, extorsiones.
Digo sin poder contar, porque cada 50 minutos hay entre uno y cinco actos delincuenciales en nuestra ciudad. Valledupar pasó de un confinamiento por la pandemia covid-19 a un confinamiento decretado por la delincuencia.
Valledupar es la quinta ciudad con la tasa de desempleo más alta entre 23 ciudades colombianas, con un 14.4% y una inflación acumulada del 12,2%, es decir, Mello Castro tampoco cumplió con la promesa de aumentar el empleo.
“El Mello Va… a poner orden” se convirtió en un mito, dejando la ciudad sumergida en un desorden total en la movilidad, en el aseo, en el alumbrado público, en una malla vial intransitable, en el sistema semafórico dañado y peor aún, en una ciudad donde todo el mundo hace lo que quiere, porque no hay autoridad y menos orden.
Lo curioso de todo es que en la pasada rendición de cuentas, Mello vuelve y le llena las manos a la ciudadanía de cifras que no cuadran por ningún lado, solo en su imaginación y en la de sus asesores.
Vuelve y suenan campanas de campaña, con candidatos de toda índole, unos tratando de ser independientes, otros haciendo creer que son los redentores y otro con el guiño de Mello Castro, sin dejar atrás el candidato de las banderas azules, aquel partido que avaló el antecesor de Mello Castro y que tiene dificultades jurídicas por sus malas acciones. Todos con propuestas desmesuradas y que al fin y al cabo dejarán a Valledupar con las manos vacías.