Cortísimo Metraje
Por Jarol Ferreira Acosta
“Las utopías no son a menudo otra cosa que verdades prematuras.”
De Lamartine
1. Algún día, espero no demasiados para poder estar presente, quiero participar, devoraremos una prensa regional hecha por artistas, apasionados de los detalles que hacen la diferencia; y ojearemos, hojeando sus páginas, vivencias prescindibles entrelazadas con las hazañas y dramas trascendentales de nuestra sociedad; una representación exacta del diverso acontecer diario, editado y consignado por devotos del dibujo, la fotografía y la literatura: accidentes de tránsito, ataques subversivos, desfalcos de cuello blanco, masacres, las calles destapadas de la periferia sorprendidas por la melodía de una bala perdida que pasó silbando, y en general todo el acaecer noticioso llevado a las rotativas por meticulosos de las vivencias, las imágenes y las palabras.
Todo este universo de letras e imágenes, que hasta el presente no son más que material desechable, sublimado por la entrega sincronizada de los realizadores. Placer en tabloide, periodismo coleccionable.
2. Hace unos meses, al norte de Valledupar, conocí unos niños colegiales de nueve a trece años que vivían sus horas de clase en un salón gobernado por sus propias normas, a pesar de las sanciones de profesores y directivos. Era una especie de sociedad tipo ‘Señor de las moscas’, cuyo esquema político trascendía las fronteras del curso. Alrededor de la amplia pero calurosa aula, asignada cerca a la coordinación de disciplina para mantener a los diablillos en la mira, los árboles de mango y níspero sembrados para filtrar el sol, escasamente soportaban sin incendiarse el fogaje que los atravesaba. La resolana entraba plena por los ventanales que con la ayuda de un par de ventiladores colgados del cielorraso intentaban inútilmente ventilar el salón.
Un medio día, mientras pasaba cerca de una de las mesas de ping pong del patio central del colegio, luego de la hora del almuerzo, no pude evitar oír la conversación de dos de esos niños, casi adolescentes, que jugaban mientras charlaban antes de que sonara el timbre de reanudación de actividades académicas que los regresaría a su aula: “¿A ti te gusta más el vallenato o el reguetón? Es lo que más oye la gente. Pero ajá, ¿tú cuál prefieres?”. El compañerito le dijo que oía rock, mientras las raquetas alternaban perezosamente el golpe a la esferita blanca. Se podría decir que era una pregunta improvisada, inútil, típica; pero muy diciente, me parece, ese preguntar algo como quien no quiere la cosa para profundizar hacia la verdad, característico de los maestros de la entrevista.
2. Uno de estos días veremos una prensa regional hecha de crónicas, reportajes y cuadros, trenzados como filigranas perfectas. La efigie de un mulato vallenato rompiendo con un mazo la calle en el momento justo en el que el dedo del periodista presiona el obturador de la cámara para obtener una foto para la nota que hablará sobre obras públicas y empleo; una estampa de primera plana digna de la policromía que en un diario regional esto representa. El problema entre los pimpineros pacíficos y guajiros que luchan por el negocio de la gasolina; la síntesis del acontecimiento comprimida en una frase y unos párrafos concebidos con lirismo atonal. “Cadenas de meteoritos volátiles surcan La Guajira, silbando réquiems a toda velocidad”, podría ser el titular paneado con hermosas fotografías de los muchachos que le ponen el pecho al peligro y las figuras etéreas de las caravanas de la muerte rodando por la carretera hacia y desde Venezuela… Uno de estos días, espero no demasiados, para poder estar presente.











