Hoy en día en este cerro está instalado un batallón de guerra que significa armas; esto es todo lo contrario al significado inicial de paz que le dieron los indígenas, como lo fue también la horca.
Cuando llega el segundo fundador de Valledupar, Hernando de Santana, divisa al occidente un cerro con una ondulación en la mitad, que hoy corresponde al cerro de La Popa.
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Fue informado por los sacerdotes que en este cerro la comunidad indígena debía hacer pagamento o pago con piedras preciosas para que la madre de la vida, que residía en él, evitara que entre ellos hubiese muertes violentas; eso significaba el cerro Butsinorrúa. Era pues, para ellos, un cerro sagrado, pues mediante el pagamento se consolidaba la paz y la no violencia entre la comunidad. Prolongándose así la vida.
Quiso entonces este fundador y sus secuaces cambiarle de inmediato lo que significaba este cerro para los indígenas y para ello hizo colocar allí la horca, para castigar a los desobedientes de las leyes españolas.
Vemos pues cómo de un momento a otro este cerro cambió de significado; como consecuencia de lo anterior, en el año de 1580, los indígenas tupes, cansados de que les violaran a sus hijas, les robaran sus esposas y les guaquearan las tumbas de sus mayores, queman a media noche la ciudad, toda de palma; son perseguidos, luego bautizados y después… ¡camino a la horca! Allí se mecieron una vez degollados como muñecos al viento, indios Itotos de Villanueva; Cariachiles de El Molino; Ichopechote, hijo del Cacique Upar, quien también intervino en la contienda (como lo narra el cronista Juan de Castellanos), y los caciques tupes Coroponaimo, Quiriaimo, la india Tupe Francisca, con su esposo Gregorio y su padre don Francisco (antiguo Francisquillo El Vallenato) y cien Indígenas más.
Allí permanecieron los cadáveres unos tras otros, que sirvieron de suculenta comida a los gallinazos.
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Hoy en día en este cerro está instalado un batallón de guerra que significa armas; esto es todo lo contrario al significado inicial de paz que le dieron los indígenas, como lo fue también la horca.
Posiblemente este símbolo nefasto fue destruido en los albores de la independencia de 1810 o de pronto con la revolución de Los Comuneros en 1781, fecha en la cual los indígenas Cariachiles de El Molino se revolucionaron porque les prohibieron seguir sembrando el cultivo del tabaco y por ello rompieron el molino de piedra que se usaba para moler el trigo, en señal de protesta, ¡ellos fueron los comuneros de el Cesar!
Desde hace muchísimos años el comportamiento de la lluvia en Valledupar era el siguiente: el 21 de marzo caía un aguacero muy fuerte, y a los 4 días después de haber caído el aguacero, amanecían las mejillas de los cerros La Popa y Cicolac teñidas de amarillo: era que el árbol de pui anunciaba su presencia; a los 7 días de estar florecidos, por la noche se compinchaban las flores y cerraban sus corolas; al otro día en los cerros habían desaparecido las flores del pui.
Pero desde el año antepasado, pasado y el presente, la naturaleza se equivoca: porque en estos 3 últimos años debido a los cambios climáticos, los fenómenos de La Niña y El Niño, las lluvias se adelantaron, y es así como el 21 de febrero cayeron tres aguaceros muy fuertes, uno seguido de otro, en la hora de la tarde, con brisas huracanadas, relámpagos y truenos, y no a los 4, sino a los 5 días florecieron la mitad de los puyes en ambos cerros y esta florescencia no duró siete días como antiguamente, sino 4 días y luego cerraron sus corolas.
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Pero al llegar el mes de marzo llovió muy fuerte como el 21, y floreció la otra mitad de los puyes que no habían abierto sus corolas en febrero. Pienso que los árboles se equivocaron porque la lluvia los traicionó, les cambió de fecha: así hubo arboles desobedientes que florecieron en febrero y otros que obedientes a la costumbre florecieron en abril.
Invito a mis lectores a que visiten estos dos cerros que son guardianes de la ciudad, para que observen y gocen del espectáculo amarillo que ofrecen sus rostros.
Investigó y recreó Ruth Ariza Cotes
Hoy en día en este cerro está instalado un batallón de guerra que significa armas; esto es todo lo contrario al significado inicial de paz que le dieron los indígenas, como lo fue también la horca.
Cuando llega el segundo fundador de Valledupar, Hernando de Santana, divisa al occidente un cerro con una ondulación en la mitad, que hoy corresponde al cerro de La Popa.
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Fue informado por los sacerdotes que en este cerro la comunidad indígena debía hacer pagamento o pago con piedras preciosas para que la madre de la vida, que residía en él, evitara que entre ellos hubiese muertes violentas; eso significaba el cerro Butsinorrúa. Era pues, para ellos, un cerro sagrado, pues mediante el pagamento se consolidaba la paz y la no violencia entre la comunidad. Prolongándose así la vida.
Quiso entonces este fundador y sus secuaces cambiarle de inmediato lo que significaba este cerro para los indígenas y para ello hizo colocar allí la horca, para castigar a los desobedientes de las leyes españolas.
Vemos pues cómo de un momento a otro este cerro cambió de significado; como consecuencia de lo anterior, en el año de 1580, los indígenas tupes, cansados de que les violaran a sus hijas, les robaran sus esposas y les guaquearan las tumbas de sus mayores, queman a media noche la ciudad, toda de palma; son perseguidos, luego bautizados y después… ¡camino a la horca! Allí se mecieron una vez degollados como muñecos al viento, indios Itotos de Villanueva; Cariachiles de El Molino; Ichopechote, hijo del Cacique Upar, quien también intervino en la contienda (como lo narra el cronista Juan de Castellanos), y los caciques tupes Coroponaimo, Quiriaimo, la india Tupe Francisca, con su esposo Gregorio y su padre don Francisco (antiguo Francisquillo El Vallenato) y cien Indígenas más.
Allí permanecieron los cadáveres unos tras otros, que sirvieron de suculenta comida a los gallinazos.
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Hoy en día en este cerro está instalado un batallón de guerra que significa armas; esto es todo lo contrario al significado inicial de paz que le dieron los indígenas, como lo fue también la horca.
Posiblemente este símbolo nefasto fue destruido en los albores de la independencia de 1810 o de pronto con la revolución de Los Comuneros en 1781, fecha en la cual los indígenas Cariachiles de El Molino se revolucionaron porque les prohibieron seguir sembrando el cultivo del tabaco y por ello rompieron el molino de piedra que se usaba para moler el trigo, en señal de protesta, ¡ellos fueron los comuneros de el Cesar!
Desde hace muchísimos años el comportamiento de la lluvia en Valledupar era el siguiente: el 21 de marzo caía un aguacero muy fuerte, y a los 4 días después de haber caído el aguacero, amanecían las mejillas de los cerros La Popa y Cicolac teñidas de amarillo: era que el árbol de pui anunciaba su presencia; a los 7 días de estar florecidos, por la noche se compinchaban las flores y cerraban sus corolas; al otro día en los cerros habían desaparecido las flores del pui.
Pero desde el año antepasado, pasado y el presente, la naturaleza se equivoca: porque en estos 3 últimos años debido a los cambios climáticos, los fenómenos de La Niña y El Niño, las lluvias se adelantaron, y es así como el 21 de febrero cayeron tres aguaceros muy fuertes, uno seguido de otro, en la hora de la tarde, con brisas huracanadas, relámpagos y truenos, y no a los 4, sino a los 5 días florecieron la mitad de los puyes en ambos cerros y esta florescencia no duró siete días como antiguamente, sino 4 días y luego cerraron sus corolas.
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Pero al llegar el mes de marzo llovió muy fuerte como el 21, y floreció la otra mitad de los puyes que no habían abierto sus corolas en febrero. Pienso que los árboles se equivocaron porque la lluvia los traicionó, les cambió de fecha: así hubo arboles desobedientes que florecieron en febrero y otros que obedientes a la costumbre florecieron en abril.
Invito a mis lectores a que visiten estos dos cerros que son guardianes de la ciudad, para que observen y gocen del espectáculo amarillo que ofrecen sus rostros.
Investigó y recreó Ruth Ariza Cotes