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Desear, soñar, aspirar, ilusionarse, en fin, tratar de conseguir algo solo con desearlo es lo que motiva al hombre a diario, sin dejar de tener algunos, los pies sobre la tierra y creo que la esencia del mismo es esa, incluso con la oración que a diario se invoca a Dios, a nuestros ángeles, a los santos o a quien en uno crea, se pide lo que necesitamos de diferente manera.
¿Cuántos no sueñan y se ilusionan con grandes cosas que desean? ¿Ilusos, utópicos, soñadores? Soy de aquellos que aún le tiene fe a un golpe de suerte que se dará algún día, buscando entre los vendedores de ilusiones, aquellos loteros (ya en vía de extinción) aquel billete que cambie el destino a mi manera o yendo a aquellos puntos (más frecuentes) en donde puedes apostar de diferente forma y, por último, ¿por qué no?, esperando que alguien se aparezca y te pregunte si quieres que te conceda algún (o tres) deseos como en el famoso cuento de ‘La Lámpara de Aladino’ y que hace parte de ‘Las mil y una noches’.
Desear, soñar, aspirar, ilusionarse, en fin, tratar de conseguir algo solo con desearlo es lo que motiva al hombre a diario, sin dejar de tener algunos, los pies sobre la tierra y creo que la esencia del mismo es esa, incluso con la oración que a diario se invoca a Dios, a nuestros ángeles, a los santos o a quien en uno crea, se pide lo que necesitamos de diferente manera. Tal vez, a Dios y a todos los santos no los importunamos con deseos impíos o algo que conlleve la satisfacción material. A ellos le pedimos y solicitamos otro tipo de cosas, como salud, unión familiar, recuperar algún amor, trabajo, en fin, algo más afín con la tranquilidad del espíritu humano y si llegamos a pedirle que nos ganemos una lotería o algún premio material, enseguida ponemos como garantía que el mismo lo compartiremos con las más necesitados. ¿Será que cumpliremos si así se nos da?
Pero, cuando deseamos o pedimos, lanzando nuestros deseos y peticiones ya sea de forma oral o mental al universo, casi siempre reparamos y deseamos cosas materiales, son tal vez pocas las personas que sueñan con ser sanos por completo, no padecer enfermedad alguna o pedir salud o bienestar para otros. No digo que no los haya, pero si uno llegare a tener la suerte de Aladino y encontrase alguna lámpara que al frotarla surja un genio, ¿estaría preparado para pedir al menos un deseo? Un solo deseo, queridos amigos. No lo creo.
La vida en su afán nos mantiene en la lucha constante por seguir en ella, sobreviviendo a los malestares que podamos encontrarnos en el camino. Avanzando en el día a día y olvidándonos a veces de cosas que al parecer no son trascendentales para seguir adelante. ¿A alguien alguna vez se le habrá ocurrido desear bienestar para el resto del mundo a cambio del propio? Podría ser. Sin embargo, amigos míos, pese a haber perdido el optimismo y la fe a la vista de esta horrible recaída del ser humano en la bestialidad a lo largo de su existencia desde que fuimos creados u originados para aquellos que no creen en la creación del hombre como inspiración divina, algo hemos ganado, considero, en esta dura prueba de supervivencia.
A muchos se nos olvida la necesidad de otros mientras no la padezcamos nosotros, así como se nos olvida los grandes valores sagrados de la vida: los olvidamos mientras los tenemos asegurados. En tiempos de nula preocupación o de vacas gordas como se diría coloquialmente, reparamos en ellos muy pocas veces, o como dije alguna vez, somos poco conscientes de las estrellas a plena luz del día y siempre tiene que oscurecer primero para reconocer la grandeza e inmensidad de estos astros casi eternos que siempre tenemos encima. Nos olvidamos de la luz cuando podemos ver sin necesidad de ella. Parece irónico, pero no es así. Siempre será necesaria la luz para poder andar sin tropiezos, pero no nos equivoquemos al pensar que la luz externa es la que nos ilumina siempre, siempre es necesaria aquella luz que no se ve cuando creemos estar iluminados al andar.
Desear no solo se hace con el ánimo emocional de anhelar algo que se quiere o percibimos como necesario. Va más allá, es un impulso innato que nos mantiene aferrados a la vida entre tantas vicisitudes y dificultades, entre luchas y penurias. Es aquella motivación que nos empuja a andar, a tomar las mejores decisiones soñando con un mejor mañana. No es malo desear, así como soñar, lo que es nocivo es tratar de enlazar un sueño sin luchar por él, sin esforzarnos para conseguirlo, sin sacrificar algunas veces cosas para alcanzar otras cosas.
Por eso queridos amigos, si alguna vez se nos concede un deseo, primero hay que pensar bien lo que deseamos.
POR: JAIRO MEJÍA.
Desear, soñar, aspirar, ilusionarse, en fin, tratar de conseguir algo solo con desearlo es lo que motiva al hombre a diario, sin dejar de tener algunos, los pies sobre la tierra y creo que la esencia del mismo es esa, incluso con la oración que a diario se invoca a Dios, a nuestros ángeles, a los santos o a quien en uno crea, se pide lo que necesitamos de diferente manera.
¿Cuántos no sueñan y se ilusionan con grandes cosas que desean? ¿Ilusos, utópicos, soñadores? Soy de aquellos que aún le tiene fe a un golpe de suerte que se dará algún día, buscando entre los vendedores de ilusiones, aquellos loteros (ya en vía de extinción) aquel billete que cambie el destino a mi manera o yendo a aquellos puntos (más frecuentes) en donde puedes apostar de diferente forma y, por último, ¿por qué no?, esperando que alguien se aparezca y te pregunte si quieres que te conceda algún (o tres) deseos como en el famoso cuento de ‘La Lámpara de Aladino’ y que hace parte de ‘Las mil y una noches’.
Desear, soñar, aspirar, ilusionarse, en fin, tratar de conseguir algo solo con desearlo es lo que motiva al hombre a diario, sin dejar de tener algunos, los pies sobre la tierra y creo que la esencia del mismo es esa, incluso con la oración que a diario se invoca a Dios, a nuestros ángeles, a los santos o a quien en uno crea, se pide lo que necesitamos de diferente manera. Tal vez, a Dios y a todos los santos no los importunamos con deseos impíos o algo que conlleve la satisfacción material. A ellos le pedimos y solicitamos otro tipo de cosas, como salud, unión familiar, recuperar algún amor, trabajo, en fin, algo más afín con la tranquilidad del espíritu humano y si llegamos a pedirle que nos ganemos una lotería o algún premio material, enseguida ponemos como garantía que el mismo lo compartiremos con las más necesitados. ¿Será que cumpliremos si así se nos da?
Pero, cuando deseamos o pedimos, lanzando nuestros deseos y peticiones ya sea de forma oral o mental al universo, casi siempre reparamos y deseamos cosas materiales, son tal vez pocas las personas que sueñan con ser sanos por completo, no padecer enfermedad alguna o pedir salud o bienestar para otros. No digo que no los haya, pero si uno llegare a tener la suerte de Aladino y encontrase alguna lámpara que al frotarla surja un genio, ¿estaría preparado para pedir al menos un deseo? Un solo deseo, queridos amigos. No lo creo.
La vida en su afán nos mantiene en la lucha constante por seguir en ella, sobreviviendo a los malestares que podamos encontrarnos en el camino. Avanzando en el día a día y olvidándonos a veces de cosas que al parecer no son trascendentales para seguir adelante. ¿A alguien alguna vez se le habrá ocurrido desear bienestar para el resto del mundo a cambio del propio? Podría ser. Sin embargo, amigos míos, pese a haber perdido el optimismo y la fe a la vista de esta horrible recaída del ser humano en la bestialidad a lo largo de su existencia desde que fuimos creados u originados para aquellos que no creen en la creación del hombre como inspiración divina, algo hemos ganado, considero, en esta dura prueba de supervivencia.
A muchos se nos olvida la necesidad de otros mientras no la padezcamos nosotros, así como se nos olvida los grandes valores sagrados de la vida: los olvidamos mientras los tenemos asegurados. En tiempos de nula preocupación o de vacas gordas como se diría coloquialmente, reparamos en ellos muy pocas veces, o como dije alguna vez, somos poco conscientes de las estrellas a plena luz del día y siempre tiene que oscurecer primero para reconocer la grandeza e inmensidad de estos astros casi eternos que siempre tenemos encima. Nos olvidamos de la luz cuando podemos ver sin necesidad de ella. Parece irónico, pero no es así. Siempre será necesaria la luz para poder andar sin tropiezos, pero no nos equivoquemos al pensar que la luz externa es la que nos ilumina siempre, siempre es necesaria aquella luz que no se ve cuando creemos estar iluminados al andar.
Desear no solo se hace con el ánimo emocional de anhelar algo que se quiere o percibimos como necesario. Va más allá, es un impulso innato que nos mantiene aferrados a la vida entre tantas vicisitudes y dificultades, entre luchas y penurias. Es aquella motivación que nos empuja a andar, a tomar las mejores decisiones soñando con un mejor mañana. No es malo desear, así como soñar, lo que es nocivo es tratar de enlazar un sueño sin luchar por él, sin esforzarnos para conseguirlo, sin sacrificar algunas veces cosas para alcanzar otras cosas.
Por eso queridos amigos, si alguna vez se nos concede un deseo, primero hay que pensar bien lo que deseamos.
POR: JAIRO MEJÍA.