La unión política entre el pueblo y sus legisladores la podemos encontrar en las antiguas y premonitorias instituciones, de los griegos, Asamblea Popular de la Democracia Ateniense. En los romanos, en el Sanatus Populusque romanus (SPQR). En la época moderna, en Francia, Asamblea Nacional de la Revolución Francés, y en el tratado, El Espíritu de las Leyes, de Montesquieu.
Fueron instituciones paradigmáticas del gobierno del pueblo, inicialmente directamente y después a través de sus representantes, seguramente con sus obvios achaques humanos.
Pero especialmente a partir del siglo XIX, con profundas alteraciones sociales y económicas, y una escritura subversiva para la época, fue cuando comenzó a cambiar el clima político y la mayor interacción entre el pueblo y sus dirigentes, y las ideologías de izquierda y de derecha comenzaron a hacer presencia, especialmente en el continente europeo, que tiempos después hicieron metástasis por el resto del mundo con singulares manifestaciones de corrupción en Latinoamérica, con el nombre de populismo, que es el presente en que nos encontramos.
El populismo es un fenómeno político y social que se ha manifestado en diferentes partes del mundo, especialmente en las últimas décadas.
Ha surgido como una reacción contra la élite política y económica, que se percibe como corrupta, desconectada y no representativa de los intereses de la población.
Las crisis económicas y sociales, como la recesión, el desempleo y la desigualdad, pueden crear un sentimiento de frustración y descontento entre la población, que puede ser canalizado hacia el populismo.
Los cambios en la tecnología y los medios de comunicación han permitido a los líderes populistas conectarse directamente con la población, saltándose los canales tradicionales de comunicación y representación política.
La pérdida de confianza en las instituciones políticas, económicas y sociales puede crear un vacío que el populismo puede llenar con su discurso de cambio y renovación.
El populismo puede crear una polarización y división en la sociedad, ya que los líderes populistas a menudo utilizan un discurso que enfrenta a diferentes grupos y sectores de la población.
El populismo puede llevar a un aumento del autoritarismo y la restricción de libertades, ya que los líderes populistas pueden utilizar su poder para silenciar a la oposición y restringir los derechos de los ciudadanos.
El populismo puede desestabilizar la democracia, ya que los líderes populistas pueden utilizar su poder para debilitar las instituciones democráticas y crear un sistema de gobierno más personalizado y autoritario.
El populismo puede tener un impacto negativo en la economía y la sociedad, ya que las políticas populistas pueden ser ineficientes y crear problemas económicos y sociales a largo plazo.
El fascismo en Italia y Alemania en el siglo XX es un ejemplo clásico de populismo autoritario.
El peronismo en Argentina es un ejemplo de populismo que combinó elementos de nacionalismo, socialismo y autoritarismo.
El bolivarianismo en Venezuela es un ejemplo de populismo que combina elementos de socialismo, nacionalismo y autoritarismo.
En Colombia, el populismo es un bucle en la cabeza inteligente y obsesiva del Jefe del Estado. El peligro está en que genera ideas obsesivas por su cuenta. Es un populismo unipersonal, tal como él mismo lo expresa reiteradamente al decir que es un presidente revolucionario, pero no su gobierno. Es un populismo también mesiánico con agenda nacional e internacional, aunque sin apóstoles, por tanto, sin temor a las traiciones, que difunde con símbolos políticos amenazantes. Su populismo es futurista y lo arraiga especialmente, en el campesinado y la lucha de clases.
Por: Rodrigo López Barros.
