Por Edgar Polo* No hay, no puede existir un colombiano de bien que no quiera la paz. A quienes no interesa, es a los que por su naturaleza carroñera se lucran del conflicto, hacen de la violencia su hábitat y se ensoberbecen en el poder maldito. Por eso la paz es tan difícil de alcanzar. […]
Por Edgar Polo*
No hay, no puede existir un colombiano de bien que no quiera la paz. A quienes no interesa, es a los que por su naturaleza carroñera se lucran del conflicto, hacen de la violencia su hábitat y se ensoberbecen en el poder maldito. Por eso la paz es tan difícil de alcanzar.
El Presidente Santos elegido para continuar con la Política de Seguridad Democrática y que probados resultados había dado, cambió abruptamente y con miras a una posible negociación con el grupo terrorista, se precipitó al hacer aprobar por el Congreso un ‘Marco Jurídico para la Paz’ que a la luz de la doctrina sobre los Derechos Humanos, se convierte en un portillo por dónde los generadores de medio siglo de atrocidad y violencia logran impunidad y pueden pasar a convertirse en la nueva dirigencia del país para orientar sus destinos. El instrumento que Santos consideró una panacea para reinsertar a la guerrilla en la sociedad, para los terroristas consistió en una muestra de debilidad del establecimiento que generó el efecto contrario, esto es, sobredimensionarlos en su soberbia sin límites hasta el extremo de proponer un rediseño del Estado a la medida de sus ambiciones.
Las conversaciones, que tenían una agenda estricta y, según Santos, tiempo limitado se salió de madre. Sin haber agotado satisfactoriamente el tema agrario que tiene un serio intríngulis en las Zonas de Reserva Campesinas, ZRC -que las Farc conciben como republiquetas independientes, al decir del ex ministro Juan Camilo Restrepo-, al inicio del segundo tema de agenda salieron a proponer una Constituyente para ´refrendar los acuerdos(?)´de La Habana. Esta proposición delirante supone que en ese hipotético escenario ellos tendrían una representación equivalente a la del resto del país, esto es, la mitad lo que sería, a su manera de pensar, resultado del acuerdo. Santos, al precipitarse a los diálogos con la guerrilla no imaginó el forúnculo que estaba adoptando.
El que desconoce la historia está condenado a repetirla. Ya desde las conversaciones del Caguán, las Farc se habían mostrado en su real dimensión. Por esto, no debemos extrañarnos de lo que está sucediendo con los diálogos de La Habana. En este proceso, para la guerrilla todo es ganancia, mientras el país y la institucionalidad resultan seriamente resquebrajados. La guerrilla, fiel a los postulados del Partido Comunista, PCC practica ´todas las formas de lucha´, promueve movimientos campesinos regionales que están ocasionando parálisis total en diferentes lugares, como el Catatumbo en Norte de Santander, dónde su principal exigencia son las Zonas de Reserva, ZRC. Las Farc tienen el proyecto de constituir 59 en el país con un estimado de 9 millones de hectáreas dónde serían amos y señores sin ninguna intervención del Estado.
De otra parte la prolongación indefinida de los diálogos cuenta a favor de la guerrilla por esto hacen propuestas delirantes, incongruentes, exageradas y hasta proponen mesa paralela con el ELN.
El tiempo corre en contra de Santos, que con el incremento de la inseguridad y la caída de la economía tenía en el proceso de paz su tabla de salvación para la reelección. Es esta, y no otra, la razón de la encrucijada en que está metido: Reelección versus final real del conflicto que implica verdad, justicia y reparación. O continúa en el tema de la reelección sobre un proceso que no va para ningún lado y se entierra y se lleva de paso al país u opta por gobernar en serio, renuncia a la reelección y reorienta el proceso de La Habana como mandan los cánones y como lo exige la nación. Es claro que lo segundo implica condición de estadista y grandeza,
Por Edgar Polo* No hay, no puede existir un colombiano de bien que no quiera la paz. A quienes no interesa, es a los que por su naturaleza carroñera se lucran del conflicto, hacen de la violencia su hábitat y se ensoberbecen en el poder maldito. Por eso la paz es tan difícil de alcanzar. […]
Por Edgar Polo*
No hay, no puede existir un colombiano de bien que no quiera la paz. A quienes no interesa, es a los que por su naturaleza carroñera se lucran del conflicto, hacen de la violencia su hábitat y se ensoberbecen en el poder maldito. Por eso la paz es tan difícil de alcanzar.
El Presidente Santos elegido para continuar con la Política de Seguridad Democrática y que probados resultados había dado, cambió abruptamente y con miras a una posible negociación con el grupo terrorista, se precipitó al hacer aprobar por el Congreso un ‘Marco Jurídico para la Paz’ que a la luz de la doctrina sobre los Derechos Humanos, se convierte en un portillo por dónde los generadores de medio siglo de atrocidad y violencia logran impunidad y pueden pasar a convertirse en la nueva dirigencia del país para orientar sus destinos. El instrumento que Santos consideró una panacea para reinsertar a la guerrilla en la sociedad, para los terroristas consistió en una muestra de debilidad del establecimiento que generó el efecto contrario, esto es, sobredimensionarlos en su soberbia sin límites hasta el extremo de proponer un rediseño del Estado a la medida de sus ambiciones.
Las conversaciones, que tenían una agenda estricta y, según Santos, tiempo limitado se salió de madre. Sin haber agotado satisfactoriamente el tema agrario que tiene un serio intríngulis en las Zonas de Reserva Campesinas, ZRC -que las Farc conciben como republiquetas independientes, al decir del ex ministro Juan Camilo Restrepo-, al inicio del segundo tema de agenda salieron a proponer una Constituyente para ´refrendar los acuerdos(?)´de La Habana. Esta proposición delirante supone que en ese hipotético escenario ellos tendrían una representación equivalente a la del resto del país, esto es, la mitad lo que sería, a su manera de pensar, resultado del acuerdo. Santos, al precipitarse a los diálogos con la guerrilla no imaginó el forúnculo que estaba adoptando.
El que desconoce la historia está condenado a repetirla. Ya desde las conversaciones del Caguán, las Farc se habían mostrado en su real dimensión. Por esto, no debemos extrañarnos de lo que está sucediendo con los diálogos de La Habana. En este proceso, para la guerrilla todo es ganancia, mientras el país y la institucionalidad resultan seriamente resquebrajados. La guerrilla, fiel a los postulados del Partido Comunista, PCC practica ´todas las formas de lucha´, promueve movimientos campesinos regionales que están ocasionando parálisis total en diferentes lugares, como el Catatumbo en Norte de Santander, dónde su principal exigencia son las Zonas de Reserva, ZRC. Las Farc tienen el proyecto de constituir 59 en el país con un estimado de 9 millones de hectáreas dónde serían amos y señores sin ninguna intervención del Estado.
De otra parte la prolongación indefinida de los diálogos cuenta a favor de la guerrilla por esto hacen propuestas delirantes, incongruentes, exageradas y hasta proponen mesa paralela con el ELN.
El tiempo corre en contra de Santos, que con el incremento de la inseguridad y la caída de la economía tenía en el proceso de paz su tabla de salvación para la reelección. Es esta, y no otra, la razón de la encrucijada en que está metido: Reelección versus final real del conflicto que implica verdad, justicia y reparación. O continúa en el tema de la reelección sobre un proceso que no va para ningún lado y se entierra y se lleva de paso al país u opta por gobernar en serio, renuncia a la reelección y reorienta el proceso de La Habana como mandan los cánones y como lo exige la nación. Es claro que lo segundo implica condición de estadista y grandeza,