Colombia ha padecido la recurrencia y la alternancia de dos fenómenos extremos, producto del cambio y la variabilidad climática: el Fenómeno del Niño, con su prolongada sequía y el de la Niña, con sus lluvias torrenciales. Una de sus características es la mayor frecuencia con la que se presentan tales fenómenos y su mayor intensidad. […]
Colombia ha padecido la recurrencia y la alternancia de dos fenómenos extremos, producto del cambio y la variabilidad climática: el Fenómeno del Niño, con su prolongada sequía y el de la Niña, con sus lluvias torrenciales.
Una de sus características es la mayor frecuencia con la que se presentan tales fenómenos y su mayor intensidad.
Entre 1950 y 2007 los desastres asociados con las olas invernales se incrementaron 16.1% y aquellos asociados con la baja pluviosidad se multiplicaron 2.2 veces. Colombia, según las Naciones Unidas, es el tercer país más vulnerable frente a tales fenómenos, razón por la cual se impone la necesidad de gestionar la reducción de los riesgos y los impactos que ellos comportan, así como para la adaptación a esta nueva realidad.
Bien dijo Charles Darwin, que los sobrevivientes no serán los más inteligentes y capaces sino aquellos que se adapten mejor y más rápidamente, añadiría yo, al cambio.
El Panel de expertos de las Naciones Unidas sobre el cambio climático (IPCC), creado en 1998, llegó a dos conclusiones que son fundamentales: la primera, que existe una gran correlación entre las concentraciones de CO2 en la atmósfera y la temperatura global y la segunda, que la causa principal de las emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI) es antropogénica, es decir, se debe a las actividades humanas.
Se trata del “antropocentrismo despótico que se desentiende de las demás criaturas”, que delata el Papa Francisco en su Encíclica Laudato Di.
Actualmente las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) que se concentran en la atmósfera, causante del calentamiento global, crecen a un ritmo endiablado del 2.2% anual. De acuerdo con las cifras del IPCC las concentraciones de CO2 ha llegado “a niveles sin precedentes en al menos 800 mil años”(¡!), lo cual no deja de ser alarmante. Ello explica el aumento de 0.85 grados de la temperatura a nivel global desde la era pre-industrial y aterroriza que pueda elevarse hasta los 2 grados antes de finalizar este siglo, que harían inhabitable el planeta tierra.
El temor de que ello ocurra es mayor si tenemos en cuenta que en los últimos 25 años la temperatura ha aumentado a una rata de 0.18 grados por década (¡!). Y pensar que, como dice Rajendra Pachauri, presidente del Panel de expertos de las Naciones Unidas, “no hay plan B porque no hay otro planeta” habitable por el ser humano, por lo menos por ahora. Lo dijo el Sumo Pontífice: “la humanidad está llamada a tomar conciencia de la necesidad de realizar cambios de estilos de vida, de producción y de consumo, para combatir el calentamiento del sistema climático”.
Las consecuencias del calentamiento global no se hacen esperar, en el caso de Colombia, según el IDEAM, los glaciares que aún subsisten tienen sus días contados; para el 2030, que está a la vuelta de la esquina, habrán desaparecido los últimos 6 nevados que nos quedan, la Sierra Nevada de Santa Marta, una de las maravillas de la naturaleza, declarada patrimonio de la biósfera por parte de la UNESCO, muy pronto dejará de ser nevada.
De hecho, recientemente un grupo de científicos descubrió aterrado una laguna que se había formado por el deshielo en el Parque Natural de Los Nevados que cubre los departamentos de Tolima y Caldas, a 4.900 metros sobre el nivel del mar. Así de catastrófico es el panorama que se vislumbra, sino detenemos esta carrera alocada de depredación.
No pudo ser más oportuno el llamado del Santo Padre, en momentos en que la comunidad internacional se apresta a concurrir en diciembre de este año a París, en donde tendrá lugar la Convención Marco de las Naciones Unidas para el Cambio Climático (UNFCCC).
Su llamado no puede ser más pertinente: “de todos modos, si en algunos casos el desarrollo sostenible implicará nuevas formas de crecer, en otros casos, frente al crecimiento voraz e irresponsable que se produjo durante muchas décadas, hay que pensar también en detener un poco la marcha, en poner algunos límites racionales e incluso en volver atrás antes que sea tarde…En este tema los términos medios son sólo una pequeña demora en el derrumbe. Simplemente se trata de redefinir el progreso”.
Como se solía decir antiguamente, en frase atribuida a San Agustín de Hipona, Roma locuta, causa finita: Roma ha hablado, el caso está cerrado!
Colombia ha padecido la recurrencia y la alternancia de dos fenómenos extremos, producto del cambio y la variabilidad climática: el Fenómeno del Niño, con su prolongada sequía y el de la Niña, con sus lluvias torrenciales. Una de sus características es la mayor frecuencia con la que se presentan tales fenómenos y su mayor intensidad. […]
Colombia ha padecido la recurrencia y la alternancia de dos fenómenos extremos, producto del cambio y la variabilidad climática: el Fenómeno del Niño, con su prolongada sequía y el de la Niña, con sus lluvias torrenciales.
Una de sus características es la mayor frecuencia con la que se presentan tales fenómenos y su mayor intensidad.
Entre 1950 y 2007 los desastres asociados con las olas invernales se incrementaron 16.1% y aquellos asociados con la baja pluviosidad se multiplicaron 2.2 veces. Colombia, según las Naciones Unidas, es el tercer país más vulnerable frente a tales fenómenos, razón por la cual se impone la necesidad de gestionar la reducción de los riesgos y los impactos que ellos comportan, así como para la adaptación a esta nueva realidad.
Bien dijo Charles Darwin, que los sobrevivientes no serán los más inteligentes y capaces sino aquellos que se adapten mejor y más rápidamente, añadiría yo, al cambio.
El Panel de expertos de las Naciones Unidas sobre el cambio climático (IPCC), creado en 1998, llegó a dos conclusiones que son fundamentales: la primera, que existe una gran correlación entre las concentraciones de CO2 en la atmósfera y la temperatura global y la segunda, que la causa principal de las emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI) es antropogénica, es decir, se debe a las actividades humanas.
Se trata del “antropocentrismo despótico que se desentiende de las demás criaturas”, que delata el Papa Francisco en su Encíclica Laudato Di.
Actualmente las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) que se concentran en la atmósfera, causante del calentamiento global, crecen a un ritmo endiablado del 2.2% anual. De acuerdo con las cifras del IPCC las concentraciones de CO2 ha llegado “a niveles sin precedentes en al menos 800 mil años”(¡!), lo cual no deja de ser alarmante. Ello explica el aumento de 0.85 grados de la temperatura a nivel global desde la era pre-industrial y aterroriza que pueda elevarse hasta los 2 grados antes de finalizar este siglo, que harían inhabitable el planeta tierra.
El temor de que ello ocurra es mayor si tenemos en cuenta que en los últimos 25 años la temperatura ha aumentado a una rata de 0.18 grados por década (¡!). Y pensar que, como dice Rajendra Pachauri, presidente del Panel de expertos de las Naciones Unidas, “no hay plan B porque no hay otro planeta” habitable por el ser humano, por lo menos por ahora. Lo dijo el Sumo Pontífice: “la humanidad está llamada a tomar conciencia de la necesidad de realizar cambios de estilos de vida, de producción y de consumo, para combatir el calentamiento del sistema climático”.
Las consecuencias del calentamiento global no se hacen esperar, en el caso de Colombia, según el IDEAM, los glaciares que aún subsisten tienen sus días contados; para el 2030, que está a la vuelta de la esquina, habrán desaparecido los últimos 6 nevados que nos quedan, la Sierra Nevada de Santa Marta, una de las maravillas de la naturaleza, declarada patrimonio de la biósfera por parte de la UNESCO, muy pronto dejará de ser nevada.
De hecho, recientemente un grupo de científicos descubrió aterrado una laguna que se había formado por el deshielo en el Parque Natural de Los Nevados que cubre los departamentos de Tolima y Caldas, a 4.900 metros sobre el nivel del mar. Así de catastrófico es el panorama que se vislumbra, sino detenemos esta carrera alocada de depredación.
No pudo ser más oportuno el llamado del Santo Padre, en momentos en que la comunidad internacional se apresta a concurrir en diciembre de este año a París, en donde tendrá lugar la Convención Marco de las Naciones Unidas para el Cambio Climático (UNFCCC).
Su llamado no puede ser más pertinente: “de todos modos, si en algunos casos el desarrollo sostenible implicará nuevas formas de crecer, en otros casos, frente al crecimiento voraz e irresponsable que se produjo durante muchas décadas, hay que pensar también en detener un poco la marcha, en poner algunos límites racionales e incluso en volver atrás antes que sea tarde…En este tema los términos medios son sólo una pequeña demora en el derrumbe. Simplemente se trata de redefinir el progreso”.
Como se solía decir antiguamente, en frase atribuida a San Agustín de Hipona, Roma locuta, causa finita: Roma ha hablado, el caso está cerrado!