La última publicación de ‘Miremos al río Cesar’ fue dedicada a exaltar la labor de Alfonso López, considerado el guardián del complejo cenagoso de la Zapatosa.
La otra cara del río Cesar, sin espumas ni agua contaminada está en lo más profundo de la Sierra Nevada de Santa Marta, macizo al que EL PILÓN ingresó el 25 de julio una mañana en la que se cruzaba el éter con los primeros rayos de la aurora, acompañada por una brisa fría y gotas de lluvia que mojaban el pavimento, haciendo el camino pesado y riesgoso para los vehículos que salían desde Valledupar hacia La Guajira.
En sentido sur – norte, para llegar a la parte alta del río Cesar se necesita pasar por San Juan del Cesar, luego por los corregimientos de Zambrano, Corral de Piedras, El Totumo, Los Cardones (aquí se unen los ríos Cesar y El Barcino para formar una sola cuenca que queda como Cesar), El Placer y La Sierrita; posteriormente habrá espacio para ver a El Capuchino, El Hatico de los Indios, Sabana Grande, Potrerito y El Limón, entre otras veredas y asentamientos indígenas de la etnia Wiwa, considerados como guardianes de esta fuente hídrica.
Con la investigación plasmada el pasado 1 de agosto, en la que se resaltó el informe titulado ‘Río Cesar: su nacimiento en aguas cristalinas y sin contaminación’, este medio de comunicación abrió el paso a una campaña que se extendió por tres meses y visitó a San Juan del Cesar, en el cual comienzan a caer las aguas residuales al cauce. Seguido se mostró el declive del río en el municipio de Villanueva, antes de ingresar al departamento del Cesar.
Cuando llega a Valledupar, los corregimientos del norte como Guacoche y Guacochito reciben las aguas del río Cesar, fue así como en la publicación del 29 de agosto se habló de ‘Los paleros del río Cesar’, quienes tienen como principal fuente económica la extracción de material de arrastre (arena, revuelto, gravilla, entre otros), que a diario es vendida a los centros de acopio de la capital del Cesar.
En Valledupar está el mayor foco de contaminación del río Cesar y se trata de la planta de tratamiento de aguas residuales de la empresa Emdupar. Hecho que quedó plasmado en la publicación, denominada ‘La puja política que contamina al río Cesar’, en la que además se explicó las ataduras del contrato de la Unión Temporal Aqua con Emdupar, su trasfondo político y la falta de argumentos que tiene el gobierno municipal para ‘frenar’ el inicio del contrato firmado en diciembre de 2015.
Pero no en todo se encontró la mala disposición que le dan las entidades a las aguas servidas o industriales que vierten al alcantarillado y posteriormente caen al río Cesar. En Valledupar la empresa DPA implementó dos plantas de tratamiento; una con base en el sistema de tratamiento de bióxido de cloro, denominado proyecto ‘agua de vaca’, y la remodelación de la PTAR (Planta de Tratamiento de Aguas Residuales) con inyección de aire a las aguas, que disminuye la carga que arrastra el agua que viene contaminada después de procesar la leche.
Los efectos adversos por la contaminación del río que tiene 280 kilómetros de recorrido desde su nacimiento, quedaron plasmando en ‘Aguas residuales de Valledupar acabaron con la pesca en Las Pitillas’, corregimiento de San Diego que perdió su vocación y economía después de la puesta en marcha de las plantas de tratamiento de las aguas servidas en Valledupar. La historia fue narrada por Ana Leonidas Socarrás Barrera, una matrona de Las Pitillas.
Y para terminar este proyecto, dos publicaciones salieron al público después del viaje entre Valledupar y los municipios de El Paso y Chimichagua: ‘La nociva llegada del río Cesar a la ciénaga Zapatosa’, preciso cuando desemboca sus aguas en este ecosistema que tiene grandes problemas ambientales y se suman los que acarrea el río Cesar.
Lo último fue exaltar la labor de Alfonso López, considerado el guardián del complejo cenagoso de la Zapatosa, representante de 332 familias a través de Asociación de Pescadores de Chimichagua.
‘Miremos el río Cesar’ lleva un mensaje para los lectores, entidades públicas y privadas del región y el país, así como la comunidad en general, sobre la afectación que consciente o inconsciente se le hace diariamente al medio ambiente y porqué el desarrollo de los pueblos debe ser amigable con el medio ambiente.
Por Carlos Mario Jiménez
[email protected]
La última publicación de ‘Miremos al río Cesar’ fue dedicada a exaltar la labor de Alfonso López, considerado el guardián del complejo cenagoso de la Zapatosa.
La otra cara del río Cesar, sin espumas ni agua contaminada está en lo más profundo de la Sierra Nevada de Santa Marta, macizo al que EL PILÓN ingresó el 25 de julio una mañana en la que se cruzaba el éter con los primeros rayos de la aurora, acompañada por una brisa fría y gotas de lluvia que mojaban el pavimento, haciendo el camino pesado y riesgoso para los vehículos que salían desde Valledupar hacia La Guajira.
En sentido sur – norte, para llegar a la parte alta del río Cesar se necesita pasar por San Juan del Cesar, luego por los corregimientos de Zambrano, Corral de Piedras, El Totumo, Los Cardones (aquí se unen los ríos Cesar y El Barcino para formar una sola cuenca que queda como Cesar), El Placer y La Sierrita; posteriormente habrá espacio para ver a El Capuchino, El Hatico de los Indios, Sabana Grande, Potrerito y El Limón, entre otras veredas y asentamientos indígenas de la etnia Wiwa, considerados como guardianes de esta fuente hídrica.
Con la investigación plasmada el pasado 1 de agosto, en la que se resaltó el informe titulado ‘Río Cesar: su nacimiento en aguas cristalinas y sin contaminación’, este medio de comunicación abrió el paso a una campaña que se extendió por tres meses y visitó a San Juan del Cesar, en el cual comienzan a caer las aguas residuales al cauce. Seguido se mostró el declive del río en el municipio de Villanueva, antes de ingresar al departamento del Cesar.
Cuando llega a Valledupar, los corregimientos del norte como Guacoche y Guacochito reciben las aguas del río Cesar, fue así como en la publicación del 29 de agosto se habló de ‘Los paleros del río Cesar’, quienes tienen como principal fuente económica la extracción de material de arrastre (arena, revuelto, gravilla, entre otros), que a diario es vendida a los centros de acopio de la capital del Cesar.
En Valledupar está el mayor foco de contaminación del río Cesar y se trata de la planta de tratamiento de aguas residuales de la empresa Emdupar. Hecho que quedó plasmado en la publicación, denominada ‘La puja política que contamina al río Cesar’, en la que además se explicó las ataduras del contrato de la Unión Temporal Aqua con Emdupar, su trasfondo político y la falta de argumentos que tiene el gobierno municipal para ‘frenar’ el inicio del contrato firmado en diciembre de 2015.
Pero no en todo se encontró la mala disposición que le dan las entidades a las aguas servidas o industriales que vierten al alcantarillado y posteriormente caen al río Cesar. En Valledupar la empresa DPA implementó dos plantas de tratamiento; una con base en el sistema de tratamiento de bióxido de cloro, denominado proyecto ‘agua de vaca’, y la remodelación de la PTAR (Planta de Tratamiento de Aguas Residuales) con inyección de aire a las aguas, que disminuye la carga que arrastra el agua que viene contaminada después de procesar la leche.
Los efectos adversos por la contaminación del río que tiene 280 kilómetros de recorrido desde su nacimiento, quedaron plasmando en ‘Aguas residuales de Valledupar acabaron con la pesca en Las Pitillas’, corregimiento de San Diego que perdió su vocación y economía después de la puesta en marcha de las plantas de tratamiento de las aguas servidas en Valledupar. La historia fue narrada por Ana Leonidas Socarrás Barrera, una matrona de Las Pitillas.
Y para terminar este proyecto, dos publicaciones salieron al público después del viaje entre Valledupar y los municipios de El Paso y Chimichagua: ‘La nociva llegada del río Cesar a la ciénaga Zapatosa’, preciso cuando desemboca sus aguas en este ecosistema que tiene grandes problemas ambientales y se suman los que acarrea el río Cesar.
Lo último fue exaltar la labor de Alfonso López, considerado el guardián del complejo cenagoso de la Zapatosa, representante de 332 familias a través de Asociación de Pescadores de Chimichagua.
‘Miremos el río Cesar’ lleva un mensaje para los lectores, entidades públicas y privadas del región y el país, así como la comunidad en general, sobre la afectación que consciente o inconsciente se le hace diariamente al medio ambiente y porqué el desarrollo de los pueblos debe ser amigable con el medio ambiente.
Por Carlos Mario Jiménez
[email protected]