EDITORIAL

Mientras aplauden megaobra vial del Caribe, Bosconia sigue bloqueado

El actual Gobierno nacional acaba de inaugurar la Variante de Ciénaga, corredor que promete reducir los tiempos de viaje a Barranquilla media hora, pero el lunar regional de este éxito institucional es el bloqueo yukpa de la variante anillo vial de Bosconia.

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El actual Gobierno nacional acaba de inaugurar la Variante de Ciénaga, corredor que promete reducir los tiempos de viaje a Barranquilla media hora, pero el lunar regional de este éxito institucional es el bloqueo yukpa de la variante anillo vial de Bosconia. La obra entregada beneficia al Caribe colombiano y por eso el gobierno saca pecho y espera aplausos, pese a que fue proyectada y parcialmente ejecutada en anteriores administraciones.

Eso está bien y debemos reconocer la importancia de ese proyecto porque busca liberar al casco urbano de Ciénaga del tránsito pesado que por décadas afectó su movilidad y su calidad de vida. Es una obra que beneficia no solo al Atlántico y al Magdalena, sino a una extensa red territorial que conecta al país entero con muchas regiones en las que se incluyen el departamento del Cesar, sur del Magdalena, Santanderes, Boyacá y la misma Bogotá.

No obstante, mientras todos aplauden, esta infraestructura largamente esperada, y se plantea la continuidad en doble calzada Ciénaga- Barranquilla, el mal recuerdo de ese avance lo constituye la variante de Bosconia, en el departamento del Cesar. Allí, donde confluyen dos dobles calzadas nacionales, un tramo que hace parte de ese proyecto vial en el que se invirtieron más de $150.000 millones, se presenta un bloqueo permanente por parte de un reducido grupo de familias yukpas. Un obstáculo que obliga a conductores, transportadores y viajeros a tomar desvíos innecesarios, costosos y peligrosos, anulando en la práctica los beneficios de una obra estratégica para el flujo del Caribe y del interior del país, siendo Valledupar una de las capitales más afectadas.

Se sale de toda lógica que mientras se estrena variante que proyecta una movilidad más fluida y competitiva, Bosconia padece una parálisis que arrastra consigo principalmente al Cesar (a Magdalena y Bolívar), afectando su competitividad, su economía y su percepción de seguridad y gobernanza. Ese es un problema mayor y así se debe abordar por nuestra clase dirigente que está llamada a hacerle entender al Gobierno nacional la urgencia de resolver ese cuello de botella en pleno corazón del transporte terrestre y que irradia efectos negativos a medio país.

Ante ese panorama, vale preguntar: ¿quién representa a la inmensa mayoría de habitantes, transportadores y empresas que ven afectada su movilidad? ¿Quién levanta la voz por los miles que dependen de este corredor para mover carga, turismo y desarrollo? ¿Por qué una obra de este calibre puede quedar neutralizada ante la ausencia de soluciones estructurales y del acompañamiento estatal continuo? Qué pasa con los intereses generales difusos cuya importancia es inversamente proporcional al nivel de organización social para defenderlos.

Es válido que se celebre la Variante de Ciénaga, pero ignorar lo que sucede en Bosconia sería aceptar un triunfo a medias, y el Caribe no está para medias tintas. La región necesita y merece una conectividad completa, sin brechas ni bloqueos que la fragmenten. El Cesar, en particular, no puede seguir siendo el eslabón debilitado de una cadena que pretende ser moderna, competitiva y articulada. Por lo menos es lo que en el momento se anuncia.

Hay que exigir al Gobierno nacional que, con la misma voluntad política mostrada en Ciénaga, actúe de manera decidida en Bosconia dentro de la Ruta del Sol III. Solo cuando ese lunar sea atendido y resuelto podremos hablar, con propiedad, de un triunfo total tanto para la región Caribe como para el país.

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