Parodiando a una de las tantas canciones que hablan de la temporada de fin de año, esta vez nos corresponde decir que las cuatro fiestas que se nos vienen “son para gozarlas”, para vivirlas en familia y no para sufrirlas por el mal compartimiento de la gente.
Nos alistamos para la noche de las velitas este domingo siete de diciembre, luego vendrán la Navidad, la despedida de año y los carnavales, festividades todas que incitan al consumo de alcohol y al uso indebido de la pólvora que, en ocasiones, impiden ese grito de “viva la vida”, el cual sería el único que debería prevalecer en todas las fiestas que nos unen por tradición.
Para este siete de diciembre toca seguir recalcando el mensaje de no a la pólvora, que la luz de las velitas sea la única protagonista y no la de explosiones que hieren, asustan y dejan cicatrices irreparables, especialmente en niños y animales. La verdadera celebración no necesita estruendo, necesita presencia, abrazo, calma y mucha prudencia.
Reiteramos que, en esta noche de velitas, cuando las llamas pequeñas iluminan balcones, calles y patios, vivamos con alegría esa tradición religiosa y folclórica, que conservemos ese ritual de unión y cortemos de raíz con cualquier causa de tragedias, para que no haya espacio a las lamentaciones como lastimosamente suele suceder durante estas festividades.
Nuestra invitación es a que esta fecha sea una oportunidad para reunirse en familia, conversar sin afanes, reír y renovar la esperanza. Que la paz sea el tono de cada festejo y que el respeto por la vida esté por encima de cualquier impulso desmedido.
Las autoridades, por su parte, tienen el compromiso de garantizar seguridad tanto en las ciudades, incluida Valledupar, como en las carreteras donde miles de viajeros se desplazan. La prevención y el cuidado institucional son necesarios para que diciembre sea un mes de alegría y no de calamidades familiares.
Otro aspecto importante es recuperar lo nuestro, es decir, que vuelvan las tradiciones gastronómicas de cada región, desde las cocinas de todos los pueblos del Caribe colombiano hasta la última frontera de Colombia. Siempre se aconseja la preparación de los platos típicos con la participación de muchos miembros de la familia o de los grupos de amigos como una forma de reconectar con la memoria familiar, de enseñar a los niños de dónde venimos, y de fortalecer los lazos que siempre nos han unido.
Es menester que, en este arranque del ciclo festivo, digamos viva la vida, que viva la alegría que nos caracteriza, la protección de nuestros niños y el respeto por nuestros adultos mayores que a veces son olvidados o subvalorados. Que cada llama encendida sea un compromiso con la convivencia, la cultura y la esperanza por la llegada de unos mejores tiempos.
Y una vez quemadas las velitas, sigamos con la mejor disposición porque, como dice la canción: “Son para gozarlas estas navidades – porque el año que viene se acaban los pesares. Cuando sean las 12 de la noche y el año barbudo se va – agarro mi cuatrico y mi ron, y me voy a abrazar a mamá”.
Lo importante es que cada una de esas cuatro fiestas constituye una temporada o fecha especial para darle rienda suelta a un mismo sentimiento, tal es ese deseo de encuentro y de vida compartida con los seres más queridos.





