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La República de Platón. Libro IX.

Este libro IX de la República de Platón es bellamente enjundioso, y es uno de los pasajes más profundos y complejos de este diálogo, en el que explora las características de la vida de los gobernantes, la naturaleza del alma humana y las consecuencias de las corrupciones morales. El autor se concentra en la descripción […]

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Este libro IX de la República de Platón es bellamente enjundioso, y es uno de los pasajes más profundos y complejos de este diálogo, en el que explora las características de la vida de los gobernantes, la naturaleza del alma humana y las consecuencias de las corrupciones morales. El autor se concentra en la descripción del hombre que ha elegido para su vida el vicio y la injusticia, describiendo un cuadro detallado de su mal destino. Así fue, es y así será.

El aspecto central del libro describe el alma infeliz del gobernante vicioso e injusto, sufriendo y atormentada, tan distinta a la del hombre justo. Platón sostiene que el hombre injusto, que se deja dominar por sus deseos y sed de poder, vive una vida de sufrimientos interiores, porque su alma permanece dividida e insegura. Su vida está caracterizada por la búsqueda de los placeres inmediatos y la ausencia de la prudencia, derivándolo a una condición de esclavitud de sus deseos y pasiones. Como anillo al dedo, este libro huele a recién escrito.

Sostiene que la injusticia, si bien puede aparecer en algunos casos y por breve tiempo como una ventaja para el impío, no es menos cierto que finalmente lo conduce a la ruina moral y pérdida de la felicidad. Para los antiguos griegos la mayor riqueza y bien era la felicidad, pero este era un concepto más bien intelectual. Los filósofos del período posterior a los clásicos, los helenísticos, hicieron filosofía práctica: hedonistas, estoicos, etc. Muchos siglos después, el filósofo neerlandés Baruch Spinoza racionaliza el concepto de felicidad en su libro La Ética, como la mera comprensión de las causas de cada cosa o situación. Entenderlas y aceptarlas es la fuente de felicidad, y ninguna otra cosa metafísica.

Un aspecto crucial del texto de Platón es la descripción del Tirano como ejemplo extremo de injusticia. Platón pinta al Tirano como un hombre que, ambicioso de poder, no escatima los bajos instintos para obtenerlo, aun haciéndose esclavo de inicuas pasiones. Su vida llena de placeres es insegura, paranoica y, en definitiva, infeliz. Son los narcoafectos de hoy.

El Tirano encarna la injusticia y termina sufriendo la ruina de su vida, perdiendo todo bien.

Platón sostiene que el único modo de alcanzar la felicidad es a través de la justicia y la filosofía, porque permiten armonizar el carácter del hombre, mediante el uso de la razón como búsqueda de la verdad, que permite al individuo dominar sus instintos, conduciéndolo a una vida virtuosa de acuerdo con los principios del Bien. Solo así puede el hombre obtener la felicidad eterna y evitar los sufrimientos causados por la injusticia.

El libro es una intensa reflexión sobre la naturaleza humana, sobre la relación entre los instintos y la virtud, y sobre las consecuencias morales de unas u otras acciones. Platón invita a preferir la vida según la razón, como la vía indicada para conseguir el bien supremo.

Constantemente nos advierte sobre el comportamiento de un gobernante tirano, vicioso e injusto, y cómo esa conducta lo conduce a su ruina moral y a la desgracia de sus gobernados, por una parte, y por la otra lo contrasta con un gobernante virtuoso y justo, cualidades que le deparan felicidad personal y a sus gobernados. Los antiguos griegos consideraban que vivir virtuosamente era sinónimo de vivir felizmente y, más aún, si se hacía contemplando la fuente de toda virtud, que suponían en la Forma del Bien. Muchos siglos después, el filósofo neerlandés Baruch Spinoza consideró, especialmente en su libro La Ética, que la felicidad no es ninguna entidad intelectual que contemplar, sino un estado personal que consiste en la comprensión racional de las causas de los hechos y situaciones que conforman la existencia humana y su consecuente aceptación, y no en ninguna cuestión metafísica. La razón es la madre de la felicidad.

Por: Rodrigo López Barros.

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