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Habemus Obispum y Urumita está de plácemes. Hacia una Iglesia en la calle

Aspiraciones. No sé si lo que escribo aquí corresponda a la realidad o si solo sea un deseo mío y el de muchos. Sí sé que la institución que no se critica no avanza. Lo mismo les ocurre a las personas que no se examinan a sí mismas.

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Aspiraciones. No sé si lo que escribo aquí corresponda a la realidad o si solo sea un deseo mío y el de muchos. Sí sé que la institución que no se critica no avanza. Lo mismo les ocurre a las personas que no se examinan a sí mismas.

No pongo absolutamente de lado el movimiento espiritual, social y económico de un grupo de sacerdotes denominado Teología de la Liberación, surgido en América Latina hacia mediados del siglo pasado, como tampoco la “Iglesia en salida” del Papa Francisco fallecido. Es decir, la Iglesia fuera de las grandes basílicas, donde se reza por los pobres, y de los suntuosos palacios, residencias de obispos, arzobispos y cardenales en el mundo, y las del Papa en Roma.

En la Diócesis de Valledupar es bien conocida y agradecida por muchos necesitados la ayuda a través del Banco de Alimentos a cargo de la buena voluntad del sacerdote Jesús Torres Ariza, y bien conoce la comunidad diocesana el esmero con que él ha atendido los encargos apostólicos que de tiempo atrás le había encomendado, con plena confianza, el Señor.  Por otra parte, sus impulsos misioneros desde pocos años acá han sido acompañados por la espiritualidad del trabajo apostólico propio de la Prelatura del Opus Dei, de cuya Asociación Sacerdotal el nuevo obispo es miembro. Respecto de él, también anoto su escueto discurso persuasivo en la prédica cristiana, alejado del endulzamiento social de otros. No lo desvelan las palabras bonitas ni los halagos ceremoniales que solo sirven a la satisfacción y vanidad personal. Su corazón late con la idea de que la fe debe ayudar a la gente más necesitada a vivir mejor.

Por eso, su prioridad es transformar problemas concretos: pobreza, exclusión, acceso a la educación. Y así lo practicó cuando fue rector del colegio El Carmelo de la Diócesis de Valledupar, colegio abordado por muchachos sencillos con aspiraciones de superación personal, base de la movilidad social.

Trabajo y más trabajo. Hoy día, por doquier, la opinión general de creyentes y no creyentes se expresa en el sentido de pedir menos ritualidad, que empobrece la verdad misionera de la Iglesia. En cambio, más acciones que liberen del fardo social a los desconocidos, como lo hizo Cristo humano. Qué tal que se presentara entre nosotros… ¡Nos azotaría como a aquellos!

Esta es la verdadera Iglesia que se necesita en el presente y hacia el futuro, orientada al servicio social efectivo, mano a mano con toda la sociedad civil y los gobernantes. Solo así tendrá futuro la Iglesia como institución. Una Iglesia menos preocupada de la salvación espiritual y más de las realidades sociales terrenas.

La estructura jerárquica de la Iglesia no debe existir para ostentar poder, sino para coordinar esfuerzos y asegurarse de que las resoluciones lleguen a las comunidades.

Los líderes religiosos se deben ver a sí mismos como facilitadores del bien común, escuchando a los afectados de carencias y rindiendo cuentas a la comunidad tributante. Esta parte es muy importante. Las campañas y las erogaciones deben ser transparentes y efectivas. No hay sacerdotes blindados por la solemnidad de las ceremonias.

La Doctrina Social de la Iglesia convertida en acción no solo debe ser acatada por los demás, sino especialmente por ella misma: dignidad humana, igualdad de oportunidades, solidaridad, responsabilidad compartida con la sociedad civil. Lo que el Papa Francisco, repito, llamó “la Iglesia en salida”, con lo cual quiso decir un montón de cosas, despojándola de la ritualidad anodina. Queramos que la fe sea acciones de liberación en todos los órdenes sociales. La Iglesia en el mundo entero tiene un potencial de movilización social como ninguna otra institución para realizar la justicia social que predica, mano a mano con los gobiernos que acepten su colaboración.

Señor obispo Torres Ariza, usted tiene todas las condiciones humanas para ayudar a asentar la paz en su destino propuesto. El Guaviare lo reclama con los brazos abiertos y Dios bendiga su misión por muchos años. Felicitaciones a la Diócesis de Valledupar, tan certeramente guiada por el señor obispo Óscar José Vélez Isaza, y al señor arzobispo Pablo Salas Anteliz.

rodrigolopezbarros@hotmail.com  

Por: Rodrigo López Barros.

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