Quienes estamos del lado bueno de la historia reciente de este país debemos unirnos, en una sola voz, para que la derecha se organice y anteponga los intereses superiores de la nación a los particulares. Si esto sale bien, si los candidatos más fuertes plantean un acuerdo para gobernar a Colombia por 5, 6 o 7 períodos consecutivos, solo queda sortear el orden y proceder a trabajar, de la mano, en la reconstrucción de nuestro Estado.
Pero hay que ceder, ser humildes, dejar las vanidades de lado y reconocer, de una vez por todas, que unos son mejores que otros, por ende, que los primeros tienen vocación de poder, arroparlos y elegirlos. Hay buen talento, gente pila que puede conformar un gobierno de buen nivel técnico que se dedique varios años a resarcir el daño que este falso progresismo nos ha causado. El daño es reparable, asumiendo decisiones poco populares pero que de seguro muy pronto devolverán la esperanza a este pueblo engañado, mancillado y saqueado.
Entre los candidatos hay algunos de temperamento fuerte, otros que hoy fungen como oposición cuando hicieron parte de gobiernos que, como el del tartufo Juan Manuel Santos, son los directos responsables de la tragedia que hoy vivimos. Gracias a las mentiras de Santos, que inició este proceso de desinstitucionalización cuando se burló del triunfo del NO en el plebiscito, cuando blindó de impunidad a los narcoterroristas que hoy están en el Congreso, cuando vendió el alma de Colombia al mismísimo diablo, cuando se inventó el fast track y la Justicia Especial para la Paz -JEP- para hacerle el quite a la Constitución del 91, Petro, guerrillero desmovilizado, llegó a la Casa de Nariño.
Puedo imaginar al tartufo frotándose los dedos durante el escrutinio de la segunda vuelta presidencial en junio de 2022, al ver pagada su deuda con los Castro por tantas vacaciones familiares en la Cuba comunista. No en vano la sangre de Camilo Torres recorre las venas del Nobel de Paz.
Los colombianos, los buenos, debemos presionar a los políticos para que nos pongan en el centro de las decisiones y se la jueguen por la reconstrucción nacional a través de la recuperación del poder Ejecutivo. El que llegue necesitará apoyo y mucha comprensión y paciencia por parte del electorado, porque recibe un país descuadernado, con el hampa influyendo en los territorios y las ciudades sitiadas por la inseguridad. Va a ser difícil, sin duda, debemos ser conscientes de lo que se viene. Lo primero es ganar, ojalá en primera vuelta -si nos organizamos se puede-, enterrar esta izquierda destructiva varios metros bajo tierra y remangarse para recuperar, en varios años, lo que hemos perdido. Recuperar los valores y la moral, el respeto por la Constitución y la ley, por los jueces, por el orden que en su momento fue el orgullo de Latinoamérica, son el preludio de una nueva república en la que todos debemos tener un rol activo: el ejercicio de ciudadanías responsables y enfocadas en la restauración de nuestro Estado, hoy agonizante.
Del ramillete de candidatos decentes, aquellos que no estén en disposición de aportar a la ecuación de la unión para recuperar el poder, deben quedar en el olvido y pagar el precio por tal apuesta. El control social existe y es momento de aplicarlo. Estas elecciones permitirán demostrar quiénes quieren a Colombia y quienes sólo desean figuración y poder. En esto debe haber total claridad: los enemigos de Colombia son Cepeda y su recua, aquellos que han manipulado la historia para hacer ver lo bueno como malo y viceversa, los que han mentido al ciudadano de a pie para que odie la vida que tiene y responsabilice al empresario por ello; los que han distorsionado la realidad para que fenómenos como el del Palacio de Justicia y Bojayá sean admirados por unos pocos.
Ya no más zurdos ni más privilegios para quienes hace un tiempo atentaban contra la sociedad colombiana. Es justo decir basta y que estos personajes paguen por sus delitos. ¿Será que el señor Cepeda usará una de sus fotos posando con el secretariado de las FARC en esta campaña que se avecina?
Por: Jorge Eduardo Ávila.





