Por: Imelda Daza Cotes La movilidad social es un fenómeno inherente a toda democracia, se refiere a la posibilidad de mejorar la posición socioeconómica a través del buen desempeño personal. Muchos jóvenes optan por la educación superior para asegurar un futuro estable, otros lo ven además como el camino para lograr ese ascenso en la escala […]
Por: Imelda Daza Cotes
La movilidad social es un fenómeno inherente a toda democracia, se refiere a la posibilidad de mejorar la posición socioeconómica a través del buen desempeño personal. Muchos jóvenes optan por la educación superior para asegurar un futuro estable, otros lo ven además como el camino para lograr ese ascenso en la escala social.
Sin embargo, la realidad muestra que en esta era de neoliberalismo, flexibilidades y precarización laboral son muchos los profesionales recién egresados frustrados por la imposibilidad de lograr el tan ansiado primer empleo, algunos lo logran pero carecen de estabilidad y en muchos casos los salarios no alcanzan siquiera para compensar los enormes gastos que implicó estudiar una carrera universitaria.
Según el Ministerio de Educación un 24% de los profesionales recién graduados de pregrado carece de un empleo formal; entre los graduados como tecnólogos o técnicos el porcentaje es de 26% y 34% respectivamente. También para los que han terminado maestrías y doctorados es a veces difícil lograr una ocupación acorde a sus conocimientos. Son muchos los jóvenes que después de culminar sus carreras profesionales se enfrentan al ocio improductivo, se ocupan en oficios sin relación con sus estudios o se abocan al rebusque laboral “calificado” como dicen algunos poniéndole humor al drama
Las tasas de desocupación varían por ramas del saber y por regiones.
La Costa Atlántica es una de las más afectadas, allí sólo el 43% de los recién graduados universitarios tiene posibilidades de lograr un primer empleo. En Bogotá este indicador es del 61%. De ahí la presión migratoria sobre la capital. En el Caribe además, los salarios son proporcionalmente inferiores. Las profesiones de menor demanda son las relacionadas con las Bellas Artes, pero también las profesiones vinculadas al sector agropecuario son poco requeridas.
Las causas del problema están asociadas a la situación económica del país, a la calidad de la educación, a la estructura económica de las regiones y sobre todo a la inexistencia de un plan de desarrollo educativo que estime las necesidades reales del país en materia de formación de profesionales. Es evidente el desfase entre la oferta y la demanda de profesionales.
En el Cesar se decía años atrás que no había profesionales para el auge minero-energético. Muchos jóvenes se animaron a estudiar profesiones relacionadas con esta actividad. Pocos años después la noticia es: “En Valledupar y el Cesar hay sobreoferta de personal formado en minería”
Por: Imelda Daza Cotes La movilidad social es un fenómeno inherente a toda democracia, se refiere a la posibilidad de mejorar la posición socioeconómica a través del buen desempeño personal. Muchos jóvenes optan por la educación superior para asegurar un futuro estable, otros lo ven además como el camino para lograr ese ascenso en la escala […]
Por: Imelda Daza Cotes
La movilidad social es un fenómeno inherente a toda democracia, se refiere a la posibilidad de mejorar la posición socioeconómica a través del buen desempeño personal. Muchos jóvenes optan por la educación superior para asegurar un futuro estable, otros lo ven además como el camino para lograr ese ascenso en la escala social.
Sin embargo, la realidad muestra que en esta era de neoliberalismo, flexibilidades y precarización laboral son muchos los profesionales recién egresados frustrados por la imposibilidad de lograr el tan ansiado primer empleo, algunos lo logran pero carecen de estabilidad y en muchos casos los salarios no alcanzan siquiera para compensar los enormes gastos que implicó estudiar una carrera universitaria.
Según el Ministerio de Educación un 24% de los profesionales recién graduados de pregrado carece de un empleo formal; entre los graduados como tecnólogos o técnicos el porcentaje es de 26% y 34% respectivamente. También para los que han terminado maestrías y doctorados es a veces difícil lograr una ocupación acorde a sus conocimientos. Son muchos los jóvenes que después de culminar sus carreras profesionales se enfrentan al ocio improductivo, se ocupan en oficios sin relación con sus estudios o se abocan al rebusque laboral “calificado” como dicen algunos poniéndole humor al drama
Las tasas de desocupación varían por ramas del saber y por regiones.
La Costa Atlántica es una de las más afectadas, allí sólo el 43% de los recién graduados universitarios tiene posibilidades de lograr un primer empleo. En Bogotá este indicador es del 61%. De ahí la presión migratoria sobre la capital. En el Caribe además, los salarios son proporcionalmente inferiores. Las profesiones de menor demanda son las relacionadas con las Bellas Artes, pero también las profesiones vinculadas al sector agropecuario son poco requeridas.
Las causas del problema están asociadas a la situación económica del país, a la calidad de la educación, a la estructura económica de las regiones y sobre todo a la inexistencia de un plan de desarrollo educativo que estime las necesidades reales del país en materia de formación de profesionales. Es evidente el desfase entre la oferta y la demanda de profesionales.
En el Cesar se decía años atrás que no había profesionales para el auge minero-energético. Muchos jóvenes se animaron a estudiar profesiones relacionadas con esta actividad. Pocos años después la noticia es: “En Valledupar y el Cesar hay sobreoferta de personal formado en minería”