Especialmente las figuras de los reyes momo y la unión de los promotores de estas fiestas en Valledupar se mantiene viva, aunque sin un escenario para su desarrollo como en otrora, aún se conserva la memoria de una celebración que llegó a dar la talla ante el mayor referente actual, Barranquilla.
Tanto la imagen de Efraín Lacera (Q.E.P.D.) como la de Alfredo Jácome se vienen a la memoria cuando se les pregunta a esos de la ‘vieja guardia’ en Valledupar por las épocas de precarnavales que en los tiempos de antaño tenían protagonismo en esta ciudad.
La relevancia, a raíz de la organización y el desarrollo de dichas fiestas, era tal que en palabras de muchos llegaron a dar la talla a los precarnavales que se organizaban en Barranquilla, capital de esta tradicional fiesta que lograr atraer a ciudadanos de diferentes partes del mundo.
En medio del baile, el brillo y la infaltable maicena, la capital del Cesar dejaba que por unos días los bailes y las comparsas fueran los protagonistas.
Se organizaban entonces reinados con representantes de los diferentes barrios de la ciudad y se programaban tarimas que contaban con la presentación de diferentes artistas tanto de talla local como internacional, según explicó William Quiroz, quien participaba activamente en estas celebraciones.
Los carnavales en principio fueron una fiesta que organizaban las familias conocidas por vivir alrededor de la plaza Alfonso López, pero fueron reuniendo a la comunidad entorno a esta celebración.
Entonces recobraba especial notoriedad la figura de quienes promovían con gran brío las carnestolendas.
Hoy se recuerdan especialmente las figuras de los dos reyes momos que promovieron con entusiasmo estas fiestas que antes contaban con apoyo de la administración local.
Efraín Lacera, por ejemplo, fue una persona que llegó hace 50 años atrás y fue el que trajo la tambora, “se destacó porque era muy carnavalero, todavía existen algunos músicos”, recordó El ‘Bore’ Luque, otro de los carnavaleros líderes en esta capital.
De igual manera recordaron el entusiasmo de Adolfo Jácome, un parrandero insigne y colaborador con el carnaval, quien ahora se encuentra retirado dada la falta de organización de un evento como tal dado que ya no cuentan con las mismas oportunidades que años atrás tenían.
“Desafortunadamente en la medida que ha ido creciendo la ciudad fue desapareciendo y fue llegando gente de afuera con costumbres diferentes a las nuestras y así se fue minando todo lo relacionado con el carnaval”, expresó Quiroz, quien se refirió también a que en esto ha incidido la falta de voluntad de la autoridad de turno.
A pesar de esto reconoció que en los últimos dos años con una fundación se ha organizado una actividad, que sin embargo no ha tenido la misma dimensión que en otros tiempos.
En esos años se encontraban casetas de picó con permisos y legalmente constituidas, pero además se programaban más de 20 bailes privados como resultado de un espíritu carnavalero que siempre ha estado latente.
Ahora, prevalecen más bien los eventos particulares que cada empresario organiza o que algunos de estos hombres, siempre enamorados de esta colorida fiesta, realizan por su cuenta para convocar a sus amistades y seguir luchando por mantener el espíritu carnavalero.
Especialmente las figuras de los reyes momo y la unión de los promotores de estas fiestas en Valledupar se mantiene viva, aunque sin un escenario para su desarrollo como en otrora, aún se conserva la memoria de una celebración que llegó a dar la talla ante el mayor referente actual, Barranquilla.
Tanto la imagen de Efraín Lacera (Q.E.P.D.) como la de Alfredo Jácome se vienen a la memoria cuando se les pregunta a esos de la ‘vieja guardia’ en Valledupar por las épocas de precarnavales que en los tiempos de antaño tenían protagonismo en esta ciudad.
La relevancia, a raíz de la organización y el desarrollo de dichas fiestas, era tal que en palabras de muchos llegaron a dar la talla a los precarnavales que se organizaban en Barranquilla, capital de esta tradicional fiesta que lograr atraer a ciudadanos de diferentes partes del mundo.
En medio del baile, el brillo y la infaltable maicena, la capital del Cesar dejaba que por unos días los bailes y las comparsas fueran los protagonistas.
Se organizaban entonces reinados con representantes de los diferentes barrios de la ciudad y se programaban tarimas que contaban con la presentación de diferentes artistas tanto de talla local como internacional, según explicó William Quiroz, quien participaba activamente en estas celebraciones.
Los carnavales en principio fueron una fiesta que organizaban las familias conocidas por vivir alrededor de la plaza Alfonso López, pero fueron reuniendo a la comunidad entorno a esta celebración.
Entonces recobraba especial notoriedad la figura de quienes promovían con gran brío las carnestolendas.
Hoy se recuerdan especialmente las figuras de los dos reyes momos que promovieron con entusiasmo estas fiestas que antes contaban con apoyo de la administración local.
Efraín Lacera, por ejemplo, fue una persona que llegó hace 50 años atrás y fue el que trajo la tambora, “se destacó porque era muy carnavalero, todavía existen algunos músicos”, recordó El ‘Bore’ Luque, otro de los carnavaleros líderes en esta capital.
De igual manera recordaron el entusiasmo de Adolfo Jácome, un parrandero insigne y colaborador con el carnaval, quien ahora se encuentra retirado dada la falta de organización de un evento como tal dado que ya no cuentan con las mismas oportunidades que años atrás tenían.
“Desafortunadamente en la medida que ha ido creciendo la ciudad fue desapareciendo y fue llegando gente de afuera con costumbres diferentes a las nuestras y así se fue minando todo lo relacionado con el carnaval”, expresó Quiroz, quien se refirió también a que en esto ha incidido la falta de voluntad de la autoridad de turno.
A pesar de esto reconoció que en los últimos dos años con una fundación se ha organizado una actividad, que sin embargo no ha tenido la misma dimensión que en otros tiempos.
En esos años se encontraban casetas de picó con permisos y legalmente constituidas, pero además se programaban más de 20 bailes privados como resultado de un espíritu carnavalero que siempre ha estado latente.
Ahora, prevalecen más bien los eventos particulares que cada empresario organiza o que algunos de estos hombres, siempre enamorados de esta colorida fiesta, realizan por su cuenta para convocar a sus amistades y seguir luchando por mantener el espíritu carnavalero.