¡Los hechos están en crisis! Una narrativa bien contada se superpone a los hechos, los puede desconocer y a pesar de ello prevalecer. Ello no es nuevo. La concepción de la Virgen María por cuenta del Espíritu Santo es un relato muy bien contado que contraviene todo dictamen y hecho científico. Hay otro tipo de […]
¡Los hechos están en crisis! Una narrativa bien contada se superpone a los hechos, los puede desconocer y a pesar de ello prevalecer. Ello no es nuevo. La concepción de la Virgen María por cuenta del Espíritu Santo es un relato muy bien contado que contraviene todo dictamen y hecho científico.
Hay otro tipo de narrativas, las mundanas, y esas son las que preocupan. Es el caso del relato de K. Conway asesora de Trump al apoyar a Sean Spicer, jefe de prensa de la Casa Blanca, cuando afirmó contra toda evidencia fotográfica y fílmica; es decir, de hechos objetivos, que la posesión de Trump fue la más concurrida de la historia y así, con la narrativa creó un “hecho alternativo” y una posverdad que algunos, por no rumiar, no sólo creyeron sino que repitieron.
La posverdad entendida como las circunstancias en la que los hechos objetivos son menos influyentes en la opinión pública que las emociones y creencias personales, ha venido contribuyendo a la crisis de los hechos. Con el agravante que los hechos se evaporan rápidamente de la mente y es, con los años, el relato el que queda en la memoria de la gente sin importar si falsea o no la realidad.
Eso es preocupante, riesgoso y peligroso. Son candidatos presidenciales torciéndole el pescuezo a los hechos. Trump es especialista en ello. Son las emociones quitándole espacio, ahogando, a la racionalidad, al argumento. Es lo inmediato, por ejemplo, el miedo, la ira y la mentira suplantando lo mediato; es decir, al raciocinio que requiere tiempo y reflexión. En el razonamiento se rumia como las vacas, no se traga entero pero ello implica un esfuerzo.
Muchos creyeron en el relato de la Paz de Juan Manuel Santos y ahora aparece un hecho más: la foto de Santrich, Romaña, el Paisa e Iván Márquez armados hasta los dientes. Pero no importa, ya vendrá el relato en su auxilio. Fue una narrativa exitosa la que construyeron con la Paz pero también fue el relato de unos “hechos alternativos”.
Narrativa que no tuvo Duque. Hechos puede tener pero no tiene relato; es más, lo escriben manos ajenas, ajenas a sus intereses y por ello, por más logros que quiera mostrar como gestión de gobierno la mayoría de la ciudadanía se quedó escuchando el relato de los otros, el de los opositores porque, como escribió Frank Luntz, no es lo que tú dices, es lo que la gente oye; y para escuchar se necesita de una narrativa que no tuvo. Uribe tenía la suya, la de los tres huevitos: seguridad democrática, cohesión social y confianza inversionista; la de Santos fue la Paz.
A Duque se le apareció la pandemia y alrededor de ella intentó construir un relato que todavía no se sabe cómo termine, la estiró cuanto pudo pero ya se le agotó y va a quedar de nuevo en el aire, sin narrativa que contar.
¡Los hechos están en crisis! Una narrativa bien contada se superpone a los hechos, los puede desconocer y a pesar de ello prevalecer. Ello no es nuevo. La concepción de la Virgen María por cuenta del Espíritu Santo es un relato muy bien contado que contraviene todo dictamen y hecho científico. Hay otro tipo de […]
¡Los hechos están en crisis! Una narrativa bien contada se superpone a los hechos, los puede desconocer y a pesar de ello prevalecer. Ello no es nuevo. La concepción de la Virgen María por cuenta del Espíritu Santo es un relato muy bien contado que contraviene todo dictamen y hecho científico.
Hay otro tipo de narrativas, las mundanas, y esas son las que preocupan. Es el caso del relato de K. Conway asesora de Trump al apoyar a Sean Spicer, jefe de prensa de la Casa Blanca, cuando afirmó contra toda evidencia fotográfica y fílmica; es decir, de hechos objetivos, que la posesión de Trump fue la más concurrida de la historia y así, con la narrativa creó un “hecho alternativo” y una posverdad que algunos, por no rumiar, no sólo creyeron sino que repitieron.
La posverdad entendida como las circunstancias en la que los hechos objetivos son menos influyentes en la opinión pública que las emociones y creencias personales, ha venido contribuyendo a la crisis de los hechos. Con el agravante que los hechos se evaporan rápidamente de la mente y es, con los años, el relato el que queda en la memoria de la gente sin importar si falsea o no la realidad.
Eso es preocupante, riesgoso y peligroso. Son candidatos presidenciales torciéndole el pescuezo a los hechos. Trump es especialista en ello. Son las emociones quitándole espacio, ahogando, a la racionalidad, al argumento. Es lo inmediato, por ejemplo, el miedo, la ira y la mentira suplantando lo mediato; es decir, al raciocinio que requiere tiempo y reflexión. En el razonamiento se rumia como las vacas, no se traga entero pero ello implica un esfuerzo.
Muchos creyeron en el relato de la Paz de Juan Manuel Santos y ahora aparece un hecho más: la foto de Santrich, Romaña, el Paisa e Iván Márquez armados hasta los dientes. Pero no importa, ya vendrá el relato en su auxilio. Fue una narrativa exitosa la que construyeron con la Paz pero también fue el relato de unos “hechos alternativos”.
Narrativa que no tuvo Duque. Hechos puede tener pero no tiene relato; es más, lo escriben manos ajenas, ajenas a sus intereses y por ello, por más logros que quiera mostrar como gestión de gobierno la mayoría de la ciudadanía se quedó escuchando el relato de los otros, el de los opositores porque, como escribió Frank Luntz, no es lo que tú dices, es lo que la gente oye; y para escuchar se necesita de una narrativa que no tuvo. Uribe tenía la suya, la de los tres huevitos: seguridad democrática, cohesión social y confianza inversionista; la de Santos fue la Paz.
A Duque se le apareció la pandemia y alrededor de ella intentó construir un relato que todavía no se sabe cómo termine, la estiró cuanto pudo pero ya se le agotó y va a quedar de nuevo en el aire, sin narrativa que contar.