En los albores de los años setenta del siglo pasado, Valledupar, todavía era el dorado de la región, la atracción de miles de campesinos de diferentes regiones de la costa, que nos veían como la solución a sus problemas económicos y llegaban a nuestra localidad, atraídos por el cultivo de algodón y arroz.
Por: Celso Guerra Gutiérrez
En los albores de los años setenta del siglo pasado, Valledupar, todavía era el dorado de la región, la atracción de miles de campesinos de diferentes regiones de la costa, que nos veían como la solución a sus problemas económicos y llegaban a nuestra localidad, atraídos por el cultivo de algodón y arroz, estas personas después de laborar la temporada, regresaban a sus destinos de origen a compartir las ganancias, producto de su arduo trabajo, con sus familias.
No ocurrió lo mismo con la familia Geles Suárez, quienes vinieron procedentes de Mahates, Bolívar, y echaron raíces en Valledupar, Roberto Geles y la señora Hilda Suárez, a pesar de su pobreza levantaron a sus hijos con mucho sacrificios, vendiendo los menores, todo tipo de confitería o “chucherías”, por las calles del Valle, uno de ellos era Omar Geles, a quien el mundo de la música conocería, como uno de los juglares moderno, más importante, del folclor vallenato.
Estas vicisitudes no amilanaron el espíritu de Omar, quien a temprana edad aprendió a ejecutar el acordeón que le habían comprado a su hermano Juan, el cual no mostró ningún interés; de ella, extrajo Omar, las primeras melodías de la canción de moda, “Lucero Espiritual”.
En 1972, ante el virtuosismo de su hijo a tan temprana edad, 5 años, la señora Hilda, contactó en Montería, a al acordeonero invidente Marcial Luna, para que viniera a Valledupar, al cual le conseguiría algunos toques , como en efecto así sucedió, se convirtió en el conjunto estrella de “la Caseta La Palma”, un afamado bailadero, de aquellos años, del barrio 7 de agosto, donde también hicieron pinitos algunos de nuestros músicos ya consagrados y de paso, le diera algunas clases de acordeón a su hijo Omar, quien ya mostraba bastante inclinación por este instrumento, que más tarde lo llevaría a ser rey del festival vallenato, venciendo precisamente a su maestro ciego.
La señora Hilda, a raíz de la separación de su esposo Roberto, fue determinante en el crecimiento musical de su hijo Omar, ella le brindo todo el apoyo que el requería para el aprendizaje, además fue quien lo mostró, en los diferentes festivales de la región, donde tuvo la oportunidad de erigirse rey, en distintas categorías.
Todo este proceso sirvió para que, Omar, conformara una de las agrupaciones más exitosas, “Los Diablitos”, de gran aceptación nacional e internacional, que ha formado cantantes, acordeoneros y compositores.
En 1993, Omar Geles, saboreando las mieles del triunfo y en gratitud a los sacrificios hechos por su mamá, corresponde a esa abnegación, de la mejor forma como podría hacerlo el artista, componiéndole la canción más importante de su vida musical, “Los Caminos de la Vida”.
Canto que la disquera no quería grabar, al argumentar que era muy personal, Omar, perseveró y la popularizó 4 años después, hoy es un himno universal a las madres, con más de 34 versiones en el mundo, en distintos idiomas y disimiles ritmos.
En los albores de los años setenta del siglo pasado, Valledupar, todavía era el dorado de la región, la atracción de miles de campesinos de diferentes regiones de la costa, que nos veían como la solución a sus problemas económicos y llegaban a nuestra localidad, atraídos por el cultivo de algodón y arroz.
Por: Celso Guerra Gutiérrez
En los albores de los años setenta del siglo pasado, Valledupar, todavía era el dorado de la región, la atracción de miles de campesinos de diferentes regiones de la costa, que nos veían como la solución a sus problemas económicos y llegaban a nuestra localidad, atraídos por el cultivo de algodón y arroz, estas personas después de laborar la temporada, regresaban a sus destinos de origen a compartir las ganancias, producto de su arduo trabajo, con sus familias.
No ocurrió lo mismo con la familia Geles Suárez, quienes vinieron procedentes de Mahates, Bolívar, y echaron raíces en Valledupar, Roberto Geles y la señora Hilda Suárez, a pesar de su pobreza levantaron a sus hijos con mucho sacrificios, vendiendo los menores, todo tipo de confitería o “chucherías”, por las calles del Valle, uno de ellos era Omar Geles, a quien el mundo de la música conocería, como uno de los juglares moderno, más importante, del folclor vallenato.
Estas vicisitudes no amilanaron el espíritu de Omar, quien a temprana edad aprendió a ejecutar el acordeón que le habían comprado a su hermano Juan, el cual no mostró ningún interés; de ella, extrajo Omar, las primeras melodías de la canción de moda, “Lucero Espiritual”.
En 1972, ante el virtuosismo de su hijo a tan temprana edad, 5 años, la señora Hilda, contactó en Montería, a al acordeonero invidente Marcial Luna, para que viniera a Valledupar, al cual le conseguiría algunos toques , como en efecto así sucedió, se convirtió en el conjunto estrella de “la Caseta La Palma”, un afamado bailadero, de aquellos años, del barrio 7 de agosto, donde también hicieron pinitos algunos de nuestros músicos ya consagrados y de paso, le diera algunas clases de acordeón a su hijo Omar, quien ya mostraba bastante inclinación por este instrumento, que más tarde lo llevaría a ser rey del festival vallenato, venciendo precisamente a su maestro ciego.
La señora Hilda, a raíz de la separación de su esposo Roberto, fue determinante en el crecimiento musical de su hijo Omar, ella le brindo todo el apoyo que el requería para el aprendizaje, además fue quien lo mostró, en los diferentes festivales de la región, donde tuvo la oportunidad de erigirse rey, en distintas categorías.
Todo este proceso sirvió para que, Omar, conformara una de las agrupaciones más exitosas, “Los Diablitos”, de gran aceptación nacional e internacional, que ha formado cantantes, acordeoneros y compositores.
En 1993, Omar Geles, saboreando las mieles del triunfo y en gratitud a los sacrificios hechos por su mamá, corresponde a esa abnegación, de la mejor forma como podría hacerlo el artista, componiéndole la canción más importante de su vida musical, “Los Caminos de la Vida”.
Canto que la disquera no quería grabar, al argumentar que era muy personal, Omar, perseveró y la popularizó 4 años después, hoy es un himno universal a las madres, con más de 34 versiones en el mundo, en distintos idiomas y disimiles ritmos.