Rusia inició una guerra tipo siglo XIX. Entró con tropas, sangre y fuego a Ucrania pero el mundo le está respondiendo, todos a una como fuenteovejuna, con una guerra estilo siglo XIX, es decir, golpeando la economía, las finanzas, lo digital y, en últimas, el bolsillo de la gente.
Lo que se pensaba que no iba a suceder, como la pandemia del Covid19, volvió y sucedió pero en otro ámbito, en el de la guerra y es que el mundo anda en transición, va a un lugar al que todavía no ha llegado y anda recorriendo los caminos de la incertidumbre y lo imprevisto.
Rusia inició una guerra tipo siglo XIX. Entró con tropas, sangre y fuego a Ucrania pero el mundo le está respondiendo, todos a una como fuente ovejuna, con una guerra estilo siglo XXI, es decir, golpeando la economía, las finanzas, lo digital y, en últimas, el bolsillo de la gente.
Hace dos semanas era impensable que la Unión Europea iba actuar como un monolito; sólida y unida para imponer sanciones económicas y financieras a Rusia ni que iba a ordenar el envío de armas a un héroe, al presidente de Ucrania; ni que iba a cerrar su espacio aéreo a aviones rusos; ni que Suiza iba a dejar su tradicional neutralidad ni que bloquearía su sistema bancario a Rusia; ni que Suecia y Finlandia iban a enviar armas a Ucrania y acercarse a la OTAN; ni que Appel, Nike, FedEx, Ups y DHL suspendían las ventas y servicios a Rusia y Disney sus películas; ni que Adidas le quitaría el patrocinio a la selección de Fútbol, ni que la FIFA y la UEFA las expulsaran de sus torneos y hay más sanciones, pero no hay espacio en esta columna para anotarlas.
Lo insospechado es que, aparte de las sanciones de las naciones, el sector privado y las grandes empresas también hacen lo propio. Están ahorcando la economía rusa, la van a derrumbar y terminarán convirtiéndola en una paria de la economía global.
El mundo está cambiando a pasos acelerados y apenas nos estamos dando cuenta. Lo que está pasando, al igual que el Covid19, es histórico. Es la manifestación de un mundo que está mutando desde lo imprevisto, desde los cisnes negros de los que escribió NassimTaleb a un puerto que todavía no ha encontrado.
La guerra de Rusia contra Ucrania con métodos de la barbarie de los siglos pasados tiene implícita una tensión entre lo viejo y lo nuevo, entre lo que era y ya no será (guerras con conquistas territoriales arrasando naciones) y lo nuevo, (una guerra librada desde lo económico y financiero, desde el acceso a lo digital).
Esto es válido si Rusia, por supuesto, no traspasa la frontera Ucraniana porque si lo hace, la respuesta será de otra índole.
Y es que Putin se equivocó al plantear una guerra estilo medioevo en pleno siglo XXI, en unas sociedades on line, interconectadas, digitales y que vive en redes. Perdió el contexto, se emburbujó y se quedó en el pasado.
Lo que está ocurriendo esboza un nuevo mundo que reacciona a las formas históricas de hacer la guerra decimonónica, esa de Hitler y del control territorial, con otras formas, las de las sanciones y el repudio.
Por Enrique Herrera
Rusia inició una guerra tipo siglo XIX. Entró con tropas, sangre y fuego a Ucrania pero el mundo le está respondiendo, todos a una como fuenteovejuna, con una guerra estilo siglo XIX, es decir, golpeando la economía, las finanzas, lo digital y, en últimas, el bolsillo de la gente.
Lo que se pensaba que no iba a suceder, como la pandemia del Covid19, volvió y sucedió pero en otro ámbito, en el de la guerra y es que el mundo anda en transición, va a un lugar al que todavía no ha llegado y anda recorriendo los caminos de la incertidumbre y lo imprevisto.
Rusia inició una guerra tipo siglo XIX. Entró con tropas, sangre y fuego a Ucrania pero el mundo le está respondiendo, todos a una como fuente ovejuna, con una guerra estilo siglo XXI, es decir, golpeando la economía, las finanzas, lo digital y, en últimas, el bolsillo de la gente.
Hace dos semanas era impensable que la Unión Europea iba actuar como un monolito; sólida y unida para imponer sanciones económicas y financieras a Rusia ni que iba a ordenar el envío de armas a un héroe, al presidente de Ucrania; ni que iba a cerrar su espacio aéreo a aviones rusos; ni que Suiza iba a dejar su tradicional neutralidad ni que bloquearía su sistema bancario a Rusia; ni que Suecia y Finlandia iban a enviar armas a Ucrania y acercarse a la OTAN; ni que Appel, Nike, FedEx, Ups y DHL suspendían las ventas y servicios a Rusia y Disney sus películas; ni que Adidas le quitaría el patrocinio a la selección de Fútbol, ni que la FIFA y la UEFA las expulsaran de sus torneos y hay más sanciones, pero no hay espacio en esta columna para anotarlas.
Lo insospechado es que, aparte de las sanciones de las naciones, el sector privado y las grandes empresas también hacen lo propio. Están ahorcando la economía rusa, la van a derrumbar y terminarán convirtiéndola en una paria de la economía global.
El mundo está cambiando a pasos acelerados y apenas nos estamos dando cuenta. Lo que está pasando, al igual que el Covid19, es histórico. Es la manifestación de un mundo que está mutando desde lo imprevisto, desde los cisnes negros de los que escribió NassimTaleb a un puerto que todavía no ha encontrado.
La guerra de Rusia contra Ucrania con métodos de la barbarie de los siglos pasados tiene implícita una tensión entre lo viejo y lo nuevo, entre lo que era y ya no será (guerras con conquistas territoriales arrasando naciones) y lo nuevo, (una guerra librada desde lo económico y financiero, desde el acceso a lo digital).
Esto es válido si Rusia, por supuesto, no traspasa la frontera Ucraniana porque si lo hace, la respuesta será de otra índole.
Y es que Putin se equivocó al plantear una guerra estilo medioevo en pleno siglo XXI, en unas sociedades on line, interconectadas, digitales y que vive en redes. Perdió el contexto, se emburbujó y se quedó en el pasado.
Lo que está ocurriendo esboza un nuevo mundo que reacciona a las formas históricas de hacer la guerra decimonónica, esa de Hitler y del control territorial, con otras formas, las de las sanciones y el repudio.
Por Enrique Herrera