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Informes Especiales - 23 marzo, 2021

La violencia en el Cesar: una perspectiva de larga duración

Esta reflexión pretende entregar algunos elementos para el análisis de las causas del conflicto y avanzar hacia la construcción de paz, el fortalecimiento del Estado y la democracia en los escenarios locales.

El Cesar sufrió los embates, primero, de las guerrillas, y luego, de los paramilitares. 

IMAGEN DE REFERENCIA.
El Cesar sufrió los embates, primero, de las guerrillas, y luego, de los paramilitares. IMAGEN DE REFERENCIA.

Los actuales departamentos del Cesar y La Guajira pertenecieron al viejo Magdalena, una zona bananera muy importante para Colombia a inicios del siglo pasado, de no muy grata recordación por La Matanza de las Bananeras, en Ciénaga, Magdalena, y es en medio de la crisis de la economía bananera, la emergencia de las ganaderías y cultivos extensivos, las bonanzas algodonera y marimbera, que se va a generar un ambiente de poder económico, violencia política y un escenario emancipatorio e independentista.

Lee también: Uno de cada tres cesarense fue víctima del conflicto armado

De acuerdo con las investigaciones realizadas por Omar Gutiérrez y Catherine Legrand, los conflictos en el hoy territorio del Cesar datan de 1928 “por el acceso, la propiedad y el uso de la tierra”. Los actores fueron fundamentalmente colonos, campesinos, empresarios territoriales, migrantes coloniales y terratenientes que a través de “… acuerdos jurídicos de concesión de baldíos a particulares, los hacendados y empresarios habían despojado y marginado a los colonos y campesinos de buena parte de las tierras más fértiles y mejor localizadas a lo largo del río (Magdalena)”. (Gutiérrez, 2012, p. 19 – 20).

La valorización de baldíos cambia su uso y pasan a ser destinados a actividades productivas de exportación, una causal en el aumento de la conflictividad entre los actores. En los mismos territorios donde hubo tensión y reclamos por la tierra surgen las primeras organizaciones sindicales de trabajadores que realizarán las primeras manifestaciones, paros y huelgas.

Las reclamaciones campesinas y sindicales a la que se suma la crisis y un variado repertorio de conflictos que va a heredar el territorio del hoy departamento del Cesar, se hacen visibles, entre otros factores, en prácticas señoriales de maltrato y violación de derechos al trabajador legadas del modelo de la hacienda, ilustra lo dicho el comentario entre ‘patrones’: “A los cienagueros no hay que contratarlos porque organizan sindicatos y terminan mandando”. La estigmatización sigue vigente en la construcción de un otro en los diferentes escenarios y que a la postre contribuye con la intolerancia al pensamiento diferente y en algunos casos conduce a la eliminación física de ese otro sujeto político. 

En promedio, uno de cada tres cesarenses es víctima del conflicto. FOTO/ARCHIVO.

Durante La Violencia bipartidista que se generalizó tras el asesinato del líder popular Jorge Eliécer Gaitán, los campesinos vivieron intensos desplazamientos, pero no fue esta la situación del Caribe, que no sufrió mayoritariamente el fenómeno del desplazamiento y fue promocionado como un territorio de paz. Esta situación facilitó el surgimiento de migraciones coloniales, las cuales vinieron acompañadas de un discurso independentista con el apoyo de la música vallenata, lo que fue configurando unas relaciones que legitimaron las migraciones coloniales e invisibilizó las reclamaciones de los campesinos.

No dejes de leer: Se cumplen 21 años de la primera masacre en La Mesa

El flujo hacia la costa Atlántica supuso la apropiación de vastas zonas rurales por parte de grandes inversionistas del interior del país, especialmente de los departamentos de Antioquia, los santanderes, Cundinamarca y Tolima (diferentes fuentes). Además, estos inversionistas jugaron un papel determinante en los proyectos de autonomías territoriales que se dieron desde mediados del siglo XX y que terminaron en la fundación de nuevos departamentos como Córdoba o el Cesar en la década de los sesenta. (Figueroa, 2007).

Durante los años de bonanza algodonera (1960-1975), la región vivió el período más dinámico y de mayor crecimiento que se conoce hasta ahora. La vieja estructura productiva agrario-pastoril se transformó en una empresa agro-industrial que intentó desarrollar el campo cesarense. Surge una idea de progreso en los centros poblados.

En entrevista con el investigador Álvaro Castro Socarrás (1997), José Antonio Murgas, autor del proyecto de creación del departamento del Cesar, señala cómo desde los años 50 en la costa Atlántica se sembraron cerca de 320.000 hectáreas de algodón de las cuales más de 120.000 hectáreas correspondían a lo que hoy es el departamento del Cesar, con un ingreso anual entre 100 a 150.000 millones de pesos.

Las élites cesarenses consideraron entonces que había llegado el momento de controlar ellas mismas “esa economía poderosa, de compartir las altas posiciones del gobierno, manejar la política de crédito agrario y en general incorporarnos a la vida nacional”, según menciona el libro Episodios Históricos del Cesar, y reafirma Murgas: “Es así como el Cesar aparece en los primeros planos de la vida nacional y entonces consideramos que había llegado la hora de  manejar de manera autónoma la economía e incorporarnos a la vida nacional

Había elementos político-administrativos que respaldaban esta pretensión autonomista de las élites, ya que “el abandono de esta comarca era muy notorio” (Castro, 1997). Factores que fueron suficientes para que la élite política que había surgido con la economía algodonera, reforzara sentimientos separatistas y de autonomía, dado “el abandono en que nos tenía la administración del Magdalena grande a esta ciudad y a las poblaciones de La Guajira”, explica Murgas. 

La música que hasta ese momento había sido un instrumento utilizado por los campesinos como medio de comunicación y de reivindicaciones (Fals Borda) se convirtió en un mecanismo de agitación social y construcción de identidad, lo que Aníbal Martínez Zuleta llama el ‘país vallenato’. La canción de Santander Durán Escalona, ‘Añoranzas del Cesar’, fue el himno en esta gesta independentista. Fue así que en 1967 se llegó a la creación del departamento.

Del algodón quedó poco o nada. FOTO/ARCHIVO.

CRISIS ALGODONERA Y UNA NUEVA BONANZA: LA MARIMBERA (1975-1985)

A partir de 1975, la caída de los precios internacionales del algodón, sumado a la posterior política de apertura económica y el recrudecimiento de la violencia política, conducirá a una crisis económica (Martínez y otros, 2018, p. 55). La clase política y económica fue ‘incapaz’ de superar esta crisis e implementar una reconversión productiva de las tierras (Gutiérrez, 2012) afectadas por ‘malas prácticas agrícolas’, y encontrará en el contrabando, la bonanza marimbera, el narcotráfico y posteriormente con el extractivismo, estrategias para paliar dicha crisis; factores que al mismo tiempo se convertirán en generadores de mayor violencia.

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En efecto, la bonanza producida por la ‘marimba’ (1975–1985) se mezcla con los dineros del contrabando y muchos de esos capitales van a llegar a dinamizar y a convertirse en alivios de la debilitada economía cesarense, posteriormente las rentas del contrabando y la marihuana van a mutar hacia el narcotráfico (relatos de fuentes orales y en Semana, 2006). Al mismo tiempo, “aumentó la agitación social y la guerrilla se expandió por los otrora prósperos municipios productores de algodón (Codazzi, Aguachica, Becerril). Sobrevendrían dos décadas de crisis económica”, (Gutiérrez, 2012, p. 19).

En una década, el Cesar pasó de ser un departamento pujante a ser uno de los epicentros del conflicto armado en Colombia (La maldita tierra, p. 73). “El período 1975 – 1995 fue una etapa de crisis económica ocasionada por la depresión y caída de precios de los productos agrícolas, su mayor actividad productiva, y simultáneamente se recrudece la violencia política debido a la forma de operar de nuevos actores al margen de la ley”, según la investigación Legitimación de la violencia política por la sociedad civil en el departamento del Cesar 2008-2013, (UPC).

Las movilizaciones y las reclamaciones sociales estarán activas hasta el Gran Paro Cívico del Nororiente en 1987; posteriormente los líderes sociales y voceros de movimientos políticos alternativos van a sufrir una época de violencia, exterminio, persecución y asesinatos selectivos conforme está documentado en el genocidio que sufrió la Unión Patriótica, y ya para 1997 irrumpen en el territorio las AUC, periodo que va a coincidir con “el auge de la palma de aceite, el descubrimiento de los yacimientos de carbón y la instalación de explotaciones a cargo de empresas transnacionales” (Gutiérrez, 2012, p. 19), repertorio de violencia que nos ubica en el contexto territorial.

Este recorrido histórico que hemos realizado a través de las diferentes bonanzas económicas que vivió la región, y los procesos de violencia asociadas a ellas, permiten comprender la sociedad vallenata en el sentido amplio del territorio; en este sentido, las aportaciones de Norbert Elías resultan enriquecedoras para comprender las relaciones sociales que se han tejido, pues de la misma manera como este sociólogo nos propone analizar la corte como una formación donde los sujetos sociales configuran un tejido de relaciones en la que se crean códigos y modos de conducta a partir de las interdependencias recíprocas, así mismo podemos entender la sociedad vallenata con unas formas particulares que se organizan a través del poder, el modelo de la hacienda y las elecciones, objeto de otro análisis, y que tienen una expresión en la cultura vallenata que bien podría compararse con la sociedad cortesana que analiza Elías (2012).

POR: HAMILTON FUENTES.

Informes Especiales
23 marzo, 2021

La violencia en el Cesar: una perspectiva de larga duración

Esta reflexión pretende entregar algunos elementos para el análisis de las causas del conflicto y avanzar hacia la construcción de paz, el fortalecimiento del Estado y la democracia en los escenarios locales.


El Cesar sufrió los embates, primero, de las guerrillas, y luego, de los paramilitares. 

IMAGEN DE REFERENCIA.
El Cesar sufrió los embates, primero, de las guerrillas, y luego, de los paramilitares. IMAGEN DE REFERENCIA.

Los actuales departamentos del Cesar y La Guajira pertenecieron al viejo Magdalena, una zona bananera muy importante para Colombia a inicios del siglo pasado, de no muy grata recordación por La Matanza de las Bananeras, en Ciénaga, Magdalena, y es en medio de la crisis de la economía bananera, la emergencia de las ganaderías y cultivos extensivos, las bonanzas algodonera y marimbera, que se va a generar un ambiente de poder económico, violencia política y un escenario emancipatorio e independentista.

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De acuerdo con las investigaciones realizadas por Omar Gutiérrez y Catherine Legrand, los conflictos en el hoy territorio del Cesar datan de 1928 “por el acceso, la propiedad y el uso de la tierra”. Los actores fueron fundamentalmente colonos, campesinos, empresarios territoriales, migrantes coloniales y terratenientes que a través de “… acuerdos jurídicos de concesión de baldíos a particulares, los hacendados y empresarios habían despojado y marginado a los colonos y campesinos de buena parte de las tierras más fértiles y mejor localizadas a lo largo del río (Magdalena)”. (Gutiérrez, 2012, p. 19 – 20).

La valorización de baldíos cambia su uso y pasan a ser destinados a actividades productivas de exportación, una causal en el aumento de la conflictividad entre los actores. En los mismos territorios donde hubo tensión y reclamos por la tierra surgen las primeras organizaciones sindicales de trabajadores que realizarán las primeras manifestaciones, paros y huelgas.

Las reclamaciones campesinas y sindicales a la que se suma la crisis y un variado repertorio de conflictos que va a heredar el territorio del hoy departamento del Cesar, se hacen visibles, entre otros factores, en prácticas señoriales de maltrato y violación de derechos al trabajador legadas del modelo de la hacienda, ilustra lo dicho el comentario entre ‘patrones’: “A los cienagueros no hay que contratarlos porque organizan sindicatos y terminan mandando”. La estigmatización sigue vigente en la construcción de un otro en los diferentes escenarios y que a la postre contribuye con la intolerancia al pensamiento diferente y en algunos casos conduce a la eliminación física de ese otro sujeto político. 

En promedio, uno de cada tres cesarenses es víctima del conflicto. FOTO/ARCHIVO.

Durante La Violencia bipartidista que se generalizó tras el asesinato del líder popular Jorge Eliécer Gaitán, los campesinos vivieron intensos desplazamientos, pero no fue esta la situación del Caribe, que no sufrió mayoritariamente el fenómeno del desplazamiento y fue promocionado como un territorio de paz. Esta situación facilitó el surgimiento de migraciones coloniales, las cuales vinieron acompañadas de un discurso independentista con el apoyo de la música vallenata, lo que fue configurando unas relaciones que legitimaron las migraciones coloniales e invisibilizó las reclamaciones de los campesinos.

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El flujo hacia la costa Atlántica supuso la apropiación de vastas zonas rurales por parte de grandes inversionistas del interior del país, especialmente de los departamentos de Antioquia, los santanderes, Cundinamarca y Tolima (diferentes fuentes). Además, estos inversionistas jugaron un papel determinante en los proyectos de autonomías territoriales que se dieron desde mediados del siglo XX y que terminaron en la fundación de nuevos departamentos como Córdoba o el Cesar en la década de los sesenta. (Figueroa, 2007).

Durante los años de bonanza algodonera (1960-1975), la región vivió el período más dinámico y de mayor crecimiento que se conoce hasta ahora. La vieja estructura productiva agrario-pastoril se transformó en una empresa agro-industrial que intentó desarrollar el campo cesarense. Surge una idea de progreso en los centros poblados.

En entrevista con el investigador Álvaro Castro Socarrás (1997), José Antonio Murgas, autor del proyecto de creación del departamento del Cesar, señala cómo desde los años 50 en la costa Atlántica se sembraron cerca de 320.000 hectáreas de algodón de las cuales más de 120.000 hectáreas correspondían a lo que hoy es el departamento del Cesar, con un ingreso anual entre 100 a 150.000 millones de pesos.

Las élites cesarenses consideraron entonces que había llegado el momento de controlar ellas mismas “esa economía poderosa, de compartir las altas posiciones del gobierno, manejar la política de crédito agrario y en general incorporarnos a la vida nacional”, según menciona el libro Episodios Históricos del Cesar, y reafirma Murgas: “Es así como el Cesar aparece en los primeros planos de la vida nacional y entonces consideramos que había llegado la hora de  manejar de manera autónoma la economía e incorporarnos a la vida nacional

Había elementos político-administrativos que respaldaban esta pretensión autonomista de las élites, ya que “el abandono de esta comarca era muy notorio” (Castro, 1997). Factores que fueron suficientes para que la élite política que había surgido con la economía algodonera, reforzara sentimientos separatistas y de autonomía, dado “el abandono en que nos tenía la administración del Magdalena grande a esta ciudad y a las poblaciones de La Guajira”, explica Murgas. 

La música que hasta ese momento había sido un instrumento utilizado por los campesinos como medio de comunicación y de reivindicaciones (Fals Borda) se convirtió en un mecanismo de agitación social y construcción de identidad, lo que Aníbal Martínez Zuleta llama el ‘país vallenato’. La canción de Santander Durán Escalona, ‘Añoranzas del Cesar’, fue el himno en esta gesta independentista. Fue así que en 1967 se llegó a la creación del departamento.

Del algodón quedó poco o nada. FOTO/ARCHIVO.

CRISIS ALGODONERA Y UNA NUEVA BONANZA: LA MARIMBERA (1975-1985)

A partir de 1975, la caída de los precios internacionales del algodón, sumado a la posterior política de apertura económica y el recrudecimiento de la violencia política, conducirá a una crisis económica (Martínez y otros, 2018, p. 55). La clase política y económica fue ‘incapaz’ de superar esta crisis e implementar una reconversión productiva de las tierras (Gutiérrez, 2012) afectadas por ‘malas prácticas agrícolas’, y encontrará en el contrabando, la bonanza marimbera, el narcotráfico y posteriormente con el extractivismo, estrategias para paliar dicha crisis; factores que al mismo tiempo se convertirán en generadores de mayor violencia.

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En efecto, la bonanza producida por la ‘marimba’ (1975–1985) se mezcla con los dineros del contrabando y muchos de esos capitales van a llegar a dinamizar y a convertirse en alivios de la debilitada economía cesarense, posteriormente las rentas del contrabando y la marihuana van a mutar hacia el narcotráfico (relatos de fuentes orales y en Semana, 2006). Al mismo tiempo, “aumentó la agitación social y la guerrilla se expandió por los otrora prósperos municipios productores de algodón (Codazzi, Aguachica, Becerril). Sobrevendrían dos décadas de crisis económica”, (Gutiérrez, 2012, p. 19).

En una década, el Cesar pasó de ser un departamento pujante a ser uno de los epicentros del conflicto armado en Colombia (La maldita tierra, p. 73). “El período 1975 – 1995 fue una etapa de crisis económica ocasionada por la depresión y caída de precios de los productos agrícolas, su mayor actividad productiva, y simultáneamente se recrudece la violencia política debido a la forma de operar de nuevos actores al margen de la ley”, según la investigación Legitimación de la violencia política por la sociedad civil en el departamento del Cesar 2008-2013, (UPC).

Las movilizaciones y las reclamaciones sociales estarán activas hasta el Gran Paro Cívico del Nororiente en 1987; posteriormente los líderes sociales y voceros de movimientos políticos alternativos van a sufrir una época de violencia, exterminio, persecución y asesinatos selectivos conforme está documentado en el genocidio que sufrió la Unión Patriótica, y ya para 1997 irrumpen en el territorio las AUC, periodo que va a coincidir con “el auge de la palma de aceite, el descubrimiento de los yacimientos de carbón y la instalación de explotaciones a cargo de empresas transnacionales” (Gutiérrez, 2012, p. 19), repertorio de violencia que nos ubica en el contexto territorial.

Este recorrido histórico que hemos realizado a través de las diferentes bonanzas económicas que vivió la región, y los procesos de violencia asociadas a ellas, permiten comprender la sociedad vallenata en el sentido amplio del territorio; en este sentido, las aportaciones de Norbert Elías resultan enriquecedoras para comprender las relaciones sociales que se han tejido, pues de la misma manera como este sociólogo nos propone analizar la corte como una formación donde los sujetos sociales configuran un tejido de relaciones en la que se crean códigos y modos de conducta a partir de las interdependencias recíprocas, así mismo podemos entender la sociedad vallenata con unas formas particulares que se organizan a través del poder, el modelo de la hacienda y las elecciones, objeto de otro análisis, y que tienen una expresión en la cultura vallenata que bien podría compararse con la sociedad cortesana que analiza Elías (2012).

POR: HAMILTON FUENTES.