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Columnista - 18 octubre, 2017

La Tulipa que compré en ‘El Boliche’ (¿Quién vigila el mercado?)

A medida que avanzan los temas de corrupción en el país y no se perfilan acciones penales ejemplarizantes para los autores del saqueo de los dineros del Estado, sino, solamente domiciliarias para los “ladrones de sacos y corbatas”, seguramente nuestro Estado Social de Derecho seguirá siendo el mismo absurdo para una sociedad que está hastiada […]

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A medida que avanzan los temas de corrupción en el país y no se perfilan acciones penales ejemplarizantes para los autores del saqueo de los dineros del Estado, sino, solamente domiciliarias para los “ladrones de sacos y corbatas”, seguramente nuestro Estado Social de Derecho seguirá siendo el mismo absurdo para una sociedad que está hastiada de tantas incertidumbres.

Hay escándalos tras escándalos, de todos los niveles y calibres, en todas las áreas. La corrupción va galopando en la Presidencia, en el Congreso, en todas las instituciones del Estado, en contubernio con las entidades privadas.

No exclusivamente en las obras y la alimentación de los niños (as) varios políticos se han juntado para saquear al Estado, también lo han hecho en el sector salud, en soluciones de viviendas, agua potable y hasta en las altas cortes; qué queda entonces para los juzgados y fiscalías, ahí todavía hay funcionarios probos, afortunadamente.

Es que la argucia lidera la carrera de lo normal en el país y lo que queda de nuestra democracia. La estructura organizacional de nuestro sistema político ya está vencida filosóficamente hablando y lo que es peor, el sector privado tiene su propia manía para imponer precios, gústele a quien le guste.

Hay muchos ejemplos para corroborar lo anterior. Son desmedidos los precios de muchos artículos que el sector privado maneja a su antojo, que terminan imponiendo en conveniencia con las autoridades y funcionarios públicos; cabe preguntar, ¿en el comercio de los repuestos hay tipos de corrupción o de especulación?

Citemos uno: el jueves anterior salí a comprar una Tulipa para mi carro Nissan Sentra (es una pieza cóncava que va inserta en la caja de cambios y en la punta del eje). Fui a los almacenes de repuestos en la avenida Séptima en Valledupar, pero no la encontré. Inclusive, los precios oscilaban entre 68 y 100 mil pesos (nueva).

Pensé comprar la Tulipa en el concesionario Nissan, pero costaba $ 666.093.oo. Saqué cuentas: a solo 500 metros de distancia un repuesto cuesta cinco veces más. Me pregunté: ¿Dónde interpongo una queja?, ¿quién vigila esos precios?, pero recordé que el Mercado Libre es el sistema en el que el precio de los bienes es consentido entre vendedor y comprador (leyes de la oferta y la demanda).

Entonces, seguí mi camino y me adentré al ‘Boliche’ en busca del repuesto. Sin prevenciones caminé cada rincón del sector, con mi celular en las manos, con la cartera en el bolsillo y el anillo de oro que heredé de mi papá, con plena confianza. Hacía años no caminaba tan confiado, porque en los barrios de la ciudad uno no puede deambular por las calles con el celular o la cartera. Ese jueves confirmé que el sector más seguro que tiene Valledupar es ‘El Boliche’, al menos en cuanto a atracos.

Me sentí a gusto con la camaradería de la gente, lo hospitalario y la atención que recibí, fue muy cordial. En fin, fui a varias chiveras. Fui donde Darío, pero nada. Un mecánico se ofreció en reconstruir la pieza, lo intentó. Otro me dijo que en una semana la conseguía.

Cuatro horas después, al final, alguien me dijo que fuera al taller de ‘El Negro’, a tres cuadras. Ya era el mediodía, llegué al lugar. En menos de media hora el mecánico resolvió el asunto y me vendió el repuesto. Quedé satisfecho, porque fue un día diferente, conocí gente muy altruista, gente buena y trabajadora, servicial, como la gente de mi tierra y aprendí que el precio de un producto es la cantidad de dinero que es ofrecida a cambio de una mercancía.

Hasta la próxima semana.

Por Aquilino Cotes Zuleta

[email protected]
@tiochiro

 

Columnista
18 octubre, 2017

La Tulipa que compré en ‘El Boliche’ (¿Quién vigila el mercado?)

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Aquilino Cotes Zuleta

A medida que avanzan los temas de corrupción en el país y no se perfilan acciones penales ejemplarizantes para los autores del saqueo de los dineros del Estado, sino, solamente domiciliarias para los “ladrones de sacos y corbatas”, seguramente nuestro Estado Social de Derecho seguirá siendo el mismo absurdo para una sociedad que está hastiada […]


A medida que avanzan los temas de corrupción en el país y no se perfilan acciones penales ejemplarizantes para los autores del saqueo de los dineros del Estado, sino, solamente domiciliarias para los “ladrones de sacos y corbatas”, seguramente nuestro Estado Social de Derecho seguirá siendo el mismo absurdo para una sociedad que está hastiada de tantas incertidumbres.

Hay escándalos tras escándalos, de todos los niveles y calibres, en todas las áreas. La corrupción va galopando en la Presidencia, en el Congreso, en todas las instituciones del Estado, en contubernio con las entidades privadas.

No exclusivamente en las obras y la alimentación de los niños (as) varios políticos se han juntado para saquear al Estado, también lo han hecho en el sector salud, en soluciones de viviendas, agua potable y hasta en las altas cortes; qué queda entonces para los juzgados y fiscalías, ahí todavía hay funcionarios probos, afortunadamente.

Es que la argucia lidera la carrera de lo normal en el país y lo que queda de nuestra democracia. La estructura organizacional de nuestro sistema político ya está vencida filosóficamente hablando y lo que es peor, el sector privado tiene su propia manía para imponer precios, gústele a quien le guste.

Hay muchos ejemplos para corroborar lo anterior. Son desmedidos los precios de muchos artículos que el sector privado maneja a su antojo, que terminan imponiendo en conveniencia con las autoridades y funcionarios públicos; cabe preguntar, ¿en el comercio de los repuestos hay tipos de corrupción o de especulación?

Citemos uno: el jueves anterior salí a comprar una Tulipa para mi carro Nissan Sentra (es una pieza cóncava que va inserta en la caja de cambios y en la punta del eje). Fui a los almacenes de repuestos en la avenida Séptima en Valledupar, pero no la encontré. Inclusive, los precios oscilaban entre 68 y 100 mil pesos (nueva).

Pensé comprar la Tulipa en el concesionario Nissan, pero costaba $ 666.093.oo. Saqué cuentas: a solo 500 metros de distancia un repuesto cuesta cinco veces más. Me pregunté: ¿Dónde interpongo una queja?, ¿quién vigila esos precios?, pero recordé que el Mercado Libre es el sistema en el que el precio de los bienes es consentido entre vendedor y comprador (leyes de la oferta y la demanda).

Entonces, seguí mi camino y me adentré al ‘Boliche’ en busca del repuesto. Sin prevenciones caminé cada rincón del sector, con mi celular en las manos, con la cartera en el bolsillo y el anillo de oro que heredé de mi papá, con plena confianza. Hacía años no caminaba tan confiado, porque en los barrios de la ciudad uno no puede deambular por las calles con el celular o la cartera. Ese jueves confirmé que el sector más seguro que tiene Valledupar es ‘El Boliche’, al menos en cuanto a atracos.

Me sentí a gusto con la camaradería de la gente, lo hospitalario y la atención que recibí, fue muy cordial. En fin, fui a varias chiveras. Fui donde Darío, pero nada. Un mecánico se ofreció en reconstruir la pieza, lo intentó. Otro me dijo que en una semana la conseguía.

Cuatro horas después, al final, alguien me dijo que fuera al taller de ‘El Negro’, a tres cuadras. Ya era el mediodía, llegué al lugar. En menos de media hora el mecánico resolvió el asunto y me vendió el repuesto. Quedé satisfecho, porque fue un día diferente, conocí gente muy altruista, gente buena y trabajadora, servicial, como la gente de mi tierra y aprendí que el precio de un producto es la cantidad de dinero que es ofrecida a cambio de una mercancía.

Hasta la próxima semana.

Por Aquilino Cotes Zuleta

[email protected]
@tiochiro