La subregión río tiene como principales características culturales la música folclórica, los carnavales, las fiestas patronales y la culinaria. Los individuos que llegaron a ubicarse en esta zona, a través del río y el Canal del Dique, moldearon estas características.
La subregión del río, que está incluida en los 4.800 km2 que conforman la cuenca del Bajo Magdalena, se encuentra bañada por el río Magdalena, por tres extensas ciénagas (la Grande de Santa Marta, de Cerro de San Antonio y de Zapayán), por otros espejos de agua y varios caños. Rodeada de agua limita al norte con el mar Caribe, al sur con el caño de la ciénaga Zapayán, y al poniente con el río Grande de la Magdalena.
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Según Cormagdalena, la cuenca del Bajo Magdalena es la más densa en población por encima del promedio de los dos restantes, 166,7 habitantes por km2. De esa cantidad un número aproximado de 120.836 personas habitan en los 9 municipios que componen la subregión río: Sitionuevo, Remolino, Salamina, Pivijay, El Piñón, Cerro de San Antonio, Concordia, Pedraza y Zapayán. Pivijay es el de mayor índice de habitantes, mientras Remolino el de menor densidad poblacional.
Los primeros pobladores de la zona fueron indígenas a los que los españoles identificaron como argollas, caribes y chimilas. Después, en desarrollo de la política de reducción de los pueblos aborígenes, fueron identificados como chimilas.
La lucha por defender su territorio ancestral llevó a que fueran considerados como una nación bárbara. Fue entre 1745 y 1746 cuando se dio la primera migración de vecinos “libres de todos los colores” de la provincia de Cartagena hacia la sub región río. Con estos vecinos libres, José Fernando de Mier y Guerra fundó casi todas las cabeceras municipales existentes en esa zona. La de Pedraza fue la última fundación en tiempos coloniales, mientras que el surgimiento de Punta de Piedras y Concordia fue producto de la migración que se produjo hacia el interior de la región Caribe a mediados del siglo XIX.
La subregión río tiene como principales características culturales la música folclórica, los carnavales, las fiestas patronales y la culinaria. Los individuos que llegaron a ubicarse en esta zona, a través del río y el Canal del Dique, moldearon estas características. Particularidades que se muestran, incluso, en la manera como hablan los residentes en esta zona: rápida, y empleando, además, palabras de origen españolas, negras-palenqueras e indígenas.
El río Magdalena ha contribuido en la consolidación de la identidad culinaria de la subregión, en los playones aluviales es usual encontrar cultivos de pancoger que son vitales al momento de hacer un inventario de la cocina ribereña. La yuca es uno de ellos, su consumo es ancestral como también lo es su procesamiento para obtener alimentos como arepas, bollos, enyucados y cazabes. El bollo de yuca, simple o dulce, se distingue por su calidad en Pivijay, Salamina, donde son envueltos en hoja de palma de Iraca, en Pedraza y Cerro de San Antonio.
No es casual que en Pivijay desde hace 15 años se organice el Festival Gastronómico del bollo de Yuca. La posibilidad de sembrar este tubérculo dos veces al año ha hecho de este uno de los más apetecido en la zona. Otros tubérculos presentes en la culinaria de la subregión son la ahuyama y la batata. El primero es consumido de varias formas incluida la combinación con el arroz, mientras que el segundo lo es cocido o procesado para hacer almojábana, además de hacer parte del menú del desayuno.
En los playones aluviales también germina la semilla del maíz, de la que se obtiene alimentos como bollos, almojábanas, arepas fritas y de maíz verde, chicha, cuajaderas y bolas de chocolates. Los sabores y colores de los bollos son variados: de limpio, de mazorca, harinado, cuba. El maíz es un ingrediente fundamental para la elaboración de bollos de guineo, de plátano y de batata.
El río y demás espejos de agua desparramados en la subregión han hecho del pescado el complemento básico en la vida alimentaria del hombre riano. Peces salados o frescos que se consumen en sancocho; frito y luego cocido; frito con o sin escamas; guisado, asado, en cabrito, en salpicón, en arroz. Sin embargo, el deterioro ambiental del río y de las ciénagas y la casi desaparición de algunas especies, han influido en el descenso del consumo de este alimento. Espacio de consumo que comparte con la carne de res y de cerdo.
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El cerdo tiene un lugar privilegiado en la cocina tradicional de la región, y existe una peculiar forma de cocinarlo: el sancocho al que le agregan arroz para darle espesura y sabor a las sopas. Además del tradicional chicharrón, también es consumido luego de ser guisado. Del ganado vacuno, además de la carne, obtienen alimentos como el suero, la crema y el queso, indispensable en la dieta diaria en algunas localidades de la subregión.
Después del almuerzo, cuando la canícula parece alcanzar su mayor fuerza, es usual ver a niños y niñas, que platos en mano, salen por las calles a vender cocadas de variados sabores y colores, cabellitos, bolas y jalea de tamarindo, almojábanas, panderos, enyucados, cuajaderas, pirulí, panes, panderos y almendradas. También tienen función de postres los dulces que son vendidos a domicilio en Pivijay. El consumo de panela ha sido tradicional tanto que el arroz de panela hace parte del menú en algunas poblaciones.
Sonora como el río y sus ciénagas en tardes veraniegas es la subregión río. José Fernando de Mier y Guerra, previendo que el tambor, los cantos y las palmas harían parte de la musicalidad ribereña, defendió que, en la recién fundada población de San José de Santa Cruz (Sitionuevo), se tocaran fandangos de tambores. Dentro de estos fandangos, el pajarito resulta ser el aire folclórico de mayor difusión en esta región y tiene la connotación de identidad general. Aunque ya no suena en el mes de diciembre, lo tocan en festivales como los que se organizan en Cerro de San Antonio y Rosario de Chengue.
El inventario musical e instrumental de la subregión es variado, la música de acordeón se ha posesionado como la de mayor aceptación. De intérpretes de merengue de las orlas del río Magdalena a tocadores de música de acordeón conocida también como vallenata, ha sido la evolución de los acordeoneros de esta zona. Juglares como Juancho Polo Valencia y Abel Antonio Villa son hijos de la sub región, como también lo son los reyes vallenatos Alberto ‘Beto’ Villa, y Luís José Villa. Festivales vallenatos son organizados en Pivijay, Bálsamo, El Piñón y Piedras de Moler.
Las danzas tradicionales y otros bailes han formado parte de la vida cultural de la zona, destacándose el son de negro y el baile de negro, que igual que disfraces y parodias tienen su espacio en los carnavales que por siglos se han festejado en cada localidad. Una danza de negro, ‘Fusión Ribereña’ de Bahiahonda, pueblo asentado en torno a la ciénaga de Cotoré en el municipio de Pedraza, ha participado por más de 20 años en los carnavales de Barranquilla. Destacados bailadores de cumbia, de vulgaria, de zambapalo y de bullerengue, se han conocido en la subregión.
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El calendario de fiestas patronales se extiende durante todo el año, tiempo en que los actos programados para venerar el santo patrón de cada pueblo rompen con la cotidianidad. Es el espacio en que los ausentes regresan a su lugar de origen para participar en las fiestas y reencontrarse con la familia y las amistades. Las festividades patronales son tan antiguas como los pueblos, incluso Pedraza, Pivijay, El Piñón, hasta la guerra de independencia llevaron antepuesto el nombre de los santos que fueron escogidos para ser venerados cada año.
Con ceremonias religiosas como misas solemnes, procesiones de cuadra y por todo el pueblo; paganas como: la alborada, quema de castillos, corralejas, fandangos, bailes y espectáculos en las plazas; se viven las fiestas como manifestación religiosa y fenómeno sociocultural.
Cada población tiene la forma de conmemorar la muerte y resurrección de Cristo y demás ritos religiosos propios de la Semana Mayor. Ha sido tradicional que el acto de lavatorio de pies a los apóstoles sea personificado por menores de edad. En Remolino, donde la escenificación de los hechos que rodearon la crucifixión de Jesús, es ancestral, los ritos inician con la entrada de este a la iglesia el domingo de Ramos. Además, intervienen en la trama Los Sayones, o fariseos, que en un número no superior a 30 van armados con lanzas y danzando al son de un tambor, en búsqueda de Jesús en el monte.
En Semana Santa aún existe la costumbre de hacer los dulces y de repartirlos a otras personas. En algunas localidades todavía apagan los fogones el viernes santo antes del mediodía y los encienden el sábado de gloria.
El río Magdalena ha sido la principal vía de comunicación para los habitantes de las riberas y demás localidades de la subregión. Por él se ha movilizado parte de la productividad regional hacia los mercados de Barranquilla y Calamar. En un proceso inverso, ha viajado la mercadería que dinamiza la actividad comercial de cada comunidad. Es en el río donde existe uno de los principales reglones de la economía de la zona, el puerto de la Palermo Sociedad Portuaria que se extiende sobre 170 hectáreas y que cuenta con un muelle y con bodegas donde almacenan mercaderías que salen o entran en barcos.
La ganadería y la agricultura han sido reglones de importancia en la economía de la subregión. La presencia del ganado vacuno en esta zona es de vieja data, desde la época en que los españoles descubrieron el río Magdalena. En el siglo XVII, Cerro de San Antonio y Remolino eran puertos para el envió de reses a Cartagena. Tras la apertura económica hasta los pequeños propietarios de tierra destinaron sus fundos a la ganadería. El cultivo de palma africana y arboles maderables ocupan importantes espacios económicos en municipios como El Piñón, Pivijay y Zapayán. La pesca, el procesamiento de productos lácteos y las actividades culinarias, también dinamizan el proceso comercial regional.
Los templos católicos edificados en cada localidad despiertan el interés turístico; algunos han sido declarados patrimonios históricos culturales de sus municipios. En estos, además de destacarse sus formas arquitectónicas, encontramos imágenes de santos que tienen más de cien años de existencia. En Salamina, la vivienda donde Simón Bolívar pernoctó y el malecón se constituyen en atractivos turísticos; mientras que en Sitionuevo lo es el edificio del mercado público.
Las ciénagas existentes en la subregión ofrecen grandes ventajas para el desarrollo del turismo de naturaleza. Tanto ciénagas como el río Grande de la Magdalena albergan una biodiversidad de aves entre las que se destacan las bandadas de garzas (p.e. Ardea alba, Ardea coci, Bulbulcus ibis) y de patos yuyos (Phalacrocorax brasilianus).
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También es posible encontrar garceros de garzones soldados (Jabiru mycteria) y coyongos (Mycteria americana) en los meses de abril y mayo. Otras especies de interés para el turismo de naturaleza como el oso caballo (Myrmecophaga tridactyla), las babillas (Caimán crocodilus), monos aulladores (Allouata senniculus) y osos meleros (Tamandúa mexicana), pueden ser observados con la ayuda de guías locales. También se puede ver el caimán de aguja (Crocodylus acutus), especie amenazada de la extinción. No obstante, el rápido deterioro de los ecosistemas se constituye en una amenaza seria para el potencial natural de la región.
En el municipio de Sitionuevo se encuentra el Parque Nacional Natural Isla Salamanca y la ciénaga Grande de Santa Marta, que también se extiende en la jurisdicción del municipio de Remolino; dos lugares importantes para la llegada de aves migratorias a Suramérica. Este hecho los convierte en atractivos para turistas y observadores de aves.
En la ciénaga Grande de Santa Marta se desarrolla el etnoturismo, por lo que, en Nueva Venecia, municipio de Sitionuevo, fue construido un muelle de embarque y desembarque para las personas interesadas en conocer los pueblos palafiticos existentes en ese espejo de agua. Mientras tanto, desde Santa Marta se ofrecen planes turísticos en los que se incluye la visita a los pueblos levantados en plena ciénaga para conocer la forma como el hombre convive con el agua.
Convivencia que no solo es característica de los residentes de estas localidades, sino de todos los avecindados de la subregión, a los que el río y los distintos espejos de agua los ha ayudado a edificar su cosmovisión.
Por: Álvaro de Jesús Rojano Osorio.
La subregión río tiene como principales características culturales la música folclórica, los carnavales, las fiestas patronales y la culinaria. Los individuos que llegaron a ubicarse en esta zona, a través del río y el Canal del Dique, moldearon estas características.
La subregión del río, que está incluida en los 4.800 km2 que conforman la cuenca del Bajo Magdalena, se encuentra bañada por el río Magdalena, por tres extensas ciénagas (la Grande de Santa Marta, de Cerro de San Antonio y de Zapayán), por otros espejos de agua y varios caños. Rodeada de agua limita al norte con el mar Caribe, al sur con el caño de la ciénaga Zapayán, y al poniente con el río Grande de la Magdalena.
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Según Cormagdalena, la cuenca del Bajo Magdalena es la más densa en población por encima del promedio de los dos restantes, 166,7 habitantes por km2. De esa cantidad un número aproximado de 120.836 personas habitan en los 9 municipios que componen la subregión río: Sitionuevo, Remolino, Salamina, Pivijay, El Piñón, Cerro de San Antonio, Concordia, Pedraza y Zapayán. Pivijay es el de mayor índice de habitantes, mientras Remolino el de menor densidad poblacional.
Los primeros pobladores de la zona fueron indígenas a los que los españoles identificaron como argollas, caribes y chimilas. Después, en desarrollo de la política de reducción de los pueblos aborígenes, fueron identificados como chimilas.
La lucha por defender su territorio ancestral llevó a que fueran considerados como una nación bárbara. Fue entre 1745 y 1746 cuando se dio la primera migración de vecinos “libres de todos los colores” de la provincia de Cartagena hacia la sub región río. Con estos vecinos libres, José Fernando de Mier y Guerra fundó casi todas las cabeceras municipales existentes en esa zona. La de Pedraza fue la última fundación en tiempos coloniales, mientras que el surgimiento de Punta de Piedras y Concordia fue producto de la migración que se produjo hacia el interior de la región Caribe a mediados del siglo XIX.
La subregión río tiene como principales características culturales la música folclórica, los carnavales, las fiestas patronales y la culinaria. Los individuos que llegaron a ubicarse en esta zona, a través del río y el Canal del Dique, moldearon estas características. Particularidades que se muestran, incluso, en la manera como hablan los residentes en esta zona: rápida, y empleando, además, palabras de origen españolas, negras-palenqueras e indígenas.
El río Magdalena ha contribuido en la consolidación de la identidad culinaria de la subregión, en los playones aluviales es usual encontrar cultivos de pancoger que son vitales al momento de hacer un inventario de la cocina ribereña. La yuca es uno de ellos, su consumo es ancestral como también lo es su procesamiento para obtener alimentos como arepas, bollos, enyucados y cazabes. El bollo de yuca, simple o dulce, se distingue por su calidad en Pivijay, Salamina, donde son envueltos en hoja de palma de Iraca, en Pedraza y Cerro de San Antonio.
No es casual que en Pivijay desde hace 15 años se organice el Festival Gastronómico del bollo de Yuca. La posibilidad de sembrar este tubérculo dos veces al año ha hecho de este uno de los más apetecido en la zona. Otros tubérculos presentes en la culinaria de la subregión son la ahuyama y la batata. El primero es consumido de varias formas incluida la combinación con el arroz, mientras que el segundo lo es cocido o procesado para hacer almojábana, además de hacer parte del menú del desayuno.
En los playones aluviales también germina la semilla del maíz, de la que se obtiene alimentos como bollos, almojábanas, arepas fritas y de maíz verde, chicha, cuajaderas y bolas de chocolates. Los sabores y colores de los bollos son variados: de limpio, de mazorca, harinado, cuba. El maíz es un ingrediente fundamental para la elaboración de bollos de guineo, de plátano y de batata.
El río y demás espejos de agua desparramados en la subregión han hecho del pescado el complemento básico en la vida alimentaria del hombre riano. Peces salados o frescos que se consumen en sancocho; frito y luego cocido; frito con o sin escamas; guisado, asado, en cabrito, en salpicón, en arroz. Sin embargo, el deterioro ambiental del río y de las ciénagas y la casi desaparición de algunas especies, han influido en el descenso del consumo de este alimento. Espacio de consumo que comparte con la carne de res y de cerdo.
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El cerdo tiene un lugar privilegiado en la cocina tradicional de la región, y existe una peculiar forma de cocinarlo: el sancocho al que le agregan arroz para darle espesura y sabor a las sopas. Además del tradicional chicharrón, también es consumido luego de ser guisado. Del ganado vacuno, además de la carne, obtienen alimentos como el suero, la crema y el queso, indispensable en la dieta diaria en algunas localidades de la subregión.
Después del almuerzo, cuando la canícula parece alcanzar su mayor fuerza, es usual ver a niños y niñas, que platos en mano, salen por las calles a vender cocadas de variados sabores y colores, cabellitos, bolas y jalea de tamarindo, almojábanas, panderos, enyucados, cuajaderas, pirulí, panes, panderos y almendradas. También tienen función de postres los dulces que son vendidos a domicilio en Pivijay. El consumo de panela ha sido tradicional tanto que el arroz de panela hace parte del menú en algunas poblaciones.
Sonora como el río y sus ciénagas en tardes veraniegas es la subregión río. José Fernando de Mier y Guerra, previendo que el tambor, los cantos y las palmas harían parte de la musicalidad ribereña, defendió que, en la recién fundada población de San José de Santa Cruz (Sitionuevo), se tocaran fandangos de tambores. Dentro de estos fandangos, el pajarito resulta ser el aire folclórico de mayor difusión en esta región y tiene la connotación de identidad general. Aunque ya no suena en el mes de diciembre, lo tocan en festivales como los que se organizan en Cerro de San Antonio y Rosario de Chengue.
El inventario musical e instrumental de la subregión es variado, la música de acordeón se ha posesionado como la de mayor aceptación. De intérpretes de merengue de las orlas del río Magdalena a tocadores de música de acordeón conocida también como vallenata, ha sido la evolución de los acordeoneros de esta zona. Juglares como Juancho Polo Valencia y Abel Antonio Villa son hijos de la sub región, como también lo son los reyes vallenatos Alberto ‘Beto’ Villa, y Luís José Villa. Festivales vallenatos son organizados en Pivijay, Bálsamo, El Piñón y Piedras de Moler.
Las danzas tradicionales y otros bailes han formado parte de la vida cultural de la zona, destacándose el son de negro y el baile de negro, que igual que disfraces y parodias tienen su espacio en los carnavales que por siglos se han festejado en cada localidad. Una danza de negro, ‘Fusión Ribereña’ de Bahiahonda, pueblo asentado en torno a la ciénaga de Cotoré en el municipio de Pedraza, ha participado por más de 20 años en los carnavales de Barranquilla. Destacados bailadores de cumbia, de vulgaria, de zambapalo y de bullerengue, se han conocido en la subregión.
Lee también: “Traté siempre de hacer todo para que estuvieras feliz”: Delfina Inés, hija de Jorge Oñate
El calendario de fiestas patronales se extiende durante todo el año, tiempo en que los actos programados para venerar el santo patrón de cada pueblo rompen con la cotidianidad. Es el espacio en que los ausentes regresan a su lugar de origen para participar en las fiestas y reencontrarse con la familia y las amistades. Las festividades patronales son tan antiguas como los pueblos, incluso Pedraza, Pivijay, El Piñón, hasta la guerra de independencia llevaron antepuesto el nombre de los santos que fueron escogidos para ser venerados cada año.
Con ceremonias religiosas como misas solemnes, procesiones de cuadra y por todo el pueblo; paganas como: la alborada, quema de castillos, corralejas, fandangos, bailes y espectáculos en las plazas; se viven las fiestas como manifestación religiosa y fenómeno sociocultural.
Cada población tiene la forma de conmemorar la muerte y resurrección de Cristo y demás ritos religiosos propios de la Semana Mayor. Ha sido tradicional que el acto de lavatorio de pies a los apóstoles sea personificado por menores de edad. En Remolino, donde la escenificación de los hechos que rodearon la crucifixión de Jesús, es ancestral, los ritos inician con la entrada de este a la iglesia el domingo de Ramos. Además, intervienen en la trama Los Sayones, o fariseos, que en un número no superior a 30 van armados con lanzas y danzando al son de un tambor, en búsqueda de Jesús en el monte.
En Semana Santa aún existe la costumbre de hacer los dulces y de repartirlos a otras personas. En algunas localidades todavía apagan los fogones el viernes santo antes del mediodía y los encienden el sábado de gloria.
El río Magdalena ha sido la principal vía de comunicación para los habitantes de las riberas y demás localidades de la subregión. Por él se ha movilizado parte de la productividad regional hacia los mercados de Barranquilla y Calamar. En un proceso inverso, ha viajado la mercadería que dinamiza la actividad comercial de cada comunidad. Es en el río donde existe uno de los principales reglones de la economía de la zona, el puerto de la Palermo Sociedad Portuaria que se extiende sobre 170 hectáreas y que cuenta con un muelle y con bodegas donde almacenan mercaderías que salen o entran en barcos.
La ganadería y la agricultura han sido reglones de importancia en la economía de la subregión. La presencia del ganado vacuno en esta zona es de vieja data, desde la época en que los españoles descubrieron el río Magdalena. En el siglo XVII, Cerro de San Antonio y Remolino eran puertos para el envió de reses a Cartagena. Tras la apertura económica hasta los pequeños propietarios de tierra destinaron sus fundos a la ganadería. El cultivo de palma africana y arboles maderables ocupan importantes espacios económicos en municipios como El Piñón, Pivijay y Zapayán. La pesca, el procesamiento de productos lácteos y las actividades culinarias, también dinamizan el proceso comercial regional.
Los templos católicos edificados en cada localidad despiertan el interés turístico; algunos han sido declarados patrimonios históricos culturales de sus municipios. En estos, además de destacarse sus formas arquitectónicas, encontramos imágenes de santos que tienen más de cien años de existencia. En Salamina, la vivienda donde Simón Bolívar pernoctó y el malecón se constituyen en atractivos turísticos; mientras que en Sitionuevo lo es el edificio del mercado público.
Las ciénagas existentes en la subregión ofrecen grandes ventajas para el desarrollo del turismo de naturaleza. Tanto ciénagas como el río Grande de la Magdalena albergan una biodiversidad de aves entre las que se destacan las bandadas de garzas (p.e. Ardea alba, Ardea coci, Bulbulcus ibis) y de patos yuyos (Phalacrocorax brasilianus).
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También es posible encontrar garceros de garzones soldados (Jabiru mycteria) y coyongos (Mycteria americana) en los meses de abril y mayo. Otras especies de interés para el turismo de naturaleza como el oso caballo (Myrmecophaga tridactyla), las babillas (Caimán crocodilus), monos aulladores (Allouata senniculus) y osos meleros (Tamandúa mexicana), pueden ser observados con la ayuda de guías locales. También se puede ver el caimán de aguja (Crocodylus acutus), especie amenazada de la extinción. No obstante, el rápido deterioro de los ecosistemas se constituye en una amenaza seria para el potencial natural de la región.
En el municipio de Sitionuevo se encuentra el Parque Nacional Natural Isla Salamanca y la ciénaga Grande de Santa Marta, que también se extiende en la jurisdicción del municipio de Remolino; dos lugares importantes para la llegada de aves migratorias a Suramérica. Este hecho los convierte en atractivos para turistas y observadores de aves.
En la ciénaga Grande de Santa Marta se desarrolla el etnoturismo, por lo que, en Nueva Venecia, municipio de Sitionuevo, fue construido un muelle de embarque y desembarque para las personas interesadas en conocer los pueblos palafiticos existentes en ese espejo de agua. Mientras tanto, desde Santa Marta se ofrecen planes turísticos en los que se incluye la visita a los pueblos levantados en plena ciénaga para conocer la forma como el hombre convive con el agua.
Convivencia que no solo es característica de los residentes de estas localidades, sino de todos los avecindados de la subregión, a los que el río y los distintos espejos de agua los ha ayudado a edificar su cosmovisión.
Por: Álvaro de Jesús Rojano Osorio.