En Sabanalarga, Atlántico, en la procesión del miércoles, en honor al Nazareno, interpretan la marcha ‘Las Lágrimas de María’; mientras que en Tenerife, Magdalena, el jueves, después de las nueve de la noche, se ve en las calles la procesión de Jesús camino al calvario, en la que se escuchan ‘La Mano de Dios’, ‘El Santísimo Sacramento’ y ‘La Resurrección’.
La Semana Santa es la celebración, junto con el natalicio de Jesús, más importante en el mundo católico, además de ser considerada como uno de los momentos del año litúrgico más intenso por sus fuerza e intrínseco dramatismo (Virgili, 2010). Su origen se remonta a la pascua de los israelitas, en la que celebran, anualmente, los siete días conmemorativos del éxodo del pueblo escogido por Jehová, de Egipto a la Tierra Prometida. Fue en el siglo II, después de Cristo, cuando comenzó su organización y la conmemoración del triduo sagrado, la pasión, muerte y la resurrección del Señor.
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Como resultado del Concilio ecuménico de Trento y de la contrarreforma, se inició, en los siglos XV y XVI, el proceso de darle a la Semana Santa el significado religioso que tiene. Fue cuando las representaciones teatrales medievales, en las que se utilizaban esculturas de Cristo que se relacionaban con actores intérpretes de la pasión, muerte y resurrección, son sustituidas por la puesta en escena de esos hechos en las procesiones que iban por las vías públicas.
A esta celebración, partir del siglo XVI, es incorporado el Vía Crucis y algunas representaciones propias del Corpus Christi. En España, con las primeras Cofradías, surgidas en la primera parte del siglo XVI, especialmente, a partir del Concilio de Trento (1545-1564), se dinamizó el surgimiento de imágenes religiosas, las procesiones, las penitencias en espacios públicos.
Este proceso fue el que permitió la incorporación de la música a las procesiones que se realizan en el transcurso de esta celebración, la que comenzó a ser interpretada a través de cantos gregorianos y las marchas.
El investigador José Manuel López (2018) sitúa este hecho en la mitad del siglo XIX; sin embargo, el investigador Jesús Zapata (2015) asegura que las marchas tocadas por la banda de viento el viernes santo en Mompox son de origen francés y que se escuchan en este lugar desde el siglo XVII.
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En la génesis de las marchas encontramos la fúnebre, que fue la corriente musical que se formó con la escuela estilística del romanticismo, como lo indica el escritor Roberto Estrada (2014), quien, además, da ejemplo de algunas canciones de ese corte que fueron transformadas en marchas, como el segundo movimiento de la “tercera sinfonía de Beethoven”, además de obras de Schubert, Chopin, Wagner.
A partir de la incorporación de las marchas y cantos gregorianos en las procesiones, estas hicieron parte de los rituales tradicionales de esta Semana. Tanto lo han sido que en algunos lugares del Caribe colombiano, donde existe una tradición religiosa y musical, cada ceremonia o día tiene especificada una marcha.
El sonido de cada una posee, como ninguna otra manifestación artística, valores, rituales simbólicos, terapéuticos y mágicos que se han sedimentado en las expresiones musicales originales de cada comunidad (Virgili, 2010).
Sucede en Sabanalarga, Atlántico, donde en la procesión del miércoles, en honor al Nazareno, interpretan la marcha ‘Las Lágrimas de María’; mientras que en Tenerife, Magdalena, el jueves, después de las nueve de la noche, se ve en las calles la procesión de Jesús camino al calvario, en la que se escuchan ‘La Mano de Dios’, ‘El Santísimo Sacramento’ y ‘La Resurrección’. Pasa en Mompox, el viernes santo en la noche, en la procesión identificada con el nombre de ‘Paso Robaos’, marchas de autores nacidos en ese lugar llenan de música a este evento.
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En América las bandas durante su recorrido procesional han entonado dos tipos de marchas: festivas y de gloria. Sin embargo, existen otras, como la sacramental, la llamada ‘Bailar el trono’, que se practica al momento de salir o entrar la procesión a la iglesia, o en toda la procesión, que no es usual en la Semana Mayor, además de la fúnebre.
Las marchas, según Merrian (citado por Domínguez, 2001), producen una sintonía entre los participantes y el ritual, tanto que señala que: “Si esta especie de ‘trance’ no se da, algunas ceremonias religiosas serían consideradas un fracaso”. Para el historiador Xavier Ávila Patiño este tipo de música le otorga un aire solemne al recorrido de la procesión, pues, a través de la música se busca representar el momento que se vive en el recorrido, lo que, además, es evidente a través de las imágenes que portan y la vestimenta de los actores en la representación religiosa.
Las marchas, según Gustavo Domínguez (2021), también tienen como fin hacer más leve el esfuerzo de los nazarenos que cargan las pesadas andas durante los prolongados recorridos procesionales. Además, sirven para imponer un ritmo a la procesión, lo que Luis Carlos Ramírez y Adalberto Ávila (2020) denominan introducción de elementos danzaríos. Se refieren a Guamal, Magdalena, donde el danzar de los nazarenos lo marca el bombo de la banda, lo que hacen balanceándose de un lado para otro, tomando como referencia el paso de la cabeza del desfile procesional que se encarga de regular el andar de los danzantes.
En el caso de las marchas sacras, con su estilo solemne, serio y a la vez dulce, sin llegar a ser fúnebre, lo que se busca es incentivar a los fieles que asisten a la procesión eucarística para que canten cada vez que la banda de música interpreta una de ellas. Un ejemplo de marcha sacra se encuentra en Santiago de Tolú, donde el jueves santo es interpretada ‘La marcha del duelo’ en tonalidad menor.
Las marchas no solo hacen parte de los rituales de Semana Santa, también tienen característica de identidad cultural, de ahí que en aquellos lugares donde estas celebraciones tienen tradición histórica, existe un inventario de ellas que son de autoría de personas que fueron nacidos o residentes en cada uno de estos sitios.
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En Tenerife se mencionan compositores como Rafael Medina Rodríguez, Jesús Ramos, Melquisedec Ramos; en Ciénaga de Oro a Fortunato Sáenz, al maestro Zarante; en Sabanalarga, a Diógenes Salazar Bilbao, Vespasiano Henríquez Laverde, Julián Vargas Tovar. En Santiago de Tolú son recordados Domingo Torrente, Aura Regina Yemail; en Mompox, Francisco Villanueva De León, considerado el más importante de todos; Manuel Villanueva, Fortunato Beleño, Luis Rafael Villalobos, entre otros; mientras que en Guamal a: Luis Rafael Ávila, M. Villanueva, Redento Miranda, Venancio Villanueva y Venancio Miranda.
En Santo Tomás, Atlántico, la tradición de interpretar música en las procesiones de la Semana Mayor comenzó con la aparición, en la primera mitad del siglo XX, de la banda de viento 18 de Septiembre. Contrario a lo que sucedió en otros lugares, donde esta celebración forma parte de su tradición cultural, no existen marchas compuestas por autores locales. Se acostumbra a interpretar valses como ‘Tristeza del alma’, además de marchas como la que suena mientras la efigie de la Dolorosa es llevada por las calles. Pieza musical que no solo es tradicional en ese lugar, también pertenece al repertorio de la Semana Santa de Tenerife y de Santiago de Tolú, donde es conocida con el nombre de ‘Marcha Italia’.
Capítulo aparte merecen las celebraciones organizadas en Valledupar, Valencia de Jesús y San Diego, donde la música está en manos de los cantores que se ubican en las esquinas, escogidas para representar las siete caídas de Jesús, en su andar del Monte de los Olivos hasta el lugar donde fue condenado a la crucifixión.
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La interpretación, a manera de pregón, forma parte de lo que denominan religiosidad popular, y la forma de hacerlo es caracterizado como afín a la manera de cantar las letanías, y con algunas características de los bailes cantaos del Caribe colombiano. Lo que, también, resulta evidente es la influencia andaluza, la misma que se muestra a través del culto a santos como Ecce Homo y la virgen del Rosario.
Por: Álvaro Rojano Osorio
En Sabanalarga, Atlántico, en la procesión del miércoles, en honor al Nazareno, interpretan la marcha ‘Las Lágrimas de María’; mientras que en Tenerife, Magdalena, el jueves, después de las nueve de la noche, se ve en las calles la procesión de Jesús camino al calvario, en la que se escuchan ‘La Mano de Dios’, ‘El Santísimo Sacramento’ y ‘La Resurrección’.
La Semana Santa es la celebración, junto con el natalicio de Jesús, más importante en el mundo católico, además de ser considerada como uno de los momentos del año litúrgico más intenso por sus fuerza e intrínseco dramatismo (Virgili, 2010). Su origen se remonta a la pascua de los israelitas, en la que celebran, anualmente, los siete días conmemorativos del éxodo del pueblo escogido por Jehová, de Egipto a la Tierra Prometida. Fue en el siglo II, después de Cristo, cuando comenzó su organización y la conmemoración del triduo sagrado, la pasión, muerte y la resurrección del Señor.
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Como resultado del Concilio ecuménico de Trento y de la contrarreforma, se inició, en los siglos XV y XVI, el proceso de darle a la Semana Santa el significado religioso que tiene. Fue cuando las representaciones teatrales medievales, en las que se utilizaban esculturas de Cristo que se relacionaban con actores intérpretes de la pasión, muerte y resurrección, son sustituidas por la puesta en escena de esos hechos en las procesiones que iban por las vías públicas.
A esta celebración, partir del siglo XVI, es incorporado el Vía Crucis y algunas representaciones propias del Corpus Christi. En España, con las primeras Cofradías, surgidas en la primera parte del siglo XVI, especialmente, a partir del Concilio de Trento (1545-1564), se dinamizó el surgimiento de imágenes religiosas, las procesiones, las penitencias en espacios públicos.
Este proceso fue el que permitió la incorporación de la música a las procesiones que se realizan en el transcurso de esta celebración, la que comenzó a ser interpretada a través de cantos gregorianos y las marchas.
El investigador José Manuel López (2018) sitúa este hecho en la mitad del siglo XIX; sin embargo, el investigador Jesús Zapata (2015) asegura que las marchas tocadas por la banda de viento el viernes santo en Mompox son de origen francés y que se escuchan en este lugar desde el siglo XVII.
No deje de leer: ¿Están robando niños en Valledupar?
En la génesis de las marchas encontramos la fúnebre, que fue la corriente musical que se formó con la escuela estilística del romanticismo, como lo indica el escritor Roberto Estrada (2014), quien, además, da ejemplo de algunas canciones de ese corte que fueron transformadas en marchas, como el segundo movimiento de la “tercera sinfonía de Beethoven”, además de obras de Schubert, Chopin, Wagner.
A partir de la incorporación de las marchas y cantos gregorianos en las procesiones, estas hicieron parte de los rituales tradicionales de esta Semana. Tanto lo han sido que en algunos lugares del Caribe colombiano, donde existe una tradición religiosa y musical, cada ceremonia o día tiene especificada una marcha.
El sonido de cada una posee, como ninguna otra manifestación artística, valores, rituales simbólicos, terapéuticos y mágicos que se han sedimentado en las expresiones musicales originales de cada comunidad (Virgili, 2010).
Sucede en Sabanalarga, Atlántico, donde en la procesión del miércoles, en honor al Nazareno, interpretan la marcha ‘Las Lágrimas de María’; mientras que en Tenerife, Magdalena, el jueves, después de las nueve de la noche, se ve en las calles la procesión de Jesús camino al calvario, en la que se escuchan ‘La Mano de Dios’, ‘El Santísimo Sacramento’ y ‘La Resurrección’. Pasa en Mompox, el viernes santo en la noche, en la procesión identificada con el nombre de ‘Paso Robaos’, marchas de autores nacidos en ese lugar llenan de música a este evento.
Lea también: Corregimientos de Valledupar, destino ideal para viajar en el tiempo
En América las bandas durante su recorrido procesional han entonado dos tipos de marchas: festivas y de gloria. Sin embargo, existen otras, como la sacramental, la llamada ‘Bailar el trono’, que se practica al momento de salir o entrar la procesión a la iglesia, o en toda la procesión, que no es usual en la Semana Mayor, además de la fúnebre.
Las marchas, según Merrian (citado por Domínguez, 2001), producen una sintonía entre los participantes y el ritual, tanto que señala que: “Si esta especie de ‘trance’ no se da, algunas ceremonias religiosas serían consideradas un fracaso”. Para el historiador Xavier Ávila Patiño este tipo de música le otorga un aire solemne al recorrido de la procesión, pues, a través de la música se busca representar el momento que se vive en el recorrido, lo que, además, es evidente a través de las imágenes que portan y la vestimenta de los actores en la representación religiosa.
Las marchas, según Gustavo Domínguez (2021), también tienen como fin hacer más leve el esfuerzo de los nazarenos que cargan las pesadas andas durante los prolongados recorridos procesionales. Además, sirven para imponer un ritmo a la procesión, lo que Luis Carlos Ramírez y Adalberto Ávila (2020) denominan introducción de elementos danzaríos. Se refieren a Guamal, Magdalena, donde el danzar de los nazarenos lo marca el bombo de la banda, lo que hacen balanceándose de un lado para otro, tomando como referencia el paso de la cabeza del desfile procesional que se encarga de regular el andar de los danzantes.
En el caso de las marchas sacras, con su estilo solemne, serio y a la vez dulce, sin llegar a ser fúnebre, lo que se busca es incentivar a los fieles que asisten a la procesión eucarística para que canten cada vez que la banda de música interpreta una de ellas. Un ejemplo de marcha sacra se encuentra en Santiago de Tolú, donde el jueves santo es interpretada ‘La marcha del duelo’ en tonalidad menor.
Las marchas no solo hacen parte de los rituales de Semana Santa, también tienen característica de identidad cultural, de ahí que en aquellos lugares donde estas celebraciones tienen tradición histórica, existe un inventario de ellas que son de autoría de personas que fueron nacidos o residentes en cada uno de estos sitios.
No deje de leer: “Nunca he querido ofender la memoria de Juancho Rois”: Fabián Corrales
En Tenerife se mencionan compositores como Rafael Medina Rodríguez, Jesús Ramos, Melquisedec Ramos; en Ciénaga de Oro a Fortunato Sáenz, al maestro Zarante; en Sabanalarga, a Diógenes Salazar Bilbao, Vespasiano Henríquez Laverde, Julián Vargas Tovar. En Santiago de Tolú son recordados Domingo Torrente, Aura Regina Yemail; en Mompox, Francisco Villanueva De León, considerado el más importante de todos; Manuel Villanueva, Fortunato Beleño, Luis Rafael Villalobos, entre otros; mientras que en Guamal a: Luis Rafael Ávila, M. Villanueva, Redento Miranda, Venancio Villanueva y Venancio Miranda.
En Santo Tomás, Atlántico, la tradición de interpretar música en las procesiones de la Semana Mayor comenzó con la aparición, en la primera mitad del siglo XX, de la banda de viento 18 de Septiembre. Contrario a lo que sucedió en otros lugares, donde esta celebración forma parte de su tradición cultural, no existen marchas compuestas por autores locales. Se acostumbra a interpretar valses como ‘Tristeza del alma’, además de marchas como la que suena mientras la efigie de la Dolorosa es llevada por las calles. Pieza musical que no solo es tradicional en ese lugar, también pertenece al repertorio de la Semana Santa de Tenerife y de Santiago de Tolú, donde es conocida con el nombre de ‘Marcha Italia’.
Capítulo aparte merecen las celebraciones organizadas en Valledupar, Valencia de Jesús y San Diego, donde la música está en manos de los cantores que se ubican en las esquinas, escogidas para representar las siete caídas de Jesús, en su andar del Monte de los Olivos hasta el lugar donde fue condenado a la crucifixión.
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La interpretación, a manera de pregón, forma parte de lo que denominan religiosidad popular, y la forma de hacerlo es caracterizado como afín a la manera de cantar las letanías, y con algunas características de los bailes cantaos del Caribe colombiano. Lo que, también, resulta evidente es la influencia andaluza, la misma que se muestra a través del culto a santos como Ecce Homo y la virgen del Rosario.
Por: Álvaro Rojano Osorio