Hoy se terminan las fiestas de una de las Vírgenes más populares y de mayor arraigo en Colombia: la famosa, milagrosa y venerada Virgen del Carmen, Nuestra Señora del Monte Carmelo, la mamá de Dios —pero con otro apellido— derivado del Carmelo, famoso sitio de la ciudad de Haifa, bella población israelí.
Desde hace más de 70 años fue la Patrona de los Mares, pero con el tiempo su devoción se extendió a todos los choferes, sobre todo los colombianos que ciegamente creen en ella. Su devoción data del siglo XIII, con la orden de las Carmelitas en el Monte Carmelo, y fue acogida por el pueblo latinoamericano como símbolo de protección diaria. Carmen se deriva de la palabra hebrea Karmel, que se traduce como “Jardín de Dios”.
La Virgen del Carmen es patrona de la Policía, el Ejército, los marineros y los choferes. En España, Puerto Rico y Costa Rica es la patrona; en Chile, la patrona y Reina; en Bolivia, la jefa de las Fuerzas Armadas; en Perú, la alcaldesa popular de Lima; y en Venezuela, de los maleteros y conductores.
El 16 de julio de 1251 se le apareció a San Simón Stock, un inglés carmelita a quien le entregó el escapulario que usan con orgullo los seguidores de la Carmelita, que en el Valle también tiene su buena feligresía, aunque ya se fueron sus Generales de Tres Soles, encabezados por el muy vallenato Don Valentín Quintero Rengifo, el Compita Jácome, los Anteliz, Hugo Bohórquez, Wicho Quintero, Carlos Molina, Aida Sarmiento, Amanda y Lucho Brito, entre otros.
Valdría la pena que ahora, cuando por fin un alcalde, Ernesto Orozco, escuchó el clamor de los carmelitanos y de este columnista —que ya lo había solicitado— y resolvió la remodelación del parque del barrio, se erigiera un busto en honor a Don Valentín, empresario y líder cívico que nos trajo el Café Mary, el Don Vale, el Hotel Vajamar (Valentín, Javier y Mary), y un centro comercial donde funcionan elegantes establecimientos. Fue concejal, miembro de juntas y dirigente excepcional.
También en Media Luna celebran sus fiestas, patrocinadas por los Manosalva y con la colaboración de los Jurado, Fuentes, Ríos, Sánchez y Rincones. Evelio llevó dos veces a los Hermanos Zuleta, y Poncho se levantó una santica mediselenita. Tiene una bella imagen en su casa, que exhibe cada 16 en su sala, donde la llama “La Poderosa”.
En Manaure, es la reina. Comanda el ejército de apellidos como Pacheco, Santana, Ardila, Bayona, Ballesteros, Reyes, Añez, los Luna, los Orozco, Campo, Acosta, Fernández, Ramírez, Araújo y Soto y muchos más. A esa fiesta fui varias veces y tuve la dicha de ser atendido por Guillermo Orozco y su esposa Talita, con buena comida, whisky fino y la atención de Lourdes y Mary.
Así pasaba en San José de Oriente con Manuel Jaime, Alonso Rodríguez, Ruber Guerrero y otros santandereanos más, que atendían espléndidamente.
Cómo no recordar Los Encantos, los 16 de julio, cuando los villanueveros Clemente Orsini, Rafael Rodríguez, Juan Millian, Sara Sánchez, los Quintana, los Arias de Caño Padilla, la gente del Rabito y mi compadre Pedrito Bolaño se pegaban unos jumones con ron caña, chirrinche y suculentos sancochos de gallina —de esas criollas que de la gordura se les reventaba el corazón—. Café fragante, aguacates exquisitos y agua de panela al clima, que era fría.
¿Sabías que cuando la agonía de un devoto de la Virgen se demora, se le ponen los pies en el suelo y expira rápido? No lo sabías; yo tampoco.
Por: José Manuel Aponte Martínez.












