Poco después de nacer vino a verme una mujer muy linda a quien yo no conocía. Recuerdo muy bien su perfume de jazmines y la suave melodía de su voz.
Por: Leonardo José Maya
Poco después de nacer vino a verme una mujer muy linda a quien yo no conocía. Recuerdo muy bien su perfume de jazmines y la suave melodía de su voz. El mundo era muy nuevo para mí pero grabé con atención las hermosas palabras que dejó en mis oídos, yo no conocía las palabras, ni por supuesto a las mujeres, pero ambas marcaron mi destino desde ese primer instante.
El tiempo fue pasando y yo no le encontraba el verdadero sentido a aquella visita extraordinaria, pero años después lo entendí todo.
Era una profecía y por lo tanto, absolutamente irreversible. Jamás tendría acceso a la una sin recurrir a la otra.
LA OBRA
Plinio el pintor sonámbulo soñó un día que era el mejor artista del mundo. Se sintió inspirado, agarró sus pinceles y se dispuso a crear su mejor obra.
Con trazos perfectos delineó un rostro femenino de tamaño natural, cabello sedoso reluciente, cejas delgadas recién depiladas, le puso ojos adormecidos y labios serenos como si estuviera enamorada.
Le perfiló bustos pródigos y magníficos, se detuvo en el escote de ensueño para alojar una cadena de plata prendida a un corazón perturbado. Delineó caderas y piernas perfectas. La cubrió con un vestido azul vaporoso estampado con flores perfumadas y le puso tacones elegantes.
Al final la iluminó con una sonrisa bellísima de edad indefinida. La analizó entonces y la creyó buena, dulce y tierna pero le notó un defecto adverso en el corazón. ¡Era profundamente sentimental!
Pensó en un beso furtivo pero prefirió no lastimarla, entonces observó su mejor obra y tuvo tiempo de acomodarle sus aretes de plata antes de acostarse de nuevo.
Cuando se despertó ahí estaba su cuadro perfecto mirándolo con ojos incrédulos de bailarina sorprendida. Plinio ahora está confundido.
No sabe si pintó una mujer o uno de sus sueños.
DESPEDIDA
Esta tarde moriré en tus ojos
Ya veo en ellos el último adiós de alguien amé
Siento la angustia del que te verá partir
Pronunciando mi nombre y anhelando un pronto encuentro
Ojalá este vacío que me dejas muriera con la tarde
¿Queréis salvarme?
Pues llévate estas brasas que me devoran
Llévate los últimos días de abril
Arrastra contigo las tardes de ensueño que me dejas
Llévate las fiestas del festival de acordeones
Y también los versos de Gutiérrez
Dejad devastada mi existencia, no importa
Pero no me dejes recuerdos
Porque ellos terminarán por matarme
Mucho antes de que regreses
Ven de nuevo, no tardes tanto
Porque solo encontrarás
El último verso de alguien que te amó.
Poco después de nacer vino a verme una mujer muy linda a quien yo no conocía. Recuerdo muy bien su perfume de jazmines y la suave melodía de su voz.
Por: Leonardo José Maya
Poco después de nacer vino a verme una mujer muy linda a quien yo no conocía. Recuerdo muy bien su perfume de jazmines y la suave melodía de su voz. El mundo era muy nuevo para mí pero grabé con atención las hermosas palabras que dejó en mis oídos, yo no conocía las palabras, ni por supuesto a las mujeres, pero ambas marcaron mi destino desde ese primer instante.
El tiempo fue pasando y yo no le encontraba el verdadero sentido a aquella visita extraordinaria, pero años después lo entendí todo.
Era una profecía y por lo tanto, absolutamente irreversible. Jamás tendría acceso a la una sin recurrir a la otra.
LA OBRA
Plinio el pintor sonámbulo soñó un día que era el mejor artista del mundo. Se sintió inspirado, agarró sus pinceles y se dispuso a crear su mejor obra.
Con trazos perfectos delineó un rostro femenino de tamaño natural, cabello sedoso reluciente, cejas delgadas recién depiladas, le puso ojos adormecidos y labios serenos como si estuviera enamorada.
Le perfiló bustos pródigos y magníficos, se detuvo en el escote de ensueño para alojar una cadena de plata prendida a un corazón perturbado. Delineó caderas y piernas perfectas. La cubrió con un vestido azul vaporoso estampado con flores perfumadas y le puso tacones elegantes.
Al final la iluminó con una sonrisa bellísima de edad indefinida. La analizó entonces y la creyó buena, dulce y tierna pero le notó un defecto adverso en el corazón. ¡Era profundamente sentimental!
Pensó en un beso furtivo pero prefirió no lastimarla, entonces observó su mejor obra y tuvo tiempo de acomodarle sus aretes de plata antes de acostarse de nuevo.
Cuando se despertó ahí estaba su cuadro perfecto mirándolo con ojos incrédulos de bailarina sorprendida. Plinio ahora está confundido.
No sabe si pintó una mujer o uno de sus sueños.
DESPEDIDA
Esta tarde moriré en tus ojos
Ya veo en ellos el último adiós de alguien amé
Siento la angustia del que te verá partir
Pronunciando mi nombre y anhelando un pronto encuentro
Ojalá este vacío que me dejas muriera con la tarde
¿Queréis salvarme?
Pues llévate estas brasas que me devoran
Llévate los últimos días de abril
Arrastra contigo las tardes de ensueño que me dejas
Llévate las fiestas del festival de acordeones
Y también los versos de Gutiérrez
Dejad devastada mi existencia, no importa
Pero no me dejes recuerdos
Porque ellos terminarán por matarme
Mucho antes de que regreses
Ven de nuevo, no tardes tanto
Porque solo encontrarás
El último verso de alguien que te amó.