A Otti, mis recuerdos y mi alma. Lo recuerdo sentado en un taburete frente a una mesa de madera, bajo una fronda de mango de azúcar curucuteando alguna parte eléctrica.
Por: José Gregorio Guerrero
A Otti, mis recuerdos y mi alma. Lo recuerdo sentado en un taburete frente a una mesa de madera, bajo una fronda de mango de azúcar curucuteando alguna parte eléctrica.
Tenía una pieza de madera (pintada de verde menta por él mismo) en donde guardaba todas sus herramientas, colgadas cuidadosamente ordenadas, por tamaño, usos; y que solo él podía manipularlas. Me gustaba visitarlo a pesar de mis diez años (nada coetáneos), y hablábamos largas horas sin parar.
Una vez lo vi inmerso en una caja que en algún momento fue estuche de un whisky selecto, y ahora funcionaba como caja de casetes musicales. Parecía como si nadara para dentro de ella, braseaba buscando algo perdido y de gran valúa. Sus lentes de carey oscuro a mitad de tabique eran testigos vivos de aquella búsqueda incesante.
Se le había perdido un par de cintas musicales de la banda de la Paz, eran sus casetes insignes, lo pude notar en la humedad de su mirada; fue la misma que le vi muchos años después, una mañana días antes de partir al cielo.
La calamidad musical la decidió en un instante de desasosiego ¡Gustavo! Pensó en voz alta. Era este un hijo suyo de los mayores, que poseía un don mágico de saber las cosas, y hacerlas que ocurrieran cuando al cliente se le diera la gana; era como especie de un genio bien vestido y muy bien montado.
Un sábado invitó a sus mejores amigos y a Gustavo su hijo con el fin de que diera en público las coordenadas donde estarían el par de casetes extraviados. Me contaba “Poncho” Rivero (el de Noris) muchos años después “yo, que no tengo pelos, y se me pararon de ver lo que vimos ese día.
El profesor “Ramayá” sabe” me dijo impresionado., “dígame de una vez donde están mis dos casetes de música de porro” Gustavo antes de dar el veredicto los entretuvo con dos números de menor importancia: sacó de un pañuelo seco blanco, escurriéndolo con el pulgar y el índice derecho un chorro de agua fresca, y después sentó frente a él tres gatos de propiedad de Josefa Ospino(esposa de Pastor a quien quiero mucho) y por cinco minutos los puso a ladrar como perros alimentados con agua de panela; Y por ultimo dio el veredicto de la misma forma y emoción cuando ya se ha elegido a la primera princesa; “papá ese par de casetes están..” guardó un silencio mudo; Pastor y los amigos habían perdido la necesidad de pestañar esperando saberlo todo, “ esos casetes están bajo el cojín de una Ford, cuyo dueño es “Mon” Ovalle que antes de que Gustavo diera el veredicto había salido a orinar y nunca volvió.
A Otti, mis recuerdos y mi alma. Lo recuerdo sentado en un taburete frente a una mesa de madera, bajo una fronda de mango de azúcar curucuteando alguna parte eléctrica.
Por: José Gregorio Guerrero
A Otti, mis recuerdos y mi alma. Lo recuerdo sentado en un taburete frente a una mesa de madera, bajo una fronda de mango de azúcar curucuteando alguna parte eléctrica.
Tenía una pieza de madera (pintada de verde menta por él mismo) en donde guardaba todas sus herramientas, colgadas cuidadosamente ordenadas, por tamaño, usos; y que solo él podía manipularlas. Me gustaba visitarlo a pesar de mis diez años (nada coetáneos), y hablábamos largas horas sin parar.
Una vez lo vi inmerso en una caja que en algún momento fue estuche de un whisky selecto, y ahora funcionaba como caja de casetes musicales. Parecía como si nadara para dentro de ella, braseaba buscando algo perdido y de gran valúa. Sus lentes de carey oscuro a mitad de tabique eran testigos vivos de aquella búsqueda incesante.
Se le había perdido un par de cintas musicales de la banda de la Paz, eran sus casetes insignes, lo pude notar en la humedad de su mirada; fue la misma que le vi muchos años después, una mañana días antes de partir al cielo.
La calamidad musical la decidió en un instante de desasosiego ¡Gustavo! Pensó en voz alta. Era este un hijo suyo de los mayores, que poseía un don mágico de saber las cosas, y hacerlas que ocurrieran cuando al cliente se le diera la gana; era como especie de un genio bien vestido y muy bien montado.
Un sábado invitó a sus mejores amigos y a Gustavo su hijo con el fin de que diera en público las coordenadas donde estarían el par de casetes extraviados. Me contaba “Poncho” Rivero (el de Noris) muchos años después “yo, que no tengo pelos, y se me pararon de ver lo que vimos ese día.
El profesor “Ramayá” sabe” me dijo impresionado., “dígame de una vez donde están mis dos casetes de música de porro” Gustavo antes de dar el veredicto los entretuvo con dos números de menor importancia: sacó de un pañuelo seco blanco, escurriéndolo con el pulgar y el índice derecho un chorro de agua fresca, y después sentó frente a él tres gatos de propiedad de Josefa Ospino(esposa de Pastor a quien quiero mucho) y por cinco minutos los puso a ladrar como perros alimentados con agua de panela; Y por ultimo dio el veredicto de la misma forma y emoción cuando ya se ha elegido a la primera princesa; “papá ese par de casetes están..” guardó un silencio mudo; Pastor y los amigos habían perdido la necesidad de pestañar esperando saberlo todo, “ esos casetes están bajo el cojín de una Ford, cuyo dueño es “Mon” Ovalle que antes de que Gustavo diera el veredicto había salido a orinar y nunca volvió.