La parte más difícil de adelgazar es la dieta. Por más que el deseo de lucir un cuerpo más esbelto sea alto, la ansiedad y el apego a ciertos alimentos convierte las dietas estrictas en un suplicio. Sin embargo, sabemos también que el hábito hace al monje. Si no te sientes preparada para someterte a […]
La parte más difícil de adelgazar es la dieta. Por más que el deseo de lucir un cuerpo más esbelto sea alto, la ansiedad y el apego a ciertos alimentos convierte las dietas estrictas en un suplicio.
Sin embargo, sabemos también que el hábito hace al monje. Si no te sientes preparada para someterte a un estricto régimen alimenticio, puedes comenzar cambiando algunas rutinas y costumbres que de seguro afectan tu peso. Con estos tres hábitos en tu rutina diaria, pronto verás los resultados.
Si eres de las personas que acostumbra a desvelarse, tenemos malas noticias: diversos estudios científicos demuestran que hay una relación directa entre la falta de sueño y el aumento de peso. Cuando tu cuerpo y cerebro no tienen energía suficiente, demandan más azúcares y proteínas, mientras que tu metabolismo se vuelve más lento.
Puede que lo hayas escuchado hasta el cansancio, pero vale la pena repetirlo: el desayuno es la comida más importante del día. Si te privas de desayunar por dormir unas horas de más o por ahorrar un poco más de tiempo para ir al trabajo, tus almuerzos y cenas se volverán más pesados…al igual que tu.
Trata de comer siempre un desayuno acorde a tu edad, talla y actividades. Incluye con frecuencia cereales integrales y jugos. Le terminarás tomando el gusto a la primera comida de tu día.
Aunque son bebidas altamente adictivas, también lo es la cantidad de azúcar y carbohidratos que contienen. Las gaseosas y el alcohol en exceso deben restringirse lo más posible de tu vida. Para no hacer este paso tan traumático, puedes disminuir el consumo de forma paulatina o limitarlo a no más de dos o tres vasos los fines de semana.
La parte más difícil de adelgazar es la dieta. Por más que el deseo de lucir un cuerpo más esbelto sea alto, la ansiedad y el apego a ciertos alimentos convierte las dietas estrictas en un suplicio. Sin embargo, sabemos también que el hábito hace al monje. Si no te sientes preparada para someterte a […]
La parte más difícil de adelgazar es la dieta. Por más que el deseo de lucir un cuerpo más esbelto sea alto, la ansiedad y el apego a ciertos alimentos convierte las dietas estrictas en un suplicio.
Sin embargo, sabemos también que el hábito hace al monje. Si no te sientes preparada para someterte a un estricto régimen alimenticio, puedes comenzar cambiando algunas rutinas y costumbres que de seguro afectan tu peso. Con estos tres hábitos en tu rutina diaria, pronto verás los resultados.
Si eres de las personas que acostumbra a desvelarse, tenemos malas noticias: diversos estudios científicos demuestran que hay una relación directa entre la falta de sueño y el aumento de peso. Cuando tu cuerpo y cerebro no tienen energía suficiente, demandan más azúcares y proteínas, mientras que tu metabolismo se vuelve más lento.
Puede que lo hayas escuchado hasta el cansancio, pero vale la pena repetirlo: el desayuno es la comida más importante del día. Si te privas de desayunar por dormir unas horas de más o por ahorrar un poco más de tiempo para ir al trabajo, tus almuerzos y cenas se volverán más pesados…al igual que tu.
Trata de comer siempre un desayuno acorde a tu edad, talla y actividades. Incluye con frecuencia cereales integrales y jugos. Le terminarás tomando el gusto a la primera comida de tu día.
Aunque son bebidas altamente adictivas, también lo es la cantidad de azúcar y carbohidratos que contienen. Las gaseosas y el alcohol en exceso deben restringirse lo más posible de tu vida. Para no hacer este paso tan traumático, puedes disminuir el consumo de forma paulatina o limitarlo a no más de dos o tres vasos los fines de semana.