El compositor de San Jacinto, Bolívar, de la alegría pasó a la melancolía porque la mujer en la que descargó su amor no le correspondió a pesar de sus detalles, teniendo que con el dolor del alma cerrar esa puerta que nunca más se abrió.
Pasados 59 años, el maestro Adolfo Rafael Pacheco Anillo volvió con el pensamiento a tomar en sus manos el famoso mochuelo que ‘Joche’ le regaló para su novia en aquel entonces. Ese llamativo detalle lo hizo inspirar y poder convertirlo en canción. “En enero ‘Joche’ se cogió un mochuelo en las montañas de María, y me lo regaló, no más, para la novia mía”.
El hijo del viejo Miguel, el hombre de la hamaca grande con su amabilidad característica y con palabras sinceras, se sentó a darse un paseo por su querido San Jacinto, Bolívar, donde aquel amigo le regaló un pajarito que había cogido, y no dudo en destinarlo a la mujer que golpeaba su corazón.
El juglar comenzó así el relato: “La historia sucedió una de las tardes del mes de enero del año 1962 donde ‘Joche’, cuyo nombre era José Elías Anillo, gran amigo y paisano, a quien le había encargado un mochuelo. Él optó por regalármelo porque no me lo quiso vender. Yo tenía pensado dárselo a Mercedes Arrieta Leones, quien era mi novia y compañera de trabajo en aquel momento”. En ese párrafo resumió el secreto de ‘El mochuelo’, canción que grabaron 21 años después Otto Serge y Rafael Ricardo.
Con su voz pausada continuó diciendo que esa obra tuvo el más alto vuelo en la música vallenata y todavía se sigue escuchando. Enseguida, con todas las ganas de seguir narrando, expresó: “José Elías Anillo, a quien también le decían ‘Joche pulga’, tenía fama de buen cazador de toda clase de animales en esa amplia zona de los Montes de María. Después fue un excelente sastre. Él se convirtió en uno de los protagonistas de esa canción donde narro que el mochuelo se lo regalé a mi novia, a quien le gustaban los pajaritos”.
Estando en el éxtasis de la emoción sublime, esa que provoca regresar el tiempo tocado por las añoranzas, contó mayores detalles de esa obra que engalana el cancionero vallenato. “Ese mismo año grabé la canción con el acordeonero Humberto Montes, pero poco se escuchó. Años después el acordeonero Rafael Ricardo me la solicitó haciéndola éxito al lado del cantante Otto Serge. El canto no ha dejado de sonar, y por el poder de las costumbres y tradiciones pegadas a mi alma también está ‘El cordobés’, que es el canto a un gallo famoso que me regaló Nabo Cogollo”.
Después de contar sobre la receptividad inmediata que tuvo la canción, recordó un episodio que contó para no dejar ningún detalle suelto. “En un momento Rafael Ricardo me comentó que la canción estaba corta y requería de otra estrofa. Con gusto la alargué y le hice una nueva que comienza: ‘Tu cantar, tu lírica canción, es nostálgica como la mía, porque mochuelo soy también de mi negra querida’”. De esta manera, la canción quedó con una duración de cuatro minutos y 56 segundos.
Siguió hilvanando recuerdos y señaló: “Supe que la canción al comienzo no tenía mucha acogida en la casa disquera porque dizque era fea, pero Rafael Ricardo se la jugó y ganó. Bien lo dice el dicho que el que sabe, sabe, así esté en el oscuro”.
Soltó una larga carcajada de hombre veterano de mil luchas en el pentagrama del folclor, donde nota a nota pintó muchos cantos sin pincel y sin paleta buscando como el poeta la armonía en el color.
Entrando en el plano de las comparaciones, la inspiración lo llevó a ver al mochuelo metido en una jaula y él también preso por el amor de aquella mujer. En ese preciso momento el sentimiento fluctuó en esos corredores invisibles donde el corazón palpita con mayor razón y cantó: “Él perdió su libertad para darnos alegría, lo que pa’ su vida es mal, bien es pa’ la novia mía”.
Los años irremediablemente pasan a lista quedando solamente los recuerdos intactos, y además cantados, donde se reseña que en enero ‘Joche’ se cogió un mochuelo en las montañas de María, y al regalarlo llegó directamente a las manos de Ana Dolores Arrieta o Mercedes Arrieta, profesora del Instituto Rodríguez, quien nunca quiso dar el paso para estar a su lado.
De esa manera surgió la famosa canción ‘Mercedes’, grabada en el año 1980 por Daniel Celedón e Ismael Rudas ‘El Doble Poder’, donde el compositor le insistió a esa, una dama de formación cristina, pura y respetuosa, que podía tener la vida asegurada. Ella le rechazó el viaje a Cartagena y por ende le cerró su corazón con el argumento de ser casado, pertenecer a su mujer y a sus hijos.
Ante esta negativa, Adolfo Pacheco no tuvo otra opción que cantarle lo siguiente a su compañera, con quien era docente en el Instituto Rodríguez de San Jacinto, Bolívar: “Ayer dijiste te quiero, hoy me pides que te olvide. Después que matas al tigre le sales huyendo al cuero”. Mercedes también fue protagonista de la canción ‘Sin compromiso’, que cerró ese capítulo de su vida.
El compositor, el poeta, el profesor, el abogado y el excelso narrador, hoy a sus 80 años cuenta que tiempo después no supo más de Mercedes, y solamente quedó la constancia de esa historia en tres canciones.
Ahora añora regresar a su amado pueblo, vive en Barranquilla, para escaparse de la soledad que quiere atraparlo todo a cambio de nada. La idea es volver a mecerse en la hamaca grande y llevar una serenata con música de acordeón.
Enseguida entró a la faceta de buen pensador, haciendo una rápida reflexión, al manifestar que el romanticismo está quedando en el olvido, especialmente entre la nueva generación. “La poesía y los detalles poco cuentan porque la rapidez en cosas del amor no lo permiten. Ahora, se llega a la meta casi enseguida y sin esforzarse mucho”.
Esa es la verdad, porque los enamorados no hacen paseos visuales por la luna besando el silencio de la noche, las flores no llegan para hacer sonreír, no se sueña despierto y los poemas no se desmayan en el corazón de la mujer amada. Es decir, el amor poco escampa en el alma.
Al regresar a la historia inicial, quién iba a pensar que 59 años después el legendario compositor volvería a contar la historia de Ana Dolores o Mercedes, la mujer que lo llamaba ‘Ado’, la misma que recibió el mochuelo con todo amor, pero que también le dijo de manera sincera que no se entregaba, ni se vendía y de su rancho salía era casada.
Al final se le preguntó al maestro Adolfo Pacheco Anillo, si Ana Dolores o Mercedes, como él la llamó para despistar, alguna vez le dijo sobre algún nombre que le había puesto al famoso mochuelo. Sin pensarlo, y después de soltar nuevamente su sonora carcajada, dijo: “Periodista, dejemos así”…
Así callado se quedó el hombre que forjó en cantos su propia historia donde supo dar el mensaje preciso hasta provocar alegrías y tristezas a su corazón, que al fin y al cabo son el verdadero sustento de la vida. Se quedó dibujando siluetas en su memoria con la finalidad de reconstruir ese ayer que lo marcó para siempre.
Por Juan Rincón Vanegas
El compositor de San Jacinto, Bolívar, de la alegría pasó a la melancolía porque la mujer en la que descargó su amor no le correspondió a pesar de sus detalles, teniendo que con el dolor del alma cerrar esa puerta que nunca más se abrió.
Pasados 59 años, el maestro Adolfo Rafael Pacheco Anillo volvió con el pensamiento a tomar en sus manos el famoso mochuelo que ‘Joche’ le regaló para su novia en aquel entonces. Ese llamativo detalle lo hizo inspirar y poder convertirlo en canción. “En enero ‘Joche’ se cogió un mochuelo en las montañas de María, y me lo regaló, no más, para la novia mía”.
El hijo del viejo Miguel, el hombre de la hamaca grande con su amabilidad característica y con palabras sinceras, se sentó a darse un paseo por su querido San Jacinto, Bolívar, donde aquel amigo le regaló un pajarito que había cogido, y no dudo en destinarlo a la mujer que golpeaba su corazón.
El juglar comenzó así el relato: “La historia sucedió una de las tardes del mes de enero del año 1962 donde ‘Joche’, cuyo nombre era José Elías Anillo, gran amigo y paisano, a quien le había encargado un mochuelo. Él optó por regalármelo porque no me lo quiso vender. Yo tenía pensado dárselo a Mercedes Arrieta Leones, quien era mi novia y compañera de trabajo en aquel momento”. En ese párrafo resumió el secreto de ‘El mochuelo’, canción que grabaron 21 años después Otto Serge y Rafael Ricardo.
Con su voz pausada continuó diciendo que esa obra tuvo el más alto vuelo en la música vallenata y todavía se sigue escuchando. Enseguida, con todas las ganas de seguir narrando, expresó: “José Elías Anillo, a quien también le decían ‘Joche pulga’, tenía fama de buen cazador de toda clase de animales en esa amplia zona de los Montes de María. Después fue un excelente sastre. Él se convirtió en uno de los protagonistas de esa canción donde narro que el mochuelo se lo regalé a mi novia, a quien le gustaban los pajaritos”.
Estando en el éxtasis de la emoción sublime, esa que provoca regresar el tiempo tocado por las añoranzas, contó mayores detalles de esa obra que engalana el cancionero vallenato. “Ese mismo año grabé la canción con el acordeonero Humberto Montes, pero poco se escuchó. Años después el acordeonero Rafael Ricardo me la solicitó haciéndola éxito al lado del cantante Otto Serge. El canto no ha dejado de sonar, y por el poder de las costumbres y tradiciones pegadas a mi alma también está ‘El cordobés’, que es el canto a un gallo famoso que me regaló Nabo Cogollo”.
Después de contar sobre la receptividad inmediata que tuvo la canción, recordó un episodio que contó para no dejar ningún detalle suelto. “En un momento Rafael Ricardo me comentó que la canción estaba corta y requería de otra estrofa. Con gusto la alargué y le hice una nueva que comienza: ‘Tu cantar, tu lírica canción, es nostálgica como la mía, porque mochuelo soy también de mi negra querida’”. De esta manera, la canción quedó con una duración de cuatro minutos y 56 segundos.
Siguió hilvanando recuerdos y señaló: “Supe que la canción al comienzo no tenía mucha acogida en la casa disquera porque dizque era fea, pero Rafael Ricardo se la jugó y ganó. Bien lo dice el dicho que el que sabe, sabe, así esté en el oscuro”.
Soltó una larga carcajada de hombre veterano de mil luchas en el pentagrama del folclor, donde nota a nota pintó muchos cantos sin pincel y sin paleta buscando como el poeta la armonía en el color.
Entrando en el plano de las comparaciones, la inspiración lo llevó a ver al mochuelo metido en una jaula y él también preso por el amor de aquella mujer. En ese preciso momento el sentimiento fluctuó en esos corredores invisibles donde el corazón palpita con mayor razón y cantó: “Él perdió su libertad para darnos alegría, lo que pa’ su vida es mal, bien es pa’ la novia mía”.
Los años irremediablemente pasan a lista quedando solamente los recuerdos intactos, y además cantados, donde se reseña que en enero ‘Joche’ se cogió un mochuelo en las montañas de María, y al regalarlo llegó directamente a las manos de Ana Dolores Arrieta o Mercedes Arrieta, profesora del Instituto Rodríguez, quien nunca quiso dar el paso para estar a su lado.
De esa manera surgió la famosa canción ‘Mercedes’, grabada en el año 1980 por Daniel Celedón e Ismael Rudas ‘El Doble Poder’, donde el compositor le insistió a esa, una dama de formación cristina, pura y respetuosa, que podía tener la vida asegurada. Ella le rechazó el viaje a Cartagena y por ende le cerró su corazón con el argumento de ser casado, pertenecer a su mujer y a sus hijos.
Ante esta negativa, Adolfo Pacheco no tuvo otra opción que cantarle lo siguiente a su compañera, con quien era docente en el Instituto Rodríguez de San Jacinto, Bolívar: “Ayer dijiste te quiero, hoy me pides que te olvide. Después que matas al tigre le sales huyendo al cuero”. Mercedes también fue protagonista de la canción ‘Sin compromiso’, que cerró ese capítulo de su vida.
El compositor, el poeta, el profesor, el abogado y el excelso narrador, hoy a sus 80 años cuenta que tiempo después no supo más de Mercedes, y solamente quedó la constancia de esa historia en tres canciones.
Ahora añora regresar a su amado pueblo, vive en Barranquilla, para escaparse de la soledad que quiere atraparlo todo a cambio de nada. La idea es volver a mecerse en la hamaca grande y llevar una serenata con música de acordeón.
Enseguida entró a la faceta de buen pensador, haciendo una rápida reflexión, al manifestar que el romanticismo está quedando en el olvido, especialmente entre la nueva generación. “La poesía y los detalles poco cuentan porque la rapidez en cosas del amor no lo permiten. Ahora, se llega a la meta casi enseguida y sin esforzarse mucho”.
Esa es la verdad, porque los enamorados no hacen paseos visuales por la luna besando el silencio de la noche, las flores no llegan para hacer sonreír, no se sueña despierto y los poemas no se desmayan en el corazón de la mujer amada. Es decir, el amor poco escampa en el alma.
Al regresar a la historia inicial, quién iba a pensar que 59 años después el legendario compositor volvería a contar la historia de Ana Dolores o Mercedes, la mujer que lo llamaba ‘Ado’, la misma que recibió el mochuelo con todo amor, pero que también le dijo de manera sincera que no se entregaba, ni se vendía y de su rancho salía era casada.
Al final se le preguntó al maestro Adolfo Pacheco Anillo, si Ana Dolores o Mercedes, como él la llamó para despistar, alguna vez le dijo sobre algún nombre que le había puesto al famoso mochuelo. Sin pensarlo, y después de soltar nuevamente su sonora carcajada, dijo: “Periodista, dejemos así”…
Así callado se quedó el hombre que forjó en cantos su propia historia donde supo dar el mensaje preciso hasta provocar alegrías y tristezas a su corazón, que al fin y al cabo son el verdadero sustento de la vida. Se quedó dibujando siluetas en su memoria con la finalidad de reconstruir ese ayer que lo marcó para siempre.
Por Juan Rincón Vanegas