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Columnista - 13 agosto, 2013

El ocaso del Príncipe

Por Edgar Polo Lamentable el papel del Presidente de la República. Se sale de la ropa, se baja del pedestal que su jerarquía implica y reparte mandobles a diestra y siniestra. A su doble primo-hermano Francisco, quién le ha hecho un oposición enérgica pero con altura, le diagnosticó sida en el alma sin consideración con […]

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Por Edgar Polo

Lamentable el papel del Presidente de la República. Se sale de la ropa, se baja del pedestal que su jerarquía implica y reparte mandobles a diestra y siniestra. A su doble primo-hermano Francisco, quién le ha hecho un oposición enérgica pero con altura, le diagnosticó sida en el alma sin consideración con los pacientes del síndrome; aseveración que ningún caso se aviene con su condición de primer magistrado de la nación. Al ex presidente Uribe, lo califica de mentiroso sin demostrar en qué está equivocado.  Parece que viviera en el país de maravillas percepción que debe corresponder al parecer de sus despistados corifeos.

Santos olvida que obras son amores y que un gobernante gana la opinión general con realizaciones de gobierno. Ni lo uno, ni lo otro y de remate el programa que ofreció para ganar la presidencia: Seguridad Democrática, Confianza Inversionista y Cuestión Social, una vez posesionado lo cambió por un stock de locomotoras que sin arrancar enmohecieron acusando improvisación, desgreño e impreparación. Rápidamente el país observó estupefacto el recrudecimiento de una violencia, incremento de las acciones guerrilleras a lo largo del territorio nacional, proliferación del micro tráfico, extorsión a tutiplén y unas bandas criminales que se enseñorean al extremo de proferir serias amenazas contra el Polo Democrático e importantes sectores de la izquierda política.

En su informe al Congreso para el proyecto de presupuesto del 2014 titulado “Por un país justo, moderno y seguro” se observan perlas como: ‘Nuestra economía crece por encima del promedio regional y mundial’, cuando la realidad es que la encontró con crecimiento del 6.2 y para este año escasamente superará el 3%; ‘Por la minería responsable’, sector levantado en gran parte del territorio nacional y por ‘la infraestructura en transporte’ cuando en esta materia el país ocupa el último lugar en América por su atraso que es el principal obstáculo para la competitividad. Sin infraestructura física el resultado comercial de los tratados de libre comercio será adverso, acentuando la crisis que acusa en la actualidad el sector industrial.

La tabla de salvación para su reelección es el proceso de La Habana, en el que ‘nada está acordado hasta que todo esté acordado’. Después de 12 jornadas, se enmaraña debido a la estrategia de la guerrilla de alargarlo,  situación en la que  tiene todo por ganar y nada por perder. Como si fuera poco rechazan el Marco Jurídico para la Paz, no obstante que tanto organizaciones políticas, académicas y de Derechos Humanos, del país e internacionales lo han desconceptuado por aproximarse a un marco generador de impunidad.

Con el sol en las espaldas, sin realizaciones que mostrar, su frustración debe ser total. Con dos de cada tres colombianos en contra y con un tiquete de reelección refundido en los laberintos de La Habana; estrellado con la realidad, sin propuesta, con el saldo del poder dilapidado, con la certeza que un estadista no se improvisa, que la democracia no es una partida de póker, genera una hiperestesia mayúscula que descarga contra sus contradictores como si fueran los culpables de su gestión equivocada y, peor aún creyendo que esto le da votos.

*[email protected]

Columnista
13 agosto, 2013

El ocaso del Príncipe

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Edgar Polo

Por Edgar Polo Lamentable el papel del Presidente de la República. Se sale de la ropa, se baja del pedestal que su jerarquía implica y reparte mandobles a diestra y siniestra. A su doble primo-hermano Francisco, quién le ha hecho un oposición enérgica pero con altura, le diagnosticó sida en el alma sin consideración con […]


Por Edgar Polo

Lamentable el papel del Presidente de la República. Se sale de la ropa, se baja del pedestal que su jerarquía implica y reparte mandobles a diestra y siniestra. A su doble primo-hermano Francisco, quién le ha hecho un oposición enérgica pero con altura, le diagnosticó sida en el alma sin consideración con los pacientes del síndrome; aseveración que ningún caso se aviene con su condición de primer magistrado de la nación. Al ex presidente Uribe, lo califica de mentiroso sin demostrar en qué está equivocado.  Parece que viviera en el país de maravillas percepción que debe corresponder al parecer de sus despistados corifeos.

Santos olvida que obras son amores y que un gobernante gana la opinión general con realizaciones de gobierno. Ni lo uno, ni lo otro y de remate el programa que ofreció para ganar la presidencia: Seguridad Democrática, Confianza Inversionista y Cuestión Social, una vez posesionado lo cambió por un stock de locomotoras que sin arrancar enmohecieron acusando improvisación, desgreño e impreparación. Rápidamente el país observó estupefacto el recrudecimiento de una violencia, incremento de las acciones guerrilleras a lo largo del territorio nacional, proliferación del micro tráfico, extorsión a tutiplén y unas bandas criminales que se enseñorean al extremo de proferir serias amenazas contra el Polo Democrático e importantes sectores de la izquierda política.

En su informe al Congreso para el proyecto de presupuesto del 2014 titulado “Por un país justo, moderno y seguro” se observan perlas como: ‘Nuestra economía crece por encima del promedio regional y mundial’, cuando la realidad es que la encontró con crecimiento del 6.2 y para este año escasamente superará el 3%; ‘Por la minería responsable’, sector levantado en gran parte del territorio nacional y por ‘la infraestructura en transporte’ cuando en esta materia el país ocupa el último lugar en América por su atraso que es el principal obstáculo para la competitividad. Sin infraestructura física el resultado comercial de los tratados de libre comercio será adverso, acentuando la crisis que acusa en la actualidad el sector industrial.

La tabla de salvación para su reelección es el proceso de La Habana, en el que ‘nada está acordado hasta que todo esté acordado’. Después de 12 jornadas, se enmaraña debido a la estrategia de la guerrilla de alargarlo,  situación en la que  tiene todo por ganar y nada por perder. Como si fuera poco rechazan el Marco Jurídico para la Paz, no obstante que tanto organizaciones políticas, académicas y de Derechos Humanos, del país e internacionales lo han desconceptuado por aproximarse a un marco generador de impunidad.

Con el sol en las espaldas, sin realizaciones que mostrar, su frustración debe ser total. Con dos de cada tres colombianos en contra y con un tiquete de reelección refundido en los laberintos de La Habana; estrellado con la realidad, sin propuesta, con el saldo del poder dilapidado, con la certeza que un estadista no se improvisa, que la democracia no es una partida de póker, genera una hiperestesia mayúscula que descarga contra sus contradictores como si fueran los culpables de su gestión equivocada y, peor aún creyendo que esto le da votos.

*[email protected]