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Columnista - 26 septiembre, 2023

El canibalismo de algunos wayúu…

El poder corruptor del dinero daña la naturaleza humana y hace perder hasta la propia esencia de la raza. Así está pasando en algunas comunidades indígenas de Colombia desde cuando les transfieren recursos del Sistema General de Participaciones, y el pueblo Wayúu no es la excepción.  Pero más allá de la metáfora del “canibalismo Wayúu”, […]

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El poder corruptor del dinero daña la naturaleza humana y hace perder hasta la propia esencia de la raza. Así está pasando en algunas comunidades indígenas de Colombia desde cuando les transfieren recursos del Sistema General de Participaciones, y el pueblo Wayúu no es la excepción. 

Pero más allá de la metáfora del “canibalismo Wayúu”, simbólicamente representa la depredación de algunos líderes, lideresas y autoridades sobre su propia gente en lo moral y ético, convirtiéndose en devoradores del bienestar y la prosperidad de su pueblo.

Se han corrompido por la riqueza y el lujo perdiendo de vista sus raíces, sus valores y, sobre todo, el bienestar del pueblo, sin importarles que el precio sea la degradación de su cultura para traicionar a sus hermanos de sangre.

La endodiscriminación, esa práctica interna de excluir y marginar a quienes no están de acuerdo con sus intereses personales, se ha convertido en un cáncer que socava la unidad y la solidaridad entre los Wayúu. Las mentiras invasivas se propagan como un veneno, destinadas a dañar la reputación de los que amenazan la posición de estos liderazgos corruptos.

Pero el problema va más allá de la envidia y la codicia. Algunos líderes, lideresas y autoridades tradicionales se consideran con el derecho divino a ser consultados en todo, como si fueran los únicos poseedores de la sabiduría ancestral, y se sienten amenazados cuando alguien llega a los espacios laborales sin su consentimiento porque brilla por su eficiencia y objetividad. La mediocridad parece ser su moneda de cambio, y cualquier intento de excelencia es aplastado sin piedad.

Se presentan vestidos de manera desgarradora para hacerse sentir lástima, y aprovechan la situación para enriquecerse con los recursos destinados al bienestar de sus hermanos Wayúu. Es un discurso falso de respeto e inclusión que solo sirve para encubrir su verdadera intención: llenarse los bolsillos a costa de la miseria de su propia gente.

Es doloroso observar cómo el pueblo Wayúu permite que los devoradores se salgan con la suya. Representantes legales que ni siquiera viven en el resguardo pero administran recursos que destinan a su entorno familiar, mientras los demás miembros de la comunidad languidecen en la pobreza. 

Está claro que la identidad Wayúu no se limita al dominio del wayunaiki o la ubicación geográfica, porque la sangre corre por las venas de los que han perdido la lengua o que nunca la han tenido. El derecho a la tierra no debería ser utilizado como una excusa para despojar a los familiares de lo que les pertenece por derecho. Esto es un problema que afecta a muchas comunidades indígenas que no pertenecen a un resguardo, y es injusto que se les niegue el apoyo que merecen.

Pero quizás lo más sorprendente es la existencia de algunas autoridades tradicionales que ni siquiera conviven en sus comunidades. Estos líderes acomodados se asemejan a jeques árabes con sus mansiones y carros de lujo, todo financiado con recursos que deberían destinarse al desarrollo del pueblo Wayúu. En el corazón de esta aberración está el poder del dinero.

La avaricia y el nepotismo son moneda corriente en este escenario. Algunas personas que se autodenominan líderes, lideresas y autoridades Wayúu no llegan al poder por elección legítima de su comunidad sino apoyados por fuerzas políticas.

Exigen ser consultados en asuntos que solo buscan beneficiar a sus allegados y familiares, como las contrataciones que hacen Fundaciones irregulares en DPS o ICBF, además de EPS e IPS indígenas que se convierten en empresas familiares, excluyendo a cualquiera que no pertenezca al círculo íntimo de sus liderazgos corruptos.

Es triste ver cómo algunos han olvidado su esencia y han adoptado las peores prácticas de aquellos a quienes critican. Hace algún tiempo señalaban a los Alijunas como opresores, pero ahora los emulan en su codicia y nepotismo. La corrupción se ha infiltrado en las mismas venas del pueblo Wayúu, amenazando con destruir el tejido social y su rica herencia cultural. No sobra precisar que también existen líderes, lideresas y autoridades wayuwa de valores ancestrales intactos y que casi no hablan, viven en el territorio y jamás le harían daño a otro; pero son más visibles los corruptos. Es hora de que el pueblo Wayúu se levante contra ese canibalismo. Y como dijo el filósofo de La Junta: Se las dejo ahí…

Por Luís Alonso Colmenares Rodríguez

Columnista
26 septiembre, 2023

El canibalismo de algunos wayúu…

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Luís Alonso Colmenares Rodríguez

El poder corruptor del dinero daña la naturaleza humana y hace perder hasta la propia esencia de la raza. Así está pasando en algunas comunidades indígenas de Colombia desde cuando les transfieren recursos del Sistema General de Participaciones, y el pueblo Wayúu no es la excepción.  Pero más allá de la metáfora del “canibalismo Wayúu”, […]



El poder corruptor del dinero daña la naturaleza humana y hace perder hasta la propia esencia de la raza. Así está pasando en algunas comunidades indígenas de Colombia desde cuando les transfieren recursos del Sistema General de Participaciones, y el pueblo Wayúu no es la excepción. 

Pero más allá de la metáfora del “canibalismo Wayúu”, simbólicamente representa la depredación de algunos líderes, lideresas y autoridades sobre su propia gente en lo moral y ético, convirtiéndose en devoradores del bienestar y la prosperidad de su pueblo.

Se han corrompido por la riqueza y el lujo perdiendo de vista sus raíces, sus valores y, sobre todo, el bienestar del pueblo, sin importarles que el precio sea la degradación de su cultura para traicionar a sus hermanos de sangre.

La endodiscriminación, esa práctica interna de excluir y marginar a quienes no están de acuerdo con sus intereses personales, se ha convertido en un cáncer que socava la unidad y la solidaridad entre los Wayúu. Las mentiras invasivas se propagan como un veneno, destinadas a dañar la reputación de los que amenazan la posición de estos liderazgos corruptos.

Pero el problema va más allá de la envidia y la codicia. Algunos líderes, lideresas y autoridades tradicionales se consideran con el derecho divino a ser consultados en todo, como si fueran los únicos poseedores de la sabiduría ancestral, y se sienten amenazados cuando alguien llega a los espacios laborales sin su consentimiento porque brilla por su eficiencia y objetividad. La mediocridad parece ser su moneda de cambio, y cualquier intento de excelencia es aplastado sin piedad.

Se presentan vestidos de manera desgarradora para hacerse sentir lástima, y aprovechan la situación para enriquecerse con los recursos destinados al bienestar de sus hermanos Wayúu. Es un discurso falso de respeto e inclusión que solo sirve para encubrir su verdadera intención: llenarse los bolsillos a costa de la miseria de su propia gente.

Es doloroso observar cómo el pueblo Wayúu permite que los devoradores se salgan con la suya. Representantes legales que ni siquiera viven en el resguardo pero administran recursos que destinan a su entorno familiar, mientras los demás miembros de la comunidad languidecen en la pobreza. 

Está claro que la identidad Wayúu no se limita al dominio del wayunaiki o la ubicación geográfica, porque la sangre corre por las venas de los que han perdido la lengua o que nunca la han tenido. El derecho a la tierra no debería ser utilizado como una excusa para despojar a los familiares de lo que les pertenece por derecho. Esto es un problema que afecta a muchas comunidades indígenas que no pertenecen a un resguardo, y es injusto que se les niegue el apoyo que merecen.

Pero quizás lo más sorprendente es la existencia de algunas autoridades tradicionales que ni siquiera conviven en sus comunidades. Estos líderes acomodados se asemejan a jeques árabes con sus mansiones y carros de lujo, todo financiado con recursos que deberían destinarse al desarrollo del pueblo Wayúu. En el corazón de esta aberración está el poder del dinero.

La avaricia y el nepotismo son moneda corriente en este escenario. Algunas personas que se autodenominan líderes, lideresas y autoridades Wayúu no llegan al poder por elección legítima de su comunidad sino apoyados por fuerzas políticas.

Exigen ser consultados en asuntos que solo buscan beneficiar a sus allegados y familiares, como las contrataciones que hacen Fundaciones irregulares en DPS o ICBF, además de EPS e IPS indígenas que se convierten en empresas familiares, excluyendo a cualquiera que no pertenezca al círculo íntimo de sus liderazgos corruptos.

Es triste ver cómo algunos han olvidado su esencia y han adoptado las peores prácticas de aquellos a quienes critican. Hace algún tiempo señalaban a los Alijunas como opresores, pero ahora los emulan en su codicia y nepotismo. La corrupción se ha infiltrado en las mismas venas del pueblo Wayúu, amenazando con destruir el tejido social y su rica herencia cultural. No sobra precisar que también existen líderes, lideresas y autoridades wayuwa de valores ancestrales intactos y que casi no hablan, viven en el territorio y jamás le harían daño a otro; pero son más visibles los corruptos. Es hora de que el pueblo Wayúu se levante contra ese canibalismo. Y como dijo el filósofo de La Junta: Se las dejo ahí…

Por Luís Alonso Colmenares Rodríguez