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Columnista - 22 abril, 2013

El avión de la Fiscalía

La celebración de la fiesta de la Leyenda del Rosario y el Festival Vallenato es quizás el evento folclórico religioso que más gente moviliza en el país.

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Por:  Rodolfo Quintero Romero

La celebración de la fiesta de la Leyenda del Rosario y el Festival Vallenato es quizás el evento folclórico religioso que más gente moviliza en el país. Numerosos fanáticos vienen a acompañar a sus respectivos ídolos con la ilusión de verlos regresar coronados como reyes. Miles llegan de toda la región Caribe a reunirse con amigos y familiares a disfrutar los sabores del acordeón.Arriban también extranjeros atraídos por la magia del vallenato en vivo y a comprobar la fama de buenos anfitriones que se han ganado los valduparenses a través del tiempo. Romerías de parranderos procedentes del interior del país acuden a cumplir un ritual de fidelidad con este folclor orgullosos de haber asistido sin interrupción a los últimos 20 festivales, por decir algo.

Sorprende, en el sofoco de los calores de abril, ver a gerentes generales y ejecutivos de multinacionales apropiarse sin pudor del honor de brindar las parrandas más exquisitas, sentar cátedra sobre los vericuetos más intrincados de la música vallenata, cantar sus clásicos, contratar a los mejores conjuntos y brindar ríos de güisqui y finas viandas.

En cambio, a nadie extraña encontrar en este tsunami turístico a un presidente de la república vallenatólogo, expresidentes en armas o desmovilizados, ministros y burócratas de todo pelaje disfrutando libremente el alegre festejo. Ya ni siquiera molesta ver al cachaco, recién elegido jurado, preguntándole al vecino por quién votar mientras intenta descifrar si está en el festival del Mono Núñez o en el de San Pelayo.

Todos son bienvenidos a gozar del fundingue popular en un tolerante ambiente tropical. Todos, menos esa cínica comparsa-que nunca deja de asistir al Festival- conformada por reconocidos y simpáticos corruptos, miembros de cuanto carrusel de la contratación se conforma en el país para robarse el tesoro público, que vienen con el único propósito de retratarse y exhibirse al lado de personas honorables que les den prestigio e imagen. Así, mientras ellos se van limpiando los otros se van untando. ¡Ay hombe, güepa je!

A estos rufianes de cuello blanco y manos sucias que aspiran mantener sus curules y blindar sus contratos, me permito informarles que hay un rumor cada vez más fuerte recorriendo calles, esquinas y tertulias de la ciudad, que anuncia la llegada nocturna en pleno Festival de un avión de la Fiscalía General de la Nación, con un grupo del CTI, lista en mano, que no viene propiamente a parrandear.

Ojo, les estoy advirtiendo a tiempo. No digan después que nadie les avisó. De pronto los obligan a concursar en la canción inédita. ¡Pilas, piérdanse!

 

Columnista
22 abril, 2013

El avión de la Fiscalía

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Rodolfo Quintero Romero

La celebración de la fiesta de la Leyenda del Rosario y el Festival Vallenato es quizás el evento folclórico religioso que más gente moviliza en el país.


Por:  Rodolfo Quintero Romero

La celebración de la fiesta de la Leyenda del Rosario y el Festival Vallenato es quizás el evento folclórico religioso que más gente moviliza en el país. Numerosos fanáticos vienen a acompañar a sus respectivos ídolos con la ilusión de verlos regresar coronados como reyes. Miles llegan de toda la región Caribe a reunirse con amigos y familiares a disfrutar los sabores del acordeón.Arriban también extranjeros atraídos por la magia del vallenato en vivo y a comprobar la fama de buenos anfitriones que se han ganado los valduparenses a través del tiempo. Romerías de parranderos procedentes del interior del país acuden a cumplir un ritual de fidelidad con este folclor orgullosos de haber asistido sin interrupción a los últimos 20 festivales, por decir algo.

Sorprende, en el sofoco de los calores de abril, ver a gerentes generales y ejecutivos de multinacionales apropiarse sin pudor del honor de brindar las parrandas más exquisitas, sentar cátedra sobre los vericuetos más intrincados de la música vallenata, cantar sus clásicos, contratar a los mejores conjuntos y brindar ríos de güisqui y finas viandas.

En cambio, a nadie extraña encontrar en este tsunami turístico a un presidente de la república vallenatólogo, expresidentes en armas o desmovilizados, ministros y burócratas de todo pelaje disfrutando libremente el alegre festejo. Ya ni siquiera molesta ver al cachaco, recién elegido jurado, preguntándole al vecino por quién votar mientras intenta descifrar si está en el festival del Mono Núñez o en el de San Pelayo.

Todos son bienvenidos a gozar del fundingue popular en un tolerante ambiente tropical. Todos, menos esa cínica comparsa-que nunca deja de asistir al Festival- conformada por reconocidos y simpáticos corruptos, miembros de cuanto carrusel de la contratación se conforma en el país para robarse el tesoro público, que vienen con el único propósito de retratarse y exhibirse al lado de personas honorables que les den prestigio e imagen. Así, mientras ellos se van limpiando los otros se van untando. ¡Ay hombe, güepa je!

A estos rufianes de cuello blanco y manos sucias que aspiran mantener sus curules y blindar sus contratos, me permito informarles que hay un rumor cada vez más fuerte recorriendo calles, esquinas y tertulias de la ciudad, que anuncia la llegada nocturna en pleno Festival de un avión de la Fiscalía General de la Nación, con un grupo del CTI, lista en mano, que no viene propiamente a parrandear.

Ojo, les estoy advirtiendo a tiempo. No digan después que nadie les avisó. De pronto los obligan a concursar en la canción inédita. ¡Pilas, piérdanse!