Sigue su corazón latiendo por la fuerza del amor y su mente inquieta por las ansias de verdad. Aparecen nuevas alternativas en su búsqueda por el equilibrio de la Ecología Ambiental, que interrumpen su concentración como lo hiciera el niño de 7 años a su padre científico en el laboratorio. Quien queriendo desentenderse del infante […]
Sigue su corazón latiendo por la fuerza del amor y su mente inquieta por las ansias de verdad. Aparecen nuevas alternativas en su búsqueda por el equilibrio de la Ecología Ambiental, que interrumpen su concentración como lo hiciera el niño de 7 años a su padre científico en el laboratorio. Quien queriendo desentenderse del infante le pone trabajo complicado, el cual resultó sencillo para el niño.
También resultaría un poco más sencillo, encontrar una respuesta más profunda y verdadera a dicha búsqueda, si nos preguntáramos sobre si el desequilibrio que constatamos actualmente en la Ecología Ambiental, ¿no es a la vez fruto en gran parte, de un desequilibrio más profundo, pero menos notorio, es decir, el desequilibrio en la Ecología Humana? ¿No existe hoy una injusta desorientación en el verdadero valor de la vida, ya que se defienden con ahínco la vida vegetal y animal, mientras se patrocinan tantos atentados contra la vida humana, incluso la vida indefensa que crece en el vientre de una madre?
Está bien que se diga: ¡Cuidado con cortar ese árbol!, ¡Ni se le ocurra patear ese animal! Sin embargo, con más razón tendría que gritarse por todos los rincones del planeta: ¡No cortes la vida que llevas en tu seno! ¡No golpees así a ese hombre!, ¡No acabes con la vida de ese anciano!… En una palabra: ¡Ama en la Verdad todas las dimensiones de la Vida! ¡Defiende, Respeta y Promuévela! Somos llamados permanentemente a asumir esta ingente tarea humana y divina tanto desde lo más íntimo de la conciencia personal de cada uno como desde la exuberante belleza de la creación o de su gradual deterioro. Esta tarea no es masificada, cada uno de nosotros es una persona inteligente, responsable y libre para acoger o rechazar este encargo.
Pero la verdad es que si no apreciamos el valor de cada persona, jamás llevaremos a cabo el cuidado de la creación.
En esta misma línea va la enseñanza del Papa Francisco en Laudato Si: “No habrá una nueva relación con la naturaleza sin un nuevo ser humano. No hay ecología sin una adecuada antropología… No puede exigirse al ser humano un compromiso con respecto al mundo si no se reconocen y valoran al mismo tiempo sus capacidades peculiares de conocimiento, voluntad, libertad y responsabilidad.” (n. 118). En síntesis, la pregunta decisiva, portadora en sí misma de respuesta para el verdadero Desarrollo Integral, que todos buscan, particularmente los jóvenes, es esta: ¿No es preciso Arreglar primero el Hombre si se quiere Arreglar el Mundo? Esta es nuestra más íntima convicción, la misma del Papa Pablo VI y a la cual nunca renunció el Papa San Juan Pablo II, ratificada por el Papa Benedicto XVI y últimamente señalada por el Papa Francisco en la Encíclica Laudato Si.
Procuremos, pues día a día hacer de este mundo un Paraíso Terrenal, porque el Padre Dios envió al mundo a su Hijo y derramó el Espíritu Santo para hacer de todas las naciones un solo pueblo nuevo,
que tiene como meta, su reino; como estado, la libertad de sus hijos; como Ley, el precepto del Amor. Sí, del Amor a Dios, a la Creación y al prójimo, el ser humano, cima y culmen de la maravillosa obra de Dios. (Cf. PREFACIO EUCARÍSTICO COMÚN VII).
Sigue su corazón latiendo por la fuerza del amor y su mente inquieta por las ansias de verdad. Aparecen nuevas alternativas en su búsqueda por el equilibrio de la Ecología Ambiental, que interrumpen su concentración como lo hiciera el niño de 7 años a su padre científico en el laboratorio. Quien queriendo desentenderse del infante […]
Sigue su corazón latiendo por la fuerza del amor y su mente inquieta por las ansias de verdad. Aparecen nuevas alternativas en su búsqueda por el equilibrio de la Ecología Ambiental, que interrumpen su concentración como lo hiciera el niño de 7 años a su padre científico en el laboratorio. Quien queriendo desentenderse del infante le pone trabajo complicado, el cual resultó sencillo para el niño.
También resultaría un poco más sencillo, encontrar una respuesta más profunda y verdadera a dicha búsqueda, si nos preguntáramos sobre si el desequilibrio que constatamos actualmente en la Ecología Ambiental, ¿no es a la vez fruto en gran parte, de un desequilibrio más profundo, pero menos notorio, es decir, el desequilibrio en la Ecología Humana? ¿No existe hoy una injusta desorientación en el verdadero valor de la vida, ya que se defienden con ahínco la vida vegetal y animal, mientras se patrocinan tantos atentados contra la vida humana, incluso la vida indefensa que crece en el vientre de una madre?
Está bien que se diga: ¡Cuidado con cortar ese árbol!, ¡Ni se le ocurra patear ese animal! Sin embargo, con más razón tendría que gritarse por todos los rincones del planeta: ¡No cortes la vida que llevas en tu seno! ¡No golpees así a ese hombre!, ¡No acabes con la vida de ese anciano!… En una palabra: ¡Ama en la Verdad todas las dimensiones de la Vida! ¡Defiende, Respeta y Promuévela! Somos llamados permanentemente a asumir esta ingente tarea humana y divina tanto desde lo más íntimo de la conciencia personal de cada uno como desde la exuberante belleza de la creación o de su gradual deterioro. Esta tarea no es masificada, cada uno de nosotros es una persona inteligente, responsable y libre para acoger o rechazar este encargo.
Pero la verdad es que si no apreciamos el valor de cada persona, jamás llevaremos a cabo el cuidado de la creación.
En esta misma línea va la enseñanza del Papa Francisco en Laudato Si: “No habrá una nueva relación con la naturaleza sin un nuevo ser humano. No hay ecología sin una adecuada antropología… No puede exigirse al ser humano un compromiso con respecto al mundo si no se reconocen y valoran al mismo tiempo sus capacidades peculiares de conocimiento, voluntad, libertad y responsabilidad.” (n. 118). En síntesis, la pregunta decisiva, portadora en sí misma de respuesta para el verdadero Desarrollo Integral, que todos buscan, particularmente los jóvenes, es esta: ¿No es preciso Arreglar primero el Hombre si se quiere Arreglar el Mundo? Esta es nuestra más íntima convicción, la misma del Papa Pablo VI y a la cual nunca renunció el Papa San Juan Pablo II, ratificada por el Papa Benedicto XVI y últimamente señalada por el Papa Francisco en la Encíclica Laudato Si.
Procuremos, pues día a día hacer de este mundo un Paraíso Terrenal, porque el Padre Dios envió al mundo a su Hijo y derramó el Espíritu Santo para hacer de todas las naciones un solo pueblo nuevo,
que tiene como meta, su reino; como estado, la libertad de sus hijos; como Ley, el precepto del Amor. Sí, del Amor a Dios, a la Creación y al prójimo, el ser humano, cima y culmen de la maravillosa obra de Dios. (Cf. PREFACIO EUCARÍSTICO COMÚN VII).