Con una larga carrera diplomática, Jaime Andrés Gnecco llegó a Nueva York en el 2017 cumpliendo el sueño de vivir la ciudad de las libertades. Ahora, encerrado en su casa, narra cómo se vive el aislamiento obligatorio en el estado epicentro de la pandemia.
Jaime Andrés Gnecco Daza,hijo del periodista Armando Gnecco Hernández y Meredith Daza, es bachiller del Colegio Bilingüe de Valledupar, profesional en Gobierno y Relaciones Internacionales de la Universidad Externado de Colombia; especialista en Políticas y Asuntos Internacionales de la misma Universidad; funcionario de la Carrera Diplomática y Consular del Ministerio de Relaciones Exteriores en la categoría de Consejero con 16 años de labores en el servicio diplomático.
Lee también: Abogada vallenata en España relata cómo vive la pandemia
Ha sido vicecónsul en el Consulado General de Colombia en París, Francia, y consejero encargado de funciones consulares en la Embajada de Colombia en Beirut, Líbano.
Tres (3) años cumplí el pasado mes de febrero.
Vine a Nueva York por primera vez en una Semana Santa de 2006 con mis papás y supe desde ese momento, e incluso antes, por el cine, la televisión, relatos e historias, que me gustaría vivir en esta ciudad. Me gusta su propia historia, como se forjó a lo largo de los años, su arquitectura, su diversidad, su multiculturalidad, el hecho de ser la ciudad de la libertad y de los sueños de cientos de miles de inmigrantes de todas las nacionalidades. Volví varias veces después como turista y regresé a vivir en febrero de 2017, cumpliendo así un sueño de juventud de poder representar los intereses de mi país ante las Naciones Unidas.
Por las noticias diarias y mi trabajo tenía acceso a información sobre el avance de los casos en países como China, Italia, España e Irán y la posterior declaratoria de la pandemia. Sin embargo, en los meses de febrero e inicios de marzo, lo veía como algo muy lejano que no nos afectaría, no imaginé en ese momento la verdadera dimensión, impacto ni consecuencias de esta compleja situación.
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Todo el mundo hablaba en la calle, pero sin un conocimiento real y a fondo de lo que estaba sucediendo. Se especulaba mucho y aún hoy en día. Hay demasiada sobre información, noticias falsas, medias verdades, miles de memes y videos en redes sociales, incertidumbre y miedo.
Desde el 12 de marzo estoy en mi casa. Salgo una o dos veces a la semana al supermercado con las medidas de protección (mascarilla, guantes, distancia social). He estado tranquilo gracias a Dios. Con ánimo, fe, paciente, tratando de ser optimista y viendo aspectos positivos de la situación. Agradecido con la vida por tener un trabajo, porque mis seres queridos, familiares y amigos cercanos están bien y con salud. La incertidumbre y expectativa frente al desenlace de la pandemia genera ansiedad pero logro estar tranquilo y optimista.
Sí, afortunadamente. Desde el inicio de la cuarentena me ha sido posible seguir trabajando desde la casa. Las numerosas reuniones presenciales que tenía semanalmente han sido canceladas y postergadas. Desde mediados de marzo, a través de las múltiples herramientas y plataformas para reuniones virtuales (Zoom, Google Meet, Microsoft Teams, Webex Meet), he mantenido reuniones semanales con el equipo de trabajo de mi oficina, un permanente intercambio de correos, revisión de documentos e informes y he atendido numerosas conferencias, charlas y cada vez más eventos programados en esta modalidad.
En EEUU, pese a contar con cuantiosos recursos de toda índole a diferencia de Colombia y otros países de nuestra región, no hubo al inicio suficiente coordinación en los esfuerzos y medidas entre lo estatal y federal, así como la información y sentido real de las dimensiones de la situación que afrontaban. Se subestimó y no se calculó quizás suficientemente el impacto de la pandemia. Adicionalmente, creo que el espíritu libre y el ser amantes de las actividades en espacios abiertos ha sido una dificultad enorme para los habitantes de Nueva York.
La situación ha mejorado levemente, los casos de hospitalizados, contagiados y fallecidos han disminuido, pero la ciudad se encuentra muy infectada por los miles de casos y un posible rebrote si a corto plazo se relajan las medidas y restricciones. El 15 de mayo expiraría la orden del gobernador Andrew Cuomo, denominada “Estado en Pausa” (Trabajadores no esenciales deben permanecer en sus casas, uso de mascarilla obligatoria y distancia física mínima de 2 metros en sitios públicos), pero la recuperación económica, laboral, social, así como recobrar el ritmo y estado de ánimo de los habitantes de la ciudad podría tomar mucho tiempo. Sin embargo, NY es una ciudad que ha demostrado su resiliencia en el pasado y ha salido adelante fortalecida (ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001).
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Profundamente. Nueva York es una ciudad abierta, su gente vive y disfruta su cotidianidad en espacios multitudinarios, masivos, a un ritmo dinámico y frenético. Los habitantes de Nueva York disfrutan su ciudad, sus parques, museos, restaurantes, bares, cafés, teatros, salas de cine y espectáculos, estadios y centros deportivos. Sin embargo, el altísimo nivel de casos e infección y el consiguiente miedo a un posible contagio, podrá afectar las relaciones interpersonales en el corto y mediano plazo, lo cual cambiaría esa forma de interactuar socialmente.
Que puedan aprender de las lecciones y experiencias de otros países y ciudades que llevan más semanas afrontando la pandemia. Que sigan en la medida que les sea posible y con las limitaciones de tipo económico, laboral y social que existen, las recomendaciones de las autoridades competentes. Procurar al máximo informarse por los canales oficiales e institucionales, para no caer en las noticias falsas y la desinformación. Y sobre todo, mucho sentido común, solidaridad y una palabra que escuchamos cada día más: tener empatía, ponernos en los “zapatos” del otro.
Una anécdota que me gustaría compartir está relacionada con la solidaridad y la empatía que se ha experimentado en Nueva York en estas duras semanas frente a todo el personal de la salud, primera línea de batalla contra la covid-19.
Con mucha frecuencia estos últimos días a las 7:00 p.m., la gente sale o se asoma a aplaudir desde sus casas, balcones, ventanas y en la calle al personal médico. Hace poco salí justo al supermercado cercano coincidiendo esa hora y empezaron todos a aplaudir con gran entusiasmo, las personas que iban en sus carros comenzaron a sonar el claxon (pito) y a unas cuantas personas que transitaban con uniforme médico les aplaudían con mayor fuerza. Sentí una emoción profunda, se me puso la piel de gallina, algo muy especial y emotivo.
Esto contrasta enormemente con las noticias negativas que se han visto en nuestro país recientemente donde se evidencia rechazo, agresiones verbales y físicas a personal médico que está dándolo todo en esta lucha.
Por: Redacción EL PILÓN.
Con una larga carrera diplomática, Jaime Andrés Gnecco llegó a Nueva York en el 2017 cumpliendo el sueño de vivir la ciudad de las libertades. Ahora, encerrado en su casa, narra cómo se vive el aislamiento obligatorio en el estado epicentro de la pandemia.
Jaime Andrés Gnecco Daza,hijo del periodista Armando Gnecco Hernández y Meredith Daza, es bachiller del Colegio Bilingüe de Valledupar, profesional en Gobierno y Relaciones Internacionales de la Universidad Externado de Colombia; especialista en Políticas y Asuntos Internacionales de la misma Universidad; funcionario de la Carrera Diplomática y Consular del Ministerio de Relaciones Exteriores en la categoría de Consejero con 16 años de labores en el servicio diplomático.
Lee también: Abogada vallenata en España relata cómo vive la pandemia
Ha sido vicecónsul en el Consulado General de Colombia en París, Francia, y consejero encargado de funciones consulares en la Embajada de Colombia en Beirut, Líbano.
Tres (3) años cumplí el pasado mes de febrero.
Vine a Nueva York por primera vez en una Semana Santa de 2006 con mis papás y supe desde ese momento, e incluso antes, por el cine, la televisión, relatos e historias, que me gustaría vivir en esta ciudad. Me gusta su propia historia, como se forjó a lo largo de los años, su arquitectura, su diversidad, su multiculturalidad, el hecho de ser la ciudad de la libertad y de los sueños de cientos de miles de inmigrantes de todas las nacionalidades. Volví varias veces después como turista y regresé a vivir en febrero de 2017, cumpliendo así un sueño de juventud de poder representar los intereses de mi país ante las Naciones Unidas.
Por las noticias diarias y mi trabajo tenía acceso a información sobre el avance de los casos en países como China, Italia, España e Irán y la posterior declaratoria de la pandemia. Sin embargo, en los meses de febrero e inicios de marzo, lo veía como algo muy lejano que no nos afectaría, no imaginé en ese momento la verdadera dimensión, impacto ni consecuencias de esta compleja situación.
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Todo el mundo hablaba en la calle, pero sin un conocimiento real y a fondo de lo que estaba sucediendo. Se especulaba mucho y aún hoy en día. Hay demasiada sobre información, noticias falsas, medias verdades, miles de memes y videos en redes sociales, incertidumbre y miedo.
Desde el 12 de marzo estoy en mi casa. Salgo una o dos veces a la semana al supermercado con las medidas de protección (mascarilla, guantes, distancia social). He estado tranquilo gracias a Dios. Con ánimo, fe, paciente, tratando de ser optimista y viendo aspectos positivos de la situación. Agradecido con la vida por tener un trabajo, porque mis seres queridos, familiares y amigos cercanos están bien y con salud. La incertidumbre y expectativa frente al desenlace de la pandemia genera ansiedad pero logro estar tranquilo y optimista.
Sí, afortunadamente. Desde el inicio de la cuarentena me ha sido posible seguir trabajando desde la casa. Las numerosas reuniones presenciales que tenía semanalmente han sido canceladas y postergadas. Desde mediados de marzo, a través de las múltiples herramientas y plataformas para reuniones virtuales (Zoom, Google Meet, Microsoft Teams, Webex Meet), he mantenido reuniones semanales con el equipo de trabajo de mi oficina, un permanente intercambio de correos, revisión de documentos e informes y he atendido numerosas conferencias, charlas y cada vez más eventos programados en esta modalidad.
En EEUU, pese a contar con cuantiosos recursos de toda índole a diferencia de Colombia y otros países de nuestra región, no hubo al inicio suficiente coordinación en los esfuerzos y medidas entre lo estatal y federal, así como la información y sentido real de las dimensiones de la situación que afrontaban. Se subestimó y no se calculó quizás suficientemente el impacto de la pandemia. Adicionalmente, creo que el espíritu libre y el ser amantes de las actividades en espacios abiertos ha sido una dificultad enorme para los habitantes de Nueva York.
La situación ha mejorado levemente, los casos de hospitalizados, contagiados y fallecidos han disminuido, pero la ciudad se encuentra muy infectada por los miles de casos y un posible rebrote si a corto plazo se relajan las medidas y restricciones. El 15 de mayo expiraría la orden del gobernador Andrew Cuomo, denominada “Estado en Pausa” (Trabajadores no esenciales deben permanecer en sus casas, uso de mascarilla obligatoria y distancia física mínima de 2 metros en sitios públicos), pero la recuperación económica, laboral, social, así como recobrar el ritmo y estado de ánimo de los habitantes de la ciudad podría tomar mucho tiempo. Sin embargo, NY es una ciudad que ha demostrado su resiliencia en el pasado y ha salido adelante fortalecida (ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001).
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Profundamente. Nueva York es una ciudad abierta, su gente vive y disfruta su cotidianidad en espacios multitudinarios, masivos, a un ritmo dinámico y frenético. Los habitantes de Nueva York disfrutan su ciudad, sus parques, museos, restaurantes, bares, cafés, teatros, salas de cine y espectáculos, estadios y centros deportivos. Sin embargo, el altísimo nivel de casos e infección y el consiguiente miedo a un posible contagio, podrá afectar las relaciones interpersonales en el corto y mediano plazo, lo cual cambiaría esa forma de interactuar socialmente.
Que puedan aprender de las lecciones y experiencias de otros países y ciudades que llevan más semanas afrontando la pandemia. Que sigan en la medida que les sea posible y con las limitaciones de tipo económico, laboral y social que existen, las recomendaciones de las autoridades competentes. Procurar al máximo informarse por los canales oficiales e institucionales, para no caer en las noticias falsas y la desinformación. Y sobre todo, mucho sentido común, solidaridad y una palabra que escuchamos cada día más: tener empatía, ponernos en los “zapatos” del otro.
Una anécdota que me gustaría compartir está relacionada con la solidaridad y la empatía que se ha experimentado en Nueva York en estas duras semanas frente a todo el personal de la salud, primera línea de batalla contra la covid-19.
Con mucha frecuencia estos últimos días a las 7:00 p.m., la gente sale o se asoma a aplaudir desde sus casas, balcones, ventanas y en la calle al personal médico. Hace poco salí justo al supermercado cercano coincidiendo esa hora y empezaron todos a aplaudir con gran entusiasmo, las personas que iban en sus carros comenzaron a sonar el claxon (pito) y a unas cuantas personas que transitaban con uniforme médico les aplaudían con mayor fuerza. Sentí una emoción profunda, se me puso la piel de gallina, algo muy especial y emotivo.
Esto contrasta enormemente con las noticias negativas que se han visto en nuestro país recientemente donde se evidencia rechazo, agresiones verbales y físicas a personal médico que está dándolo todo en esta lucha.
Por: Redacción EL PILÓN.