ENTREVISTA

“Viajé, pero Carlos Lehder no me pudo cumplir la cita en la Feria del Libro de Valledupar”: Scott Anthony

El gringo Scott Anthony viajó dos días desde México y EE. UU. para encontrarse en Valledupar con Carlos Lehder, exmiembro del Cartel de Medellín. Lehder lo ha inspirado para escribir libros sobre su dura vida, que ha dejado atrás. El atentado contra el senador Miguel Uribe, un día antes de la conferencia de Ledher en FELVA 2025, les habría impedido encontrarse personalmente.

“Viajé, pero Carlos Lehder no me pudo cumplir la cita en la Feria del Libro de Valledupar”: Scott Anthony

“Viajé, pero Carlos Lehder no me pudo cumplir la cita en la Feria del Libro de Valledupar”: Scott Anthony

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Ayer, cuando yo estaba ahí en la conferencia, estaba el señor Carlos en la pantalla. Quería que la muchacha me diera el micrófono. La gente estaba preguntando muchas cosas, y algunas cosas buenas, y yo quería mencionar que Carlos, cuando andaba en esos pasos, igual que uno, éramos jóvenes, la adrenalina… No sabes lo que estás haciendo. Estás cometiendo errores, pero más daño estás haciendo a uno mismo, a la familia. En ese entonces la cocaína no tenía el estigma que tiene hoy en día. Los artistas del cine la utilizaban, los empresarios, la gente de dinero. Yo no sabía que era malo hasta unos años después, cuando empecé a ver gente con adicciones. Tenía un estatus. Y yo creo que los 33 años que Carlos hizo en la cárcel… es bastante. La gente no sabe qué tan difícil es ahí. Pagó por todos sus delitos que él hubiera podido cometer. Yo conozco gente… todos conocemos casos de homicidio, violación, crímenes muy agresivos y feos, con cinco o seis años en la cárcel. Él ya es una persona muy diferente a lo que era, y la gente debe entender eso”, inició Scott Anthony su conversación con EL PILÓN. 

Scott Anthony había pensado alguna vez venir a Colombia, y esta vez era una ocasión especial. Desde niño travieso había tenido la tentación de los libros, pero que llegara a escribir su historia era una serpiente dormida en sus sueños. Pero cuando leyó el libro de Carlos Lehder, nadie le pudo impedir su determinación. Tomó avión en Guadalajara, donde ha vivido la mitad de su vida, sin dejar de ser un americano del norte, y se dijo: “¿Dónde quedará Valledupar?”. Logró un contacto con Carlos Lehder y le quedó claro su mensaje: “Allá nos vemos”.

Scott, nacido y criado en Chicago, es entrenador de boxeo y artes marciales. Llegó huyendo a México hace 30 años –“no tenían rumbo las velas, y los malos pasos tampoco, y me llevaron”, dice– y se estableció en la poblada ciudad de Guadalajara, capital de Jalisco y cuna del tequila y el mariachi. Allí montó, en su primera época, el primer gimnasio especializado en boxeo. Conoció, entrenó y patrocinó a grandes glorias mexicanas como Marco Antonio Barrera, que ganó tres campeonatos mundiales en distintas categorías de peso, así como a Mario ‘el Azabache’ Martínez y a ‘El Divino’ Espinosa. Su fuerte: el énfasis en la disciplina y la voluntad. Conoció y estuvo cerca de Julio César Chávez y de Don King, el famoso empresario neoyorquino de los guantes.

A los 61 años, un hombre de blanca tez y el cuerpo fornido y delgado —con apariencia de una persona de menor edad— habló serenamente con EL PILÓN en la mañana del lunes 9 de junio, mientras al mediodía tomaba el avión de escala a Bogotá, de regreso a Norteamérica. 

El director de EL PILÓN, Juan Carlos Quintero, entrevistó a Scott Anthony tras su paso por la Feria del Libro de Valledupar.

¿Lamentas no haber podido hablarle al público de Valledupar en el evento de la Feria del Libro?

Yo quería ser la última persona, como gringo, ya que ahí eran solo colombianos hablando. Quería dar mi punto de vista y perspectiva como extranjero sobre la justicia y los hechos, pero no se dio la oportunidad.

¿Cómo te has sentido en Valledupar?

Estoy bien, bien. Me recibieron bien, menos el calor. Mucho calor.

¿Tienes un profundo amor por los libros y por eso viniste hasta Valledupar?

Vine por la Feria del Libro. Vine desde México, pasé por Estados Unidos hasta Bogotá y ahora aquí, en Valledupar.

¿Y qué pensabas encontrar y qué te sorprendió?

Pues yo ya tenía una cita hecha con el señor Carlos Lehder, y la sorpresa fue que tuve que hablar con él por teléfono, porque cancelaron su presencia por los problemas políticos que hay ahorita en el país.

Claro, el día anterior a su charla, el 7 de junio, fue el atentado contra el precandidato presidencial Miguel Uribe. ¿Qué impresión has tenido de Colombia?   

Es muy parecida a México.

¿Y Valledupar?

Este es un sitio pequeño. Yo soy de Chicago, una ciudad muy grande, y aquí es un poquito más grande que un pueblo, ya.

¿Y la gente? ¿Cómo te ha parecido? ¿Alegre, agradable? ¿Habías oído algo de su música?

Ah, escuché que es la cuna de la música colombiana. Eso me comentaron porque vi muchas camionetas de lujo y le pregunté a un chofer de Uber: “¿Hay mucho narcotraficante aquí?” Y me dijo: “No, son los músicos”.

Interpretan la música vallenata, el acordeón, el acordeón vallenato. Y México también es musical, ¿cierto?

México es muy musical también. Yo no soy tan musical. Me acuerdo de la música de mi época, de los años 70. Esa es la que me gusta. Todos quedamos, en cierta forma, aferrados a la música de nuestra época.

¿Por qué el amor por los libros? ¿Hay algún antecedente en tu familia que te haya motivado?

Mi mamá leía mucho. Yo creo que una persona, empezando con los jóvenes, viajando y leyendo se va abriendo tu mundo. Yo leo mucho y siempre tengo un libro nuevo que estoy leyendo… y estoy escribiendo algunos libros.

Scott Anthony observa una escultura en madera dedicada a Omar Geles en El Novalito, durante su recorrido por la ciudad. Foto EL PILÓN.

¿Sobre qué son esos libros?

Sobre la otra vida que yo vivía hace años. Yo estaba en los mismos pasos que el señor Carlos Lehder, en la misma época incluso. A él y a mí nos agarraron en el mismo tiempo, en enero de 1987. Antes no me animaba a escribir ni a hablar de mi pasado porque la verdad, en cierto momento, da pena. Le debemos algo a la sociedad por portarnos mal.

Entonces, el primer libro que me animé a escribir era después de estar en el narcotráfico y delinquir, me mandó  el gobierno en Estados Unidos un tiempo de vacaciones forzadas  y cuando salí de vacaciones, estaba sin dinero y una  tentación tremenda por volver a meterme en ese ambiente,  porque conocía bastante gente. Todos mis amigos todavía estaban en este negocio y, entre comillas, me debían y resistí. 

Evité mucho esa conducta, no conviví mucho con los amigos. Empecé a trabajar en el boxeo. Manejaba boxeadores profesionales, los entrenaba,  los manejaba, supervisaba todo  de sus carreras. Llegué alto a la cima del boxeo y me aburrí ahí en el boxeo. Es un negocio probablemente más sucio que delinquir. 

Entonces…

En un viaje a Cuba me vendieron unas cajas de puros (tabacos) hasta la persona me acuerdo llamado Miguelito, me vendió los puros y los compré por lástima. Me sentí un poco mal porque los vi tan pobres. Compré dos cajas, los iba a tirar a la basura, pero mi compadre Toño me dijo: “¿Cómo lo vas a tirar? Pagaste dijo”, llévalos  “pero ¿qué voy a hacer con ellos? No fumo”.

Los llevé, los tiré a mi oficina y un día le regalé una caja a un amigo en Chicago y de pronto me pidió más. Le dije ‘Tan rápido’ los vendí, me dio $25 por puro y chin chin chin. Yo dije ay, $700 es parecido. Es una ganancia tremenda. Una caja que te cuesta poco poder venderla en 750 llegué a vender a muchísima gente, todo mi clientela eran millonarios, vendía al basquetbolista Michael Jordan, le surtía sus puros a muchos deportistas, mucho empresario y de ahí agarré la oportunidad de ahorrar cada centavo que ganaba e hice el negocio que me ha dado vida desde ese entonces.

Estás interesado en escribir sobre esa época, que era una época  muy dura, ¿cierto?

No es fácil. Ayer escuché a Carlos Lehder dando consejo a los jóvenes y al gobierno de que primero en Latinoamérica lo que más falta son escuelas,  y educación es prevenir. Porque una vez que una persona ya está metido en el mundo oscuro, es un poco más difícil salir, pero estamos hablando de  esta vida. Mucha gente dice que es fácil,  no te metas. No es fácil. Es una vida muy difícil y fea.

¿Y te tocó estar en la cárcel? 

Me tocó vacaciones forzadas, es lo que le llamo. O a veces le digo: me mandaron a la universidad del gobierno de Estados Unidos,  estuve en muchas cárceles federales de Estados Unidos y estatales, pero no tanto como al señor Lehder.  A él le cargaron la mano,  yo no soy político y él tenía unos problemas mayores por su perfil, pero fue un exceso.  Una persona aprende todo lo que tiene que aprender ahí en un par de años. Es una tortura,  el señor Carlos debió sufrir bastante estando en un edificio de concreto, tres pisos bajo tierra con muy poca comunicación. No hay visitas donde puedes ver a tu familia. Está hasta controlado cuáles libros puedes leer y la comida es horrible.

En la exposición que hizo Ledher en la feria del libro de Valledupar, qué te sorprendió de su exposición, de su forma de hablar, de su forma de responder. ¿Lo viste sereno, preocupado? 

Es una persona culta y  muy inteligente. Lo veo preparado para su siguiente etapa de su vida, igual que uno. Yo estoy ya listo de contar mis historias y no lo estoy haciendo por dinero, tengo negocio, tengo vida, tengo familia, estoy muy feliz, pero quiero compartir y a ver también si puedo ayudar a la gente en que evite hacer los errores que hice. 

Carlos no está al día con la tecnología, todo ese tiempo en la cárcel no la vio,  entonces le tardó un poco en acomodarse virtualmente para la comunicación, decía uno, dos, tres, pero después estuvo tranquilo,  aunque la gente empezó a preguntar y apretarlo un poco de más. 

La gente debe de tomar en cuenta. Carlos ya pagó su cuenta. Él no era una persona conocida por violencia, a pesar de estar en un ambiente en que solamente la gente entiende la violencia. Y él estuvo 30 años encerrado, los mejores años de su vida. ¿Fue merecido o no? Yo no soy el juez, pero ya salió y ya está listo para su siguiente etapa de la vida.

¿Recomendarías a los jóvenes no dejarse atraer por el dinero fácil? 

El dinero fácil no existe,  en delinquir hay dinero rápido, pero es un camino, como dice el señor Carlos, a la cárcel, o a la morgue, eso es garantizado. De todo hay,  hay mucha gente, hay mucho hombre  bravo, muy guapo. Eso siempre va a haber. Si quieres ser guapo, métete a pelear en la UFC, no pierdes tu vida en la delincuencia. No hay un fin feliz.

Lo jóvenes suelen conocer y tener experiencias creativas novedosas y asumir muchos riesgos. ¿consideras que las personas jóvenes tienen una tentación casi que indetenible por llegar a ese tipo de negocios?

Indetenible no. Todos los jóvenes, yo fui joven en algún momento, tienes mucha energía, sobre energía, y necesitas a alguien que te ayude a canalizar y ahí es donde importa la comunidad, la familia, los papás. Hoy, a la fecha, con tanto divorcio, tanto madre soltera, provoca más problemas. Yo vengo de una familia rota. Yo no tuve una figura masculina en mi vida y eso me llevaba a la calle desde una edad joven,  temprano.

¿Es un mundo que da placer, damas, carros, aviones? 

Esa es la perspectiva,  por ejemplo, podemos hablar de los lujos de los capos, tienes un caballo que vale $1 millón, pero un caballo que vale $1.000 es casi lo mismo. Es perspectiva tener un Ferrari o tener un Nissan, te lleva hasta adonde quieres ir. Entonces los jóvenes empiezan,  todo empieza abajo. Somos pobres, no tenemos dinero.

Y de repente tienes una bolsa llena de billetes y puedes llevar tu mujer a la plaza a comer un helado, al cine y te sientes Don Corleone  y eso te lleva más y más y más hasta que  llega a ser obsceno,   la gente en este medio llega a coleccionar, coleccionan fincas. Yo tengo 40.000 hectáreas en este lugar. Están sentados ahí sin hacer nada, pero la persona tiene el gusto de decir yo lo tengo y no es necesario.

¿Tu primera experiencia con la ley fue a qué edad? 

A los nueve años, tú vas es estar en tal sitio, en tal calle…

O sea, tú eras un pequeño pandillero, un pequeño mafioso de barrio en Chicago. ¿Y qué te inspiraba,  Al Capone?

Quería ser un Carlos Lehder (ríe). No. Yo era de Chicago. El señor John Gatti era de Nueva York, pero él era pandillero.  Al Capone era pandillero. Empiezas en la calle delinquiendo en la esquina con los amigos y a veces los grandes. A mí me contrataba la mera mafia de Chicago para hacer trabajos cuando ya tenía como 16,  de 17 años cobraba dinero. A veces iba a cobrar dinero y les rentaba departamentos porque ellos tenían un negocio de apuestas, tenían mujeres. Yo rentaba el departamento como un joven estudiante y ellos metían señoras en escritorios ahí con muchos teléfonos recibiendo apuestas, rentaba departamentos. 

¿Y cuando pasaste los 20 años? 

A los 18 años  que estaba todavía en la  ‘prepa’, tenía una carrera brillante de lucha olímpica. Tenía hasta ofertas en las universidades de becas, pero no tenía una autoestima, tenía una autoestima muy baja y no pensaba que podía mantenerme en una universidad,  que no podía ser porque la otra gente eran privilegiados de familia. Entonces empecé,  hubo una oportunidad y robamos a un narcotraficante y quitamos su dinero y sus drogas, eso fue en el 81. Yo tenía 17 años y vaya que qué rico me sentí por primera vez, por primera vez en mi vida. Tenía una caja de marihuana del tamaño de una caja de cigarros, de Colombia,  y cocaína y hashi, pastillas y efectivo,  con 17 años de edad. Me sentía muy importante.

¿Todo eso serán anécdotas de tus libros? 

Sí, de varios libros que estoy haciendo. 

No nos has contado de tus padres…

Mi mamá era italiana y su familia italianos y mi papá era alemán. Mi papá nos abandonó cuando yo tenía cuatro años de edad y pasó algo muy chistoso. Mi papá me decía que mi mamá era una santa cuando yo tenía tres o cuatro  años.  Un día voy a la sala de mi casa y hay una señora dormida ahí. Mi mamá le hizo una cama en el piso con un bebé y  unos seis meses después salgo de mi cuarto y esta misma señora está ahí en mi sala con dos bebés, y resulta que esta niña era la segunda esposa de mi papá.

Mi papá se peló y la dejó a ella sola también. Y ella encontró un número en las pertenencias de mi papá y llamó y mi mamá contestó y ella dijo, “se encuentra el señor William?”. Y ella dijo “no, no está ahorita ¿quién habla?”. Y la mujer dijo “su esposa”. Mi mamá dijo, “ah, mucho gusto. Yo soy su esposa también”. Y la niña empezó a llorar, llorar, llorar, y mi mamá la calmó y le dijo “tomas un taxi, ven aquí a la casa”. La niña no tenía dónde irse, no tenía dinero y mi papá la dejó abandonada. Yo he tenido media hermana y medio hermano y mi madre. 

¿Cuándo supo de tus andanzas tu mamá?

La hice sufrir bastante, pero, en mi defensa, siempre la cuidaba. Yo empecé a delinquir, en parte, porque quería mejorar nuestra vida. Yo robaba casas cuando yo tenía nueve años de edad, me iba al Súper (mercado), agarraba el carrito, vaciaba las casas. Me iba hasta mi casa a llevar a mi mamá el  tostador y útiles de la cocina, porque yo quería con tantas ganas que tuviéramos una buena vida,  éramos muy pobres y mis abuelos murieron cuando yo tenía siete años y eso fue la última ayuda que tuvo mi mamá.

O sea, ¿crees que esa condición de tu familia influyó mucho en que definitivamente te descarriaras, como decimos en Colombia? 

Sí, definitivamente. Aparte me  di cuenta,  la policía en los años 70 y 60 en Estados Unidos eran  muy abusivos y cuando eres pobre no tienes ni voz ni voto, no puedes hacer nada, ignorante con o sin dinero. Y llegué a estar un poquito de joven amargado. 

O sea que a tus niños les habrás  dado una formación y afecto muy importante…

Todo el gusto del mundo le he dado a mi hijo que tiene 23 años, lo mandé a una ‘prepa’ militar en Estados Unidos,  es privada, una de las mejores escuelas de Estados Unidos. Es decir, lo que no tuviste tú,  lo dije,  quieres dárselo a tus hijos en educación. Entonces hablan tres idiomas, hablan inglés, español y ruso. Han viajado el mundo. Aquí vine con mi niña. 

Tienen mucho amor, mucha atención por esta época. Yo soy empresario y me tocó siempre,  tuve la mano de Dios, aquí en mi hombro. Dios, Jesús,  un ángel. No se presentaron, pero yo tengo la fe de que estaban yo sé que estaban ahí conmigo, me salvaron.

Y yo esta época voy a contar mis historias, voy a ver con quién puedo ayudar y dedicar el resto de mi vida a mis cuentos, a mis hijos y al fitness porque yo soy bien fitness.   

Es decir, a tus narraciones,  a tus hijos, a tu gimnasio y al entrenamiento profesional

Yo soy una persona con muchas intrigas.  Tengo mucha curiosidad como hemos hablado, leo mucho y te abre el mundo y viajo mucho, tengo la oportunidad de viajar y si lo permites, si leas las cosas correctas, no telenovelas, el mundo también se te abre  y te educas. Yo soy un entrenador de boxeo y de artes marciales con bastante experiencia. Soy nutriólogo de alto nivel y no solo sé de nutrición, lo vivo yo también, vivo una vida muy sana por medio de la nutrición y hago mucho ejercicio.

Por Juan Carlos Quintero/ Director EL PILÓN. 

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